domingo, 3 de mayo de 2020

¿QUOUSQUE TANDEM?


¿Hasta cuando? Seguro que todo esto pasará, que poco a poco, volveremos a nuestros antiguos vicios; que pasado un tiempo, empezaremos a olvidarnos de lo que está pasando, porque tenemos una gran habilidad para olvidar lo que nos desagrada. 
Poco a poco volveremos a socializarnos, los Centros Comerciales empezarán a llenarse, posiblemente con alguna restricción, si; pero volverán a llenarse; las tiendas nos ofrecerán sus productos, y esto es muy bueno porque hay que retomar la actividad productiva. 
Es posible que se mantengan algunas de las nuevas costumbres, que nos olvidemos del besuqueo un tanto ficticio de los saludos, de los abrazos a los desconocidos, de tanto tocarnos las manos y traspasamos alegremente los virus, pero todo esto, seguro, irá pasando. 
Pero ¿Hasta cuándo nos acordaremos de lo que ha pasado? ¿Hasta cuando recordaremos la solidaridad de estos días? ¿Hasta cuando seguiremos pagando el coste de esta pandemia? ¿Hasta cuando pensaremos que la vida que llevábamos no era sostenible y era necesario un cambio en nuestra forma de vivir? ¿Hasta cuando durará la generosidad de los famosos?
Seguro que dentro de un tiempo, posiblemente a medio plazo, empezarán los atascos, la economía mostrará signos de reactivación; iremos paulatinamente recobrando el pulso de nuestras vidas anteriores. El capitalismo volverá a nuestra economía y se empezará a olvidar la necesidad de unos pactos para conseguir que la recuperación sea para todos. 
Y desgraciadamente, después de pasar por todos lo que hemos pasado; después de tantos días de confinamiento, después de tantos infectados, después de tantos muertos, no hayamos aprendido nada.
No hayamos aprendido que podemos pasar sin fútbol, sin toros, sin conciertos, sin cines, sin bares, incluso, sin Iglesias, y que todo esto que pensábamos que era imprescindible en nuestras vidas, nos lo quitaron de improviso, casi a traición, y no pasó nada; nos metimos en casa y se vivieron días en los que afloró la solidaridad con los más necesitados, con quienes eran más dependientes. 
Todos los días, a las ocho de la tarde, nos asomábamos a los balcones y ventanas de nuestras casas para aplaudir la formidable y heroica labor de los sanitarios, pero también para ver a nuestros vecinos, para sentir su proximidad, para sentir que no estábamos solos. Y con los aplausos, estaban también los saludos y la solidaridad. 
¿Hasta cuando lo recordaremos?
Y sobre todo, ¿Habremos aprendido algo de todo esto?