lunes, 19 de marzo de 2018

FOTOGRAFÍAS CON HISTORIA. EL AJO FINO DE CHINCHÓN.

FOTOGRAFÍAS CON HISTORIA, VII. EL AJO FINO DE CHINCHÓN.


Fotografía 1: Haciendo los ajos. 20 ristras un duro. Año: Hacia 1940. Fotógrafo desconocido. Cedida por José García Bravo y publicada en “Chinchón en Imágenes. 2014.


Fotografía 2: Faustino y Francisca desgranando ajos para sembrar. Año: Hacia 1950. Fotógrafo desconocido. Cedida por Antonio García Roldán y publicada en “Chinchón en imágenes” 2014.

Junto con el anís y el vino, el ajo es el producto más emblemático de Chinchón; sin embargo, no hay demasiada documentación histórica sobre cuando se inició su cultivo en Chinchón.
En el año 1848, Pascual Madoz escribió el libro “MADRID, PROVINCIA, INTENDENCIA, VICARIA, PARTIDO Y VILLA” en el que refiriéndose a Chinchón y hablando de sus productos, incluye los ajos, junto con la vid, el aceite, trigo, cebada, avena, centeno, patatas,  judías, garbanzos, melones y algunas frutas, pero sin hacer ningún comentario especial sobre los ajos.
Hay otro librito, titulado “CHINCHÓN” escrito por Simón Viñas Roy en el año 1890, que hablando de los productos de CHINCHÓN en el que hace mención a los ajos, comentando que se venden a los pueblos de alrededor.


Pero también existe otro libro, editado en 1813 en Madrid en la Imprenta de Dávila, titulado “TRATADO DE LA HUERTA. MÉTODO DE CULTIVAR TODA CLASE DE HORTALIZAS” del que es autor Don Claudio Boutelou, Primer profesor de Agricultura y Botánica del Jardín Botánico de Madrid, Académico de las Academias médicas matritense y de Ciencias y Artes de Barcelona, individuo de mérito en la clase de agricultura de la Sociedad Económica de Madrid y socio de la de Historia Natural.

En su página 19 detalla las características del “AJO FINO DE CHINCHÓN”, diferenciándolo de otras variedades. Dice así:
“El ajo blanco que llaman fino o de Chinchón, es muy diferente al que se conoce como ajo murciano. El de Chinchón, que es una variedad del común, se compone de un agregados de dientes envueltos o contenidos dentro de sus camisas o túnicas membranosas, de cuya prolongación se forma un tallo; por el contrario el tallo del ajo murciano nace del centro de la raíz, y los dientes se hallan como engastados en la base y circundando el tallo”.


Como vemos, ya en el año 1813 se diferenciaba la variedad del ajo fino de Chinchón, por lo que es de suponer que en esas fechas ya existía una tradición de su cultivo en nuestro pueblo.

Pero vamos a ver algunas características de este producto: 
El ajo, Allium Sativum, es una planta herbácea de la familia de las liliáceas que se cultiva en zonas de clima templado y seco para obtener bulbos aromatizantes y medicinales. El género Allium agrupa unas 600 especies, algunas de gran valor agrícola, como la cebolla o el puerro, y otras son plantas ornamentales que se caracterizan por tener flores espectaculares y ser muy resistentes al frío.

Por ello, desde el punto de vista climatológico, el ajo necesita un clima entre continental y muy continental, con una insolación muy elevada, una precipitación media anual de 441 mm y una temperatura media de 14,1 ºC, oscilando entre valores absolutos de -16,25 ºC en enero y 41ºC en julio. Las heladas invernales son muy potentes y van desde noviembre hasta abril y mayo, lo que es bueno para el cultivo del ajo que necesita una gran cantidad de horas de frío.

En cuanto a las características de la tierra para producir buenos ajos, se seleccionan suelos franco-arenosos, con un porcentaje de arcilla inferior al 20% y suelen tener un pH ligeramente alcalino. La materia orgánica total generalmente es baja, alrededor del 1,5%, también es baja la cantidad de fósforo asimilable que hay en el suelo, mientras se presenta una gran disponibilidad de potasio, magnesio y muchísimo calcio.

El hecho de que en los suelos húmedos se pudra, que necesite suelos arenosos-arcillosos-calcáreos, fértiles y a la vez permeables, así como que progrese muy bien con el frío, hace que el ajo sea perfecto para cultivar en nuestro país.

