viernes, 3 de noviembre de 2017

REPUBLICA INDEPENDIENTE.



Hace unos años estuve en IKEA y tuve la maldita idea de comprar un felpudo para el rellano de mi escalera que daba a mis visitantes la bienvenida a la republica independiente de mi casa. Tengo que confesar que ya está bastante pisado y apenas si ya se distinguen algunas de las letras; pero aún se pueden distinguir claramente las palabras REPUBLICA y, sobre todo, INDEPENDIENTE, que se conserva como el primer día.
El caso es que la otra mañana, no serían más de las siete y media, empezaron a aporrear la puerta de mi casa, con el consiguiente susto de mi esposa, que tiene el sueño ligero; yo, en cambio, que ya estoy un poco duro de oído, tarde un poco en enterarme, porque ningún día me despierto antes de las diez de la mañana. Era un destacamento conjunto de la Guardia Civil  y de la Policia Nacional que de inmediato se incautaron del cuerpo del delito y me entregaron un requerimiento urgiéndome a contestar si yo o alguien de mi familia había declarado oficialmente y de forma unilateral la independencia de la Republica de mi casa. 
Yo creo que me denunció el vecino del tercero, que es del Barça y me tiene envidia porque soy más joven que él.
Llame de inmediato a un amigo mío que es abogado, pero que, como yo, ya está jubilado, que me aconsejó trasladarme de inmediato a mi pueblo a la espera de que me fuesen comunicado oficialmente los cargos que se me imputaban, y por dar mayor difusión a mi situación, por aquello de que en mi Pueblo me conoce todo el mundo.
Sedición, rebelión, malversación de fondos familiares, y desobediencia a la autoridad, porque, dicho sea en honor de la verdad, yo me puse bastante borde con el cabo de la Guardia Civil.
El fiscal pidió para mí presión preventiva sin fianza y aquí estoy en mi celda de Estremera esperando el juicio oral. Me dice Oriol, mi vecino de celda, que no me preocupe demasiado porque lo único que me pueden imputar es lo de la malversación de fondos, porque tiene delito el comprar un felpudo tan hortera, y eso sí mis hijos se deciden a secundar la demanda. 
Y tengo que confesar que me ha dejado más tranquilo