sábado, 18 de abril de 2020

CUENTOS DEL CORONAVIRUS. 2



Cuento número 2.- Los muertos de las camas de al lado.
(Un cuento macabro de humor negro, basado en hechos reales, que realmente, aunque el protagonista se llama como yo; no me ocurrió a mi)

Lo que os voy a contar, ocurrió en verdad; yo no me lo he inventado.
Debía ser a eso de las doce de la mañana cuando me llevaron a la habitación. Yo venía de la sala 1 de prehospitalizacion de las urgencias del hospital. Como suele ocurrir en estos casos llegaba totalmente desubicado y en la habitación había otras dos camas, a ambos lados de la que me colocaron. El de la derecha, entre toses, me hizo una mueca que podría ser hasta un saludo de bienvenida; la enfermera le llamó Abilio y le acercó una botella de agua lo que pareció aplacarle la tos.
Esteban parece ser que se llamaba el de la izquierda que en ese momento hablaba por teléfono e insistía a su interlocutor que se encontraba muy bien, aunque le delataba una tos profunda que parecía arrancarle el alma. También me hizo una mueca en forma de saludo y siguió con su perorata por teléfono.
Cuando las enfermeras me acomodaron en la cama, quedé entre mis dos nuevos compañeros, que no parecían demasiado comunicativos, lo que en ese momento, sin duda, agradecí.
Nos trajeron la comida; nadie habló y mis dos compañeros cada vez daban más muestras del deterioro al que se iban acercando.
Después de la cena todo quedó más o menos en una calma que cada vez se veía  más agredida por los ronquidos mezclados de las toses de mi compañero al que llamaban Esteban, que de nuevo hablaba por teléfono asegurando que se encontraba muy bien. 
Y yo me quede dormido, bueno en la duermevela a la que te lleva un día en que tu cuerpo está dolorido y tu alma no ha descansado desde que hacía ya dos días había salido de casa, 
Por eso lo oí; serian esto de lan cinco de la mañana; se encendieron las luces de la habitación; dos enfermeros con unos monos blancos, con un casco también blanco en la cabeza, traían un saco negro de plástico.
-No pasa nada, Manuel; tú sigue durmiendo
Enseguida me percaté; la tos había cesado y todo había quedado en un siniestro silencio que parecía oprimirme el corazón que no sabía si latir más fuerte o acompasarse a mi respirar asistido por un oxígeno que apenas llegaba a mis pulmones. 
No me moví, ni lógicamente me podía dormir. Allí estaba yo acurrucado en la cama sin atreverme a mirar a mi izquierda donde mi recientísimo vecino Esteban había dejado de penar.
Cuando las primeras luces del alba entraron por la ventana y me atreví a mirar de reojo, el saco de plástico negro estaba totalmente cerrado y tapado con una sábana que le cubría por completo.
Hasta eso de las ocho de la mañana, el pobre Esteban permaneció ahí, a mi lado, transmitiéndome, seguro que sin quererlo, un miedo profundo que me paralizaba todo el cuerpo. Volvieron a entrar los de los monos y los cascos blancos y en mi mente di un postrero adiós de despedida a mi efímero compañero a quien no le había podido acompañar ningún familiar en su tránsito final.
En poco más de diez minutos, unas eficientes limpiadoras dejaron todo como si allí nada hubiera pasado; pero esa mañana, tampoco pude desayunar absolutamente nada.
Y ahí me tenéis, acurrucado en la cama, sin poder volverme a mi izquierda porque me parecía que el pobre Esteban podía rebullirse en su cama.
Y llegó la comida, y ni aún con la cariñosa insistencia de Yolanda, la enfermera, pude llevarme un bocado a la boca.
Abilio, mi ya único compañero, no era muy hablador y no supe si realmente se había enterado de lo ocurrido.
Esa tarde, después de la siesta, entre toses y suspiros prolongados me contó que había tenido quince hijos, quince nietos y ya tenía quince biznietos.
Ya no hablo más.
Durante varias, larguísimas horas, solo la tos profunda; los ahogos que apenas podían aplacar un oxígeno a tope y un respirar entrecortado que a mi me asustaba más y más, por momentos.
A eso de las nueve me levanté para ir al baño. Cuando salí; ahí estaban los de los monos blancos con su bolsa de plástico negra.
Cuando me vieron salir, me acompañaron a mi cama y me volvieron a decir que no me preocupara.
Esta vez me volví a mi izquierda y así permanecí durante varias horas, sin atrever a moverme e intentando encontrar una oración como despedida para Abilio que no había podido tener el consuelo ni de sus hijos, ni de sus nietos, ni siquiera de ninguno de sus quince biznietos, en los últimos instantes de su vida.
Sería a eso de las siete de la mañana cuando los de los monos y de los cascos blancos, se llevaron a mi último compañero; y poco más de un cuarto de hora después, como la vez anterior, todo había quedado en perfecto estado de revista.
Después de un día con tantas emociones y sobresaltos, empezó a entrarme un sopor que me invadía y no dejaba ni de moverme.
Y me debí quedar profundamente dormido.
Me pareció que se cercaron dos enfermeras y me pareció escuchar:
?Como se llamaba?
Manuel CARRASCO...si, como el cantante...
Bueno en realidad no se si dijo cómo se llamaba o cómo se llama...
Así que aquí me tenéis esperando a ver si me despierto dentro de un rato o me encuentro que entran por la puerta los de los cascos blancos, con su saco de plástico preparado.