El ajo se cultiva en grandes cantidades en muchas partes del mundo, siendo China la gran productora mundial. Otros países de Asia, Norte de África, América y, naturalmente, Europa, también producen grandes cantidades de esta liliácea. Dentro de la Unión Europea, España es el primer país productor y, por Comunidades Autónomas, Castilla-La Mancha se sitúa a la cabeza, ya que más de la mitad de las hectáreas plantadas en España corresponden a esta Región.

En la Comunidad de Madrid, el 90% del cultivo del ajo se concentra en las vegas de los ríos Tajuña, Jarama y Tajo; en los municipios de Chinchón, Morata de Tajuña, Colmenar de Oreja, Valdelaguna y Titulcia con una superficie de unas 500 hectáreas de regadío que pueden tener una producción de 10.000 Kg/Ha, y de unas 78 hectáreas de secano, con una producción de 4.000 Kg./Ha.

De secano o de regadío, son tierras calizas, sueltas, ligeras, saneadas y profundas en las que su buen drenaje permite y explica cosechas abundantes de ajos prietos, gruesos y muy regulares.


En Chinchón se concentra la comercialización que se suele hacer de dos formas: por una parte los agricultores-envasadores que los venden en su domicilio o los suministran al sector hostelero, y por otra las empresas mayoristas, que adquieren los ajos al agricultor para después distribuirlos entre el sector mayorista y minorista, por todo el territorio nacional.

Pero también, ahora, vamos a detenernos en algunas características del ajo fino en Chinchón.

El ajo fino de Chinchón es un ajo perteneciente al grupo de variedades denominadas finas; considerado como uno de los mejores del mundo, es de color blanco y posee unas cualidades organolépticas muy superiores, en cuanto a aroma y sabor, respecto al ajo basto o común, y se caracteriza por tener una cabeza mediana, compuesta por apretados dientes que son largos, estrechos y rosáceos, de textura firme y rodeados por túnicas blancas.

Su sabor es fuerte y picante, por ello, es un producto muy apreciado como condimento en todo tipo de guisos. El rendimiento aromático, que es superior, hace que se necesiten menos dientes que el resto de las variedades en la elaboración de los platos. Además de condimentar embutidos y asados, con los ajos es posible elaborar desde un aceite aromático con el que aderezar vinagretas, ragúes y arroces, una crema de ajos a base de ajos pelados, aceite de oliva y nata y ajos asados con tomillo para untar sobre hogazas de pan tostado o la piel crujiente de un asado.

Los expertos aseguran que los dientes de ajo no deben someterse a altas temperaturas en aceite o mantequilla, ya que el resultado es un sabor amargo y desagradable. Para freírlo y comerlo en crudo es aconsejable cortarlo en láminas finas.

Si se prepara en cocciones largas, como el confitado, pochado o asado, es bueno que se use entero. Al ajo les son atribuidas numerosas e insospechadas propiedades, unas avaladas por datos científicos y otras no tanto, existiendo una amplia, rica y jugosa literatura en su entorno.

Consumido en crudo, parece que sus cualidades y efectos son de aplicación mucho más segura y efectiva. El consumo de ajo de Chinchón, al igual, aunque en superior proporción y efectividad, que el de otras procedencias, incluidas las gallegas, posee también características exotéricas y parece ser que es el más eficaz en ritos y procedimientos mágicos y en brujería.

Aunque sus rendimientos productivos son inferiores, su aroma excelente y su gran concentración de aliina hace que destaque por su calidad y por su correspondiente aprecio.

También hay que reseñar es que el ajo fino de Chinchón tiene tres características muy definidas. La primera, su aroma y su sabor, que como su nombre indica es más “fino” que otras variedades. La segunda es su duración en buen estado para su consumo, lo que le hacía ser la única variedad que duraba hasta la nueva cosecha. Y otra tercera, que su tamaño es menor, que sus dientes son más pequeños y más difíciles de pelar, lo que les hace ser menos comerciales y solo apreciados por los que abogan por la calidad.

Antiguamente, en los patios de las casas de Chinchón, se tendían los ajos después de su recolección en el mes de junio, para su secado. A partir de ese momento empezaba el trabajo de las mujeres.

Sentadas a la sombra del patio, iban trenzando las tradicionales “ristras“ que era la forma de mantener los ajos en perfectas condiciones para su consumo durante un año por su excelente calidad. La razón de ser de este sistema es que los tallos de los que cuelgan los ajos, suelen mantener durante un tiempo el jugo que permite que el ajo se mantenga fresco más tiempo.

