jueves, 15 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES X

Y este es el segundo relato del año 2016, que como he dicho, tampoco fue seleccionado, titulado





LA ASESINA


Después de tanto tiempo, hoy, sin ningún género de dudas, sé quién es mi asesina.

La conocí hace tanto tiempo que ya apenas si puedo recordar, y me la presentó un amigo común que era un poco bizco del ojo izquierdo y que por entonces se dedicaba al estraperlo. Yo, en mis ratos de ocio, que no eran demasiados, me entretenía en ensogar asientos de anea y luego me los vendía ese amigo, que como he dicho, me la presento, un día de mayo que casualmente había nevado en mi pueblo; cosa bastante extraña y que no había ocurrido nunca antes, según me aseguraron después mis vecinos, ya muy ancianos, que siempre estaban sentados en la puerta de su casa hablando mal de todos los que pasaban por allí, y que cuando no pasaba nadie, cosa bastante habitual, hablaban de meteorología y de los tiempos mozos, en que habían sido los dos jóvenes más apuestos y codiciados por las mozas casaderas del pueblo.

Ella era simpática y atractiva, y posiblemente por eso yo quede prendado al momento; y es que por mi natural retraído, poco hablador y tímido recalcitrante, soy fácilmente predecible para los demás, sobre todo, como ocurrió aquel día, si mi cara se enrojece como la de un pavo cuando le llega el celo. El caso es que ella supo desde un principio que yo era una presa fácil y un buen partido, porque el negocio de los asientos de anea producía pingües beneficios y la fortuna que había heredado de mi abuelo materno que encontró una mina de estaño en el Congo y murió sin descendencia, era mas cuantiosa de lo que yo mismo podía calcular; pero que ella, que siempre estaba bien asesorada, lo había calculado previamente, antes de pedir a mi amigo el estraperlista que nos presentase.

Y la cosa no empezó mal del todo. Aunque, como he dicho, de eso ha pasado ya mucho tiempo, creo recordar que ella se mostraba cariñosa, complaciente e incluso afectuosa y predispuesta a que yo pudiese satisfacer mis instintos siempre que mostrase interés en ello.

No tuvimos descendencia por falta de aptitud de ella, aunque su actitud siempre fue irreprochable e hizo todo lo posible para facilitarme un heredero para mi inmensa fortuna porque con ello, pensaba, tendría su vida resuelta. No he dicho todavía, aunque algunos de mis lectores ya lo habrán colegido, que no era desinteresada y mucho menos altruista, pero de eso yo entonces no era consciente y vivía embelesado por sus atractivos físicos, que eran los que a mi, en aquellos tiempos, mas me importaban.

Y así vivimos muchos años contemplando como la rutina se iba apoderando de nuestras vidas, a pesar de que ella se afanaba en organizar viajes, visitar museos, degustar los manjares más exquisitos en los mejores restaurantes del mundo, codearnos con lo más selecto de la “jet set” de la Costa Azul, donde veraneábamos todos los años y convivir con lo más escogido de las familias de mi pueblo, que no paraban de invitarnos, pensando que algo les podría caer cuando yo muriese, que para eso no tenía descendencia como mi abuelo y seguía sin querer casarme con ella.

Y yo creo que fue eso lo que le hizo tomar la decisión de asesinarme. Sin embargo tengo que reconocer que yo debería estar algo obnubilado, porque no fui capaz de prever lo que podía venirme encima.

Lo debió pensar con detenimiento y desde luego con premeditación, cosa que después le podría ocasionar un endurecimiento de su pena, caso de ser descubierta. También la alevosía y la nocturnidad serían dos causas agravantes del crimen. Porque había pensado hacerlo una noche cuando yo durmiera plácidamente en el lecho del pecado; ya digo que nunca nos llegamos a casar y por eso no puedo decir lecho conyugal.

Para que yo durmiese plácidamente se agenció un brebaje que le preparó un mancebo de boticario que había sido su casi novio cuando eran muy jóvenes aunque, según me había confesado a mi, unos años antes, con él no llego a tener ningún trato carnal.

Y creo que es mañana el día elegido. Estas últimas semanas la he notado más cariñosa, más condescendiente, mas solicita, incluso más guapa. Como me conoce muy bien, sabe que yo me embeleso con poco, y un poco de rimel, un sutil maquillaje y un carmín brillante son el mejor anestésico que puede usar para tenerme al instante rendido a sus pies.

Bueno, por eso y porque ayer estuvimos en el notario para firmar mi testamento en el que le dejo a ella heredera de todos mis bienes, a excepción de una cachimba de palo de santo que le gustaba mucho a nuestro amigo el estraperlista y a ella no le pareció mal que se lo legase.

También me puso la mosca detrás de la oreja el que nos visitase su antiguo novio, el de la botica, para hacernos una visita de cortesía, según dijo, aunque me di cuenta de que al entrar le había dado disimuladamente un frasquito que debía contener el somnífero.

Yo que soy algo descreído, no consideré necesario preparar mi alma para mi encuentro con el mas allá y después de cenar me he tomado una copita de un coñac francés que siempre había guardado para una ocasión especial y me he fumado un habano de la boda de un pariente lejano, que guardaba desde hacía unos años en el armario, aunque que ya estaba algo reseco; porque me he dicho: "Una noche es una noche, y para lo que me queda..."

La verdad es que estoy algo extrañado porque el coñac tenía un sabor algo raro y además me esta entrando un sueño de esos cansinos, que hasta me cuesta trabajo mantener los ojos abiertos; así que después de darle a ella un beso de despedida, me subo al dormitorio, porque a mi siempre me ha gustado dar facilidades y están a punto de dar las doce.