miércoles, 26 de junio de 2019

LAS CALLES DE MI PUEBLO.

El equipo CH de dinamizacion cultural me pidió un texto para ser leído en el acto programado para el día de “Los Patios de Oro” celebrado el pasado día 22 de Junio en Chinchón, en el “Altillo” de la calle de lis Solares, en un alto en el recorrido para visitar los distintos patios. Este es el texto que titule “LAS CALLES DE MI PUEBLO” y que fue leído por Margarita R. del Valle.


“Allá por el año 1848, Pascual Madoz dejó escrito que “las calles de Chinchón eran agrias y empinadas”; mucho años después, se hizo famoso aquel pareado que decía: “Chinchón de los ajos, cuestas arriba y cuestas abajo”; que viene a decir lo mismo, pero en dicho popular.

Ahora, ya en el siglo XXI, las calles se llenan de coches, apenas si se puede aparcar en ningún sitio, son incómodas para pasear, y me temo que son bastante más bulliciosas que las de mediados del siglo XIX. 

El hecho es que las calles de Chinchón tienen que salvar un desnivel de más de cincuenta metros que hay entre la antigua estación del tren y el Convento de las madres Clarisas. Pero las viejas calles de Chinchón siguen guardando esquinas y recovecos, que nos cuentan pequeñas historias si sabemos buscarlas. Historias y anécdotas que también podemos escuchar en los patios que estamos visitando. Patios nobles y patios humildes; patios de vecinos y patios que, llegado el verano, se convertían en el cuarto de estar de la familia, donde sofocar los calores veraniegos y donde alargar las tertulias después de la cena, entre tragos de limonada, postre de repapalos y bollitos de aceite y alguna copita de anís que nunca faltaba en las alacenas de las casas de Chinchón.

Y recorriendo estas calles de Chinchón, hemos llegado a un enclave muy particular. Estamos en el “Altillo” de la calle de los Solares. Aquí se subía el Pregonero para dar a los vecinos los avisos y noticias “de orden del señor alcalde”; repitiendo su retahíla monocorde, después de hacer sonar su trompetilla para avisar de su llegada. 

Era, sin duda, su ubicación preferida de todo su recorrido por las esquinas y bocacalles del pueblo, porque aquí su voz parecía más sonora y podía ver a todo su auditorio desde esta pequeña atalaya, que le hacía sentir como si estuviera en el púlpito que siempre había envidiado al señor cura.

Pero el “Altillo” pasará a la historia, porque tuvo también el honor de ser el primer Cenaculo de la Pasión de Chinchón. Fue un Cenaculo pobre, muy de pueblo, muy de Chinchón, donde, los primeros años de la representación de la Pasión de Chinchón, se escenificaba la Última Cena, aunque por sus pequeñas dimensiones solo entraba Jesuscristo y tres de los apóstoles. 

Y hecho este pequeño alto en nuestro camino vamos a continuar con nuestras visitas a los patios de Chinchón, donde nos esperan nuevas historias y nuevas sorpresas que nos ha preparado el “Grupo Chinchón” de dinamizacion cultural”.