Actualmente va decayendo esta forma de conservar los ajos (motivado por su carestía)  y se presentan en simples manojo y se venden al peso en mallas, para ello es necesario el proceso de cortar el rabo, la barba y la piel del ajo, para dejar la cabeza perfectamente limpia.

Y estas tres características de las que hemos hablado, fueron fundamentales en su comercialización. Hasta mediados del siglo XX, cuando llegaba la primavera, empezaban a llegar a Chinchón “ajeros” de Cataluña, Andalucía y de otras regiones de España para comprar los ajos de Chinchón, porque el resto de variedades ya no eran aptas para el consumo. En Chinchón existían los “Comisionistas”, como, entre otros, Tomás Rojo, Alfonso Ariza, Francisco Carrasco y Dámaso García, que eran conocedores de la oferta que había en el pueblo y que dirigían a los compradores a los agricultores que aún tenían existencias de ajos. Esta forma de comercialización hacía que el precio de los ajos oscilaba en función de la oferta y la demanda, lo que permitía a los agricultores especular con su producto y conseguir mejores precios, o tener que hasta tirar sus ajos si se equivocaban y se terminaba la demanda.



En esta circunstancia también intervenían las importaciones que se iniciaron con ajos de Argentina primero y China, después.

Pero hubo otro factor fundamental que incidió en la comercialización de los ajos de Chinchón: Las cámaras frigoríficas. A partir de 1960 se empiezan a utilizar cámaras frigoríficas de gran tamaño para conservar los ajos, que se meten en las cámaras recién recolectados y que consiguen que su consumo se pueda alargar hasta varios meses, con lo que cualquier variedad podría conseguir la misma duración que el ajo fino de Chinchón.

Manuel Carrasco, en su libro  “CRÓNICAS DE CHINCHÓN” publicado en el año 2011,  se hacía eco de esta circunstancia: “Todo esto motivó que se produjese un auténtico estancamiento de la economía, quizás con la única excepción del cultivo de los ajos, que por la gran fluctuación de precios durante varias décadas permitía adoptar una posición especulativa que proporcionó buenas ganancias a muchos agricultores. Sin embargo, los intentos que se realizaron para organizar una cooperativa que tuviese un cierto peso específico en el mercado de este producto, no llegaron a buen término. Por otra parte, al utilizarse las cámaras frigoríficas para la conservación de los ajos, permitió que las variedades, que antes tenían una menor duración, llegasen en condiciones de consumo hasta la cosecha del año siguiente. Hubo también intentos de agrupar a los productores bajo una denominación geográfica o una denominación de origen que tampoco llegó a prosperar a pesar de ofrecer la Comunidad de Madrid diversas subvenciones”.

Efectivamente, esta circunstancia hizo que agricultores y comercializadores de Chinchón, recurriesen a sembrar ajos de otras variedades, consiguiendo un producto “híbrido” que le hacía más comercial y que con las cámaras frigoríficas duraba hasta el año siguiente. También, como hacían los meloneros de Villaconejos, sembraron ajos en tierras arrendadas en la Mancha y en Andalucía, para ampliar su producción.

Se creó la Cooperativa “Unión Agraria de Chinchón” con el fin de agrupar a los productores, pero fracasó por la dificultad de normalizar la calidad del producto que los agricultores llevaban a la Cooperativa y por una deficiente política de comercialización. Como también fracasaron otros intentos de agrupación de distintos productores, como "La Ajera de Chinchón" y "El Aulagar", aunque por motivos diferentes.

El caso es que la comercialización del ajo fino de Chinchón quedó en manos de varios agricultores individuales que dirigieron sus productos a las Grandes Superficies, a los Supermercados, a los mayoristas de Mercamadrid y a las tiendas al por menor. Entre otros podemos citar a "Ajos Rico", Zacarias Merinero, Ajos Juan de Dios C.B., los Hermanos Carrasco, Angel García Calvo, etc. etc. 

Lógicamente, estos particulares, no pueden competir con las Grandes Cooperativas como la de Pedroñeras que aglutina prácticamente toda la exportación de ajos de España. Si bien hay que aclarar que el ajo morado de Las Pedroñeras es más apreciado para la exportación y el ajo fino tiene mayor aceptación en el consumo interno.