viernes, 17 de abril de 2020

¡HOGAR, DULCE HOGAR!


Después de algo más de un mes internado por el Coronavirus, hoy me han dado de alta y vuelvo a mi casa, vuelvo a mi hogar. (Como dice el anuncio).
Quiero compartir esta alegría, también con vosotros que durante estos días os habéis interesado por mi estado de salud y me habéis animado en estos días de enfermedad.
Gracias a todos y, como os prometí, seguiré contándoos algo de mi aventura hospitalaria, para que conozcáis de primera mano, algo de lo que está pasando en los hospitales y sobre todo, la gran labor que están desarrollando los profesionales, que desde aquí, de nuevo, quiero reconocer y agradecer.

¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!

CUENTOS DEL CORONAVIRUS. 1



Cuento número 1.- Eustaquio Manuel aprende el arte del aseo hospitalario.
(Ni que decir tiene que no es que esté basado en hechos reales, es que es real como la vida misma. Ah y Eustaquio Manuel tampoco soy yo)

No os creáis que es fácil, que no; eso del aseo personal tiene su aquel.
Eustaquio Manuel nunca había estado hospitalizado; además, desde pequeño, siempre había tenido un poco de pudor y siempre le costó desnudarse delante de la gente.
Pues llegas aquí, unas enfermeras muy profesionales te quitan la ropa y te invitan a que te hagas el aseo. En el cuarto de baño, muy pequeño el,  hay una pequeña ducha pero el plato es toda la habitación y por mucho que te esmeres terminas poniendo perdido todo el cuarto de aseo.
Luego te vas lavando por partes y terminas secándote como mejor Dios te da entender.
Eustaquio Manuel lo paso muy mal; le podía el pudor y pasó un mal rato... pero eso fue el primer día, ahora presume de haber aprobado con nota el primero de aseo hospitalario.

jueves, 16 de abril de 2020

LA ÚLTIMA AVENTURA DE LOS NIÑOS DE LA POSGUERRA.




Nuestra generación; los que nacimos desde los años cuarenta a los cincuenta y tantos del siglo pasado, tuvimos unos inicios duros, aunque como éramos niños, y la mayoría pobres, por no tener, no tuvimos ni traumas.
Luego, sin embargo fuimos una generación que, con mucho trabajo, si; y con esfuerzo, logramos un progreso laboral y social que nos brindó muchas oportunidades. Además, en nuestra juventud, fue relativamente fácil progresar, aunque algunos tuvieron que emigrar para conseguir esa superación social que aquí en España, se resistía a llegar.
Como estábamos acostumbrados a tener carencias, se sobrellevó con un cierto estoicismo la falta de libertad y las limitaciones políticas y sociales que teníamos que soportar.
Fuimos los artífices de una transición política que se puede considerar modelica, aunque ahora, vista con otra perspectiva, algunos se atreven a criticar.
Partiendo del pluriempleo, nos compramos nuestro piso, nuestro cochecito e incluso una segunda vivienda en la playa o en el pueblo de nuestros padres.
Conseguimos que nuestros hijos fuesen a la Universidad porque, posiblemente, fue nuestra frustración y siempre quisimos que ellos llegasen a donde nosotros no habíamos podido llegar.
Y nos llegó la jubilación y con nuestra pensión y nuestros ahorros, nos asegurábamos una vejez tranquila y placentera. Bien es verdad que llegaron las crisis y tuvimos que ayudar a nuestros hijos y, en muchos casos, hacernos cargo de nuestros nietos.
Y nos llegó la última batalla en la que luchar. Llegó la pandemia del Coronavirus, y nuestra generación ha sido la más afectada; somos ya mayores, casi todos tenemos ya achaques y somos los más expuestos a sufrir los rigores del virus.
Las noticias son demasiado alarmantes y en esa última batalla llevamos todas las de perder... pero somos aquellos niños de la posguerra que logramos sobrevivir a las carencias que nos venían impuestas y logramos vencer.
Seguro que vamos a caer alguno en la batalla, pero esta guerra, también la vamos a ganar.

La fotografía:
La fotografía que ilustra el artículo debe ser de muy primero de los cincuenta y debe ser de un profesional.
Está tomada junto a la fuente y el pozo del patio de la calle de Morata 5 de Chinchón, donde actualmente está el Museo Etnológico “La Posada”
No es una foto improvisada. Recuerdo que llegó un “turista” y pasó a ver el patio. Nosotros estábamos jugando por allí y el fotógrafo preguntó si podía hacernos una foto. El que los niños estuviésemos en casa y “arregladitos” indica que debía ser domingo o día de fiesta.
Y se preparo el escenario. Buscó el encuadre. Colocó un seron, unas espuertas y un esportillo de pleita que debían estar en alguno de los soportales del patio y nos colocó a nosotros.
Estamos Jesús Garcia, el más pequeño, el primero a la derecha; detrás, su primo Julian Manquillo, que falleció ya hace muchos años. En el centro, mi hermana Maribel, y yo soy el que está sentado, detrás.

Por el encuadre, por el juego de la luz, con la dificultad de jugar con las sombras, y por la calidad de la imagen, no cabe duda de que la fotografía es de algún profesional de los tantos que por aquellos años empezaron a descubrir Chinchón como destino turístico.. De entre ellos podríamos destacar a fotógrafos como la austriaca Ingeborg Morath, Nicolas Muller, Cortina, el fotógrafo taurino Baldomero, incluso el mismísimo director de cine Carlos Saura.
Desgraciadamente no sabemos el nombre del autor de esta fotografía.

miércoles, 15 de abril de 2020

CUENTOS DEL CORONAViRUS



Cuentos del Coronavirus.

En estos días, muchos, de confinamiento y soledad ha dado mucho tiempo para todo; hasta para divagar como sonámbulo por la vida y ver, muy al final del túnel, una lucecita que al final se ha ido agrandando y ha vuelto a dar luz a la vida.
En estos días, he podido vivir las historias de las personas que me rodeaban; historias cargadas de cariño, de entrega, de heroísmo, incluso; que me han inspirado algunos relatos, que desde hacía un tiempo los tenía algo olvidados.
Los voy a encuadrar dentro de una serie que he titulado “Cuentos del Coronavirus”.
Habrá relatos duros y dramáticos como ha sido la realidad para muchos; relatos más amables, incluso impregnados de un cierto sentido del humor. Todos ellos llevan la dedicatoria especial para las personas que desde el Hospital nos han hecho la vida más llevadera, más amable, e incluso, más alegre. Va por todos esos profesionales que se merecen nuestro reconocimiento, nuestra admiración y todo nuestro cariño.

Estos relatos los iré publicando próximamente en el Blog del Eremita.

martes, 14 de abril de 2020

UN BUEN PACIENTE



Ya he contado cómo llegué a las urgencias del Gregorio Marañon; era el viernes día 13 de marzo. Ese domingo me dijeron que estaba bien y me mandaron a casa; pero no lo estaba y el jueves siguiente estaba de nuevo en las urgencias con dificultades para respirar. Tres días más en urgencias y el domingo por la noche me trasladaron a planta. 
Durante no se cuantos días no comía nada; apenas si era consciente de dónde estaba; no tenía fuerzas ni para contestar a los Whatsapp que me mandaba la familia ni contestar a sus lógicas preguntas interesándose por mi estado.
Me encontraba casi inconscientemente dentro de una soledad excluyente que no me dejaba ser consciente de cual era mi situación. Solo la amabilidad y el cariño de médicos y enfermeras hacían que reaccionase más por afán de agradar que por ánimos personales.
Y un día empecé a apetecer la comida; y se me ocurrió que podía volver a escribir y eso me ayudó a ir recuperando mi ser y mis sentimientos.
Y las pastillas, y los tratamientos y todo un poco empezaron a hacer efecto y me está ayudando a sobrevivir.
Lo que dice la doctora es que soy un buen paciente.

lunes, 13 de abril de 2020

ADIOS AL GREGORIO MARAÑON


Me acaban de comunicar que me van a inscribir en la lista oficial de curados; no se con que número, y la verdad es que no me importa demasiado; los tests que me han hecho, han dado negativo y me mandan al Hotel Colon para terminar la cuarentena.

