viernes, 24 de junio de 2016

CLOE


Raudales de lágrimas había derramado desde entonces junto al sauce del río. En el tronco, sus nombres encerrados en un corazón traspasado por una flecha, y una fecha: 28 de agosto de 1965; ahora ya tan deformados por el tiempo que sólo ella sabía que era su nombre el que se adivinaba junto al de Ángel, su amor imposible, cuyas letras, incomprensiblemente, aún hoy se mantenían intactas.

Su nombre, Cloe, apenas si se podía descifrar, de tan deforme como estaba, que más parecía una grieta en el tronco del árbol, arrugado por los años. Era el último sauce  después del recodo del río cuando ya se aleja del pueblo, por lo que casi nadie llegó a conocer la inscripción. La grabó aquella lejana tarde de primeros de septiembre, donde unos días antes ella le había declarado su amor. Pero ese día Ángel ya no estaba allí.

Cuando nació, su padre, un descreído librepensador,  escogió para ella un nombre poco usual en la época, apenas conocido por románticos revolucionarios y lectores de novelas arcaicas. Pero ese nombre iba a marcar toda su vida.

En el pueblo pequeño de su niñez, todos la veían como una niña un poco diferente, siempre ensimismada y con una vida interior nada frecuente en una adolescente tan joven. Sus padres fueron desterrados allí como maestros y ella también fue maestra, y lo primero que hizo fue leer la novela de Longo para saber quién era realmente Cloe y conocer sus andanzas por la remota isla de Lesbos. 

Ni antes ni después de sustituir a su madre en el colegio, ningún mozo se atrevió a cortejarla porque la consideraban demasiado inalcanzable. Ella tampoco podía  fijarse en ellos porque ninguno podía representar el ideal de amor que ella podía sentir. 

Pero llegó Ángel en quien ella enseguida reconoció a su Dafnis amado, liberado ya de los piratas. Era un mes de abril; todos los almendros ya habían florecido y parecía que ese año era más dulce el olor de azahar de los naranjos en plena floración. Venía a sustituir al viejo practicante que se había jubilado, y también el alma de Cloe se llenó de flores como los cerezos del huerto. 

Era el joven más bello, mas educado y más sensible que jamás había conocido, sólo comparable con los galanes protagonistas de las novelas que devoraba en las noches de insomnio, que eran las más en la vida anodina y triste de su juventud que ya se empezaba a marchitar.

Y se enamoró como sólo ella podía enamorarse. Y el amor le salía por los ojos, por la boca, por cada uno de los poros de su cuerpo. Y en su cara se iluminó una sonrisa que afloraba siempre cuando él se acