sábado, 6 de enero de 2018

ARROZ CON LECHE.

Hace ya mucho tiempo que no os contaba un cuento; este me lo contó un amigo que me aseguró que estaba basado en hechos reales, y es el regalo que me dejaron  ayer los Reyes para vosotros...


Doña Genoveva era mucho Doña Genoveva; en cambio el tío Eufrasio, su marido, era más bien poca cosa, y él lo sabía. Ella venía de una familia de alcurnia y fue hija única y por tanto heredera de todo el patrimonio familiar, aunque cuando llegó a ella ya había menguado considerablemente y no era lo que fue antaño, cuando su abuelo don Sigfredo fue alcalde presidente de la Corporación municipal. Fue educada para mandar y bien que se ejercitó desde niña mandando despóticamente a criadas y doncellas, que todas coincidían en profesarla un odio resentido al que, sin duda, se había hecho merecedora. Nunca supo hacer nada de provecho, como no fuera en delicioso arroz con leche que alcanzó fama entre sus amistades y allegados que siempre lo ponderaban cuando estaban en su presencia.
Después, cuando se casó con el Eufrasio, y ya su economía había disminuido, no tuvo más remedio que prescindir del servicio, aunque su voluntarioso marido siempre estaba dispuesto a colaborar en las tareas domésticas para las que ella no había sido educada.
Entre sus manías, que tenía en abundancia como niña mimada que había sido, estaba la fobia irracional que tenía a los médicos. Afortunadamente su salud era robusta y a sus cerca de casi sesenta años, no confesados, se había arreglado con unos cuantos analgésicos y alguna que otra aspirina que ella misma se recetaba.
Un día, sin embargo, empezó a sentir un dolorcillo en el bajo vientre que ella achacó a un exceso con el arroz con leche del postre del día anterior; pero como no se le terminaba de pasar, llamo a su marido:
  • Eufrasio, vete a casa de don Emilio, el médico, y le dices que te duele aquí en el vientre, en el lado izquierdo, un poco más arriba de la ingle; a ver qué te manda. 
Eufrasio ya sabía que no podía discutir, así que sin más dilación se fue a ver a don Emilio, el médico.
  • Mire, don Emilio, desde hace unos días tengo u dolorcillo aquí junto a la ingle izquierda... que yo creo fue de que la otra noche me pase con el arroz con leche que, como usted sabe, le sale muy rico a mi mujer...
Le hizo tumbarse en la camilla, le auscultó, le tomó la tensión...
  • Pues yo no veo nada anormal...
  • Pues a mí me sigue doliendo...
  • Lo mejor es que te vean en urgencias... Voy a llamar a la ambulancia...
Tres horas más tarde al bueno del Eufrasio le habían extirpado la apéndice, aunque el cirujano seguía afirmando que estaba en perfecto estado... 
Y lo peor es que a doña Genoveva no se le terminaba de pasar el maldito dolorcillo.