miércoles, 2 de agosto de 2017

SEMBLANZAS DE CHINCHÓN. XVII. QUINTAS Y RECLUTAMIENTO FORZOSO EN CHINCHÓN.

17.-Quintas o reclutamiento forzoso en Chinchón en el Siglo XIX.(Historia)

Los orígenes del reclutamiento forzoso en España posiblemente estén en las hermandades medievales en Castilla, en la Santa Hermandad de los Reyes Católicos y en las milicias provinciales del Cardenal Cisneros.

A partir de 1598 todos los pecheros del reino entre quince y cincuenta años entrarían en un sorteo para designar a uno de cada diez, que ingresaría en el ejército real a cambio de una soldada igual a la percibida por los voluntarios.

A partir del siglo XVIII los Borbones consiguen imponer los sorteos progresivamente. Se establece definitivamente esta forma de reclutamiento anual, estableciendo un sorteo que destinaría al ejército real a uno de cada cinco individuos.

Con el paso de los siglos, los que tenían que incorporarse como consecuencia del sorteo eran cada vez más (uno de cada 100, uno de cada 50, uno de cada 12, uno de cada 10, uno de cada 5, y de ahí el nombre quintos) y la duración del servicio era cada vez menor, pasando de ser vitalicio, (o de 20 años) a durar 15 años, luego, 18, 8, 6 años, duración que tenía ya en el sigo XIX (En 1818 en Francia, en 1868 en España.)

Durante el siglo XIX, la llamada a quintas se convierte en un procedimiento normalizado para reemplazar anualmente el ejército. Pero al mismo tiempo se va desarrollando un sentimiento popular anti quintas. El pueblo veía en estas leyes un ataque directo a sus nociones de justicia y equidad y ciertos privilegios clasistas en su articulación que favorecían a los grupos más pudientes, ya que evitaban el cumplimiento de la ley a los más ricos y poderosos, gracias a la redención o sustitución, con el consiguiente perjuicio para los más débiles. Aunque siempre hubo una oposición popular al reclutamiento forzoso, en el siglo XIX alcanza su mayor protagonismo.

Y mientras tanto, ¿cómo se vivía este problema en Chinchón?

En este caso disponemos de un testimonio impagable; el que nos ofrece nuestro paisano Benito Hortelano, que en sus Memorias dice textualmente:

“Hubo una quinta por aquel tiempo y tuvo la mala suerte de tocarle bola negra a mi sobrino Vicente Iglesias, el cual, con los demás desafortunados, se caló su escarapela de mil lazos y colores, como es costumbre en los pueblos, y todos reunidos, con guitarras y panderetas, recorrieron las calles del pueblo por algunos días, tocando y cantando, recogiendo las dádivas que de costumbre y casi derecho todo el vecindario les hace, con las que se divierten, visten y atavían para pasar a los depósitos, desde son agregados a los regimientos. Cada quinta que se verifica, que por las nuevas disposiciones es el 30 de abril de cada año, es una época de luto y angustia en los pueblos. Las infelices madres no tienen consuelo; las novias se retraen de sus diversiones en aquella época; los que tienen algunos recursos los venden o empeñan para reunir la cantidad necesaria para suscribirse en las Sociedades de sustitutos que al efecto hay establecidas; en fin, familias hay que quedan arruinadas y otras empeñadas para muchos años por inscribirse en las Sociedades, por cuyo medio se libran de ir a ser soldados, pues estas Sociedades están obligadas a librar los soldados a quienes por mala suerte les haya tocado la bola negra. Pero si bien es verdad que estos sacrificios se hacen (ya que es preciso que haya ejércitos), también es lo cierto que, pasado este trance fatal, que es una vez en la vida, queda ya el ciudadano libre para siempre del servicio de las armas y puede disponer libremente de su persona, sin estar sujeto, ni en guerras ni en paz, a que nadie le moleste, y queda a su voluntad el tomar o no las armas en cualquier guerra o cuestión que haya”.

En estas breves líneas podemos observar la tragedia que se cernía sobre las familias que tenían la mala suerte de que sus hijos fuesen designados para ingresar en el servicio militar; pero por otro lado, se advierte una resignación ante lo que ellos estimaban como una obligación a contribuir con los deberes hacia la Patria. No es probable que en Chinchón, hubiese una contestación formal al reclutamiento como ocurría en otras regiones, sobre todo en Cataluña, País Vasco y Galicia.

Las distintas leyes que se fueron promulgando a través del siglo XIX reconocían el derecho que tenían los mozos a librarse por medio de la redención o la sustitución. Lógicamente a estas posibilidades sólo podían acceder las familias que tenían un alto poder económico.

 El precio de la redención varía a lo largo del siglo entre 6.000 y 8.000 reales, y el de los sustitutos, entre 2.500 y 5.500, dependiendo de las provincias y de la situación económica del momento.

Al amparo de la redención y de la sustitución aparece un lucrativo negocio monopolizado por las compañías de seguros y agencias de negocios. Estas empresas fueron acusadas a engañar a sus clientes con ofertas irrealizables, de no pagar lo convenido a los sustitutos y de quiebras fraudulentas que dejaban a los asegurados en la calle.

En Chinchón nos encontramos con una verdadera innovación: la redención de los mozos por medio de las aportaciones que hace el propio Ayuntamiento y la Sociedad de Cosecheros.

En el Archivo Histórico bajo el epígrafe 195-2-26 existe un documento muy interesante que tiene fecha de 8 de febrero de 1887. En el mismo se detallan las cuentas del Municipio de Chinchón, con las cantidades que debe a la Sociedad de Cosecheros, por varios conceptos en especial por los adelantos que efectuó la Sociedad para la redención del quintos de Chinchón: Desde 1868 a 1876. Por importe total de 188.194, 95 reales.

De esta cantidad 89.002,62 reales quedan pendientes de devolución y 99.192,33 reales fueron donados por la Sociedad sin derecho a devolución.

La problemática de la redención de los quintos en Chinchón está desarrollado en el libro “La Mojona - Sociedad de Cosecheros de Vino, Vinagre y Aguardiente de Chinchón” de Manuel Carrasco.



El Eremita
Relator independiente.