Es el momento del agradecimiento a todos los profesionales que nos han ayudado y que lo han hecho posible. 
Primero, gracias; después deciros que

!No queremos vuestros aplausos!

Sabemos que es costumbre despedir con un aplauso al paciente que es dado de alta. Pero yo hoy quiero deciros que no queremos vuestros aplausos ; Pero no porque no los agradezcamos, sino porque nos llevamos de vosotras y vosotros algo mucho mejor: vuestro cariño, vuestra profesionalidad, vuestra dedicación, vuestra proximidad en estos días en los que la soledad podría haber debilitado aún más nuestras almas en estos cuerpos enfermos y ya algo decrépitos.
Han sido muchos días, prácticamente un mes, y muchas noches en los que vuestra alegría ha sido el mejor antídoto para nuestra soledad... solo sentimos no haber podido ver vuestras caras, y vuestro pelo, que una de vosotras me ha asegurado que si tenéis,, aunque nunca lo hayamos podido ver por esos gorros extraños que tenéis que llevar como protección.
Solo sentimos que si un día nos cruzamos por la calle no nos vamos a reconocer; Cristina, Azucena, Angela, Yolanda, Ruben, Ana y todas las enfermeras de la segunda planta de las que no se todos sus nombres, que durante estos días nos habéis acompañado. 
Nos quedamos con esa mano sobre nuestro hombro, con ese sutil apretón de mano en esos momentos en que presentiais que lo necesitábamos, con esa sonrisa que nos alegraba el día.
Posiblemente no lleguemos a reconoceros si nos cruzamos por la calle; pero no importa demasiado porque sabéis que desde ahora ocupáis un lugar de privilegio en nuestro corazón.

AMISTAD.


La amistad es un sentimiento que suele ser perdurable en el tiempo y que se suele conservar toda la vida; si bien es verdad que es un sentimiento escaso y que.no se suele prodigar demasiado. Así,a lo largo de nuestra vida, si somos afortunados, los amigos los podemos contar, de sobra, con los dedos de una mano.
Y esos amigos, aunque los veas poco, aunque puedas perder el contacto con ellos, sabes que en un momento dado siempre le tendrás a tu lado, sobre todo en tiempos de tribulación y cuando tus ánimos están más bajos; si de verdad es un buen amigo, siempre, siempre le tendrás a tu lado.
Estaba yo escribiendo estos pensamientos cuando acabo de recibir la noticia de la muerte de un amigo, aunque nuestra amistad nunca fue demasiado estrecha, sino, más bien, era amigo de mis amigos. Solo hace unos días un amigo común nos daba la noticia de su enfermedad, infectado también del maldito CORONAViRUS. Hoy he recibido este recuerdo en su memoria.

EL ABUELO:

 Sabemos que cada uno de nosotros, no somos más que breves pasajeros en este mundo maravilloso y, a instantes, terriblemente doloroso. Todo lo que dábamos por sentado puede caerse abajo como un castillo de naipes de un día para otro. Sin más. A veces es un accidente, y en ocasiones, una enfermedad que nos obliga a ver cómo se apaga día a día el ser querido en una dura batalla.
Estamos preparados para decir adiós. Sabemos que en la despedida perdemos algo de nosotros mismos sabiendo que no van a haber más llamadas, más comidas, más excursiones, más cafés, libros que compartir, películas que comentar y problemas que desahogar entre risas y bromas.
No has muerto, solo te has ido antes. Aunque te has ido, sigues con nosotros, Abuelo; aquí en nuestro corazón. Siempre te recordaremos, aunque estés allá en el cielo, donde podrás descansar en paz. Abuelo, seguimos contigo.
En la muerte de Antonio Guijarro Segura, el Abuelo.



domingo, 12 de abril de 2020

UN HORNAZO VIRTUAL


UN HORNAZO VIRTUAL.
Hoy Pascua de los hornazos de toda la vida en Chinchón, en la habitación 2422 de la segunda planta en el Gregorio Marañon, me voy a tener que conformar con un hornazo virtual, aunque sea solo de un huevo. 
Cómo va a ser virtual, he pensado encargarlo a las monjitas clarisas, que no se si todavía los hacen, pero siendo para un enfermo, seguro que hasta se las arreglan para enviármelo por Amazon, que ahora las monjas están muy adelantadas en las nuevas tecnologías.
Así que esta tarde os invito a todos a que me acompañéis en la habitación 2422 a comernos ese hornazo virtual que seguro que nos va a saber a gloria si es compartido con quienes nos quieren y a quien queremos.
El año que viene nos iremos a Valdezarza, como Dios manda.