Algunos de estos agricultores están recogidos en la denominación de Alimentos de Madrid, Alimentos de Calidad y se asocian en APYCA, Asociación de Productores y Comerciantes del Ajo de Chinchón.

Asimismo, se hicieron algunos intentos para conseguir la denominación de origen o denominación geográfica, sin demasiada repercusión en Chinchón.  Los ajos comercializados con el logotipo de “Alimentos de Madrid” deben cumplir con lo prescrito en un Reglamento de Calidad aprobado y controlado por la Dirección General de Alimentación y Consumo de la Comunidad de Madrid con exigencias más restrictivas en cuanto a calidad, que las contempladas e impuestas en la legislación general correspondiente.

Actualmente en Chinchón la agricultura ha perdido la posición preponderante que tuvo en siglos anteriores. Ahora no es cuestión de intentar competir con los grandes productores y comercializadoras del ajo. Pero todavía tenemos un nicho de mercado importante, volviendo a los orígenes; rescatando las semillas del auténtico ajo fino de Chinchón y comercializarlo como lo que es: una exquisitez gastronómica, que posiblemente sea más cara que las otras variedades, pero que el cliente, cada vez más informado, sin duda sabrá apreciar.

Para ir terminando esta crónica podemos dar el valor nutritivo del ajo:

Cien gramos de parte comestible de ajo, en estado crudo, contienen:
Proteínas: 6,7 gramos. Grasas: 0,1 a 0,2 gramos. Hidratos de carbono: 28 gramos. Celulosa: 1 gramo. Hierro: 2,3 miligramos. Manganeso: 1,3 miligramos. Acido ascórbico (Vitamina C): 9 a 18 miligramos. Tiamina (Vitamina B, ): 0,18 a 0,21 miligramos. Riboflavina (Vitamina B^): 0,08 miligramos. Niacina: 0,6 miligramos. Agua: 63 gramos. Calorías: 100-139.

Y algunos consejos: Es indispensable tener en cuenta que el ama de casa debe conservar estos ajos en el frigorífico, desde el mes de enero hasta finales de junio, que es cuando se efectúa la recolección de la nueva cosecha.

Los ajos de Chinchón tiene fama internacional y las amas de casa lo saben muy bien aunque sean más difíciles de pelar.

Considerado como aromatizante imprescindible de la cocina popular, el ajo está convertido en protagonista principal de numerosos guisos regionales y ha ocupado también un lugar importante en la elaboración de distintas salsas, algunas de renombre universal y tan conocidas como el “alioli”. Tradiciones seculares en nuestra gastronomía hacen del ajo de Chinchón un condimento indispensable para guisar y sazonar las más ricas y más suculentas viandas de la cocina típicamente madrileña.

Es para muchos, como “el sabor de los sabores”. La sopa de ajo, el conejo al ajo arriero o el gazpacho a su debido tiempo reclaman imperiosamente la presencia del ajo de Chinchón en las mesas madrileñas.

Y nada mejor que ofreceros una receta que se publicó en el libro Cocina Tradicional en Chinchón” del que son autores Tanci de las Heras y Manuel Carrasco.




POLLO AL AJILLO:

INGREDIENTES:
250 gramos de pollo por persona
Una cabeza de ajos
Medio kilo de tomates maduros
Unas ramitas de perejil
Aceite.
Sal

ELABORACIÓN:

Se parte el pollo en trozos muy pequeños.
Se cubre de aceite el fondo de una sartén y se fríen los trocitos de pollo con unos dientes de ajo.
Una vez frito el pollo, se cubre de tomate natural rallado y se deja cocer a fuego medio hasta que el tomate se reduzca y quede el aceite.
A mitad de la cocción se añade el perejil picado.
Se sirve muy caliente.

Y como final, ¿por qué no? un poco de poesía:




SONETO AL AJO FINO DE CHINCHÓN.

Los duros surcos fueron su regazo,
las nanas de la escarcha y el rocío
le arrullaron; dormido por el frío
la primavera le meció en sus brazos.

Lluvia y sudor, en fraternal abrazo,
le regaron, y nació con tal brío
que los primeros soles del estío
hicieron madurar al tierno ajo.

Blancas manos de moza enamorada
en ristras artísticas le trenzan,
para acabar muriendo en el fogón.

Los huevos, las patatas, la ensalada,
el pollo y el conejo condimenta,
el ajo blanco y fino de Chinchón.
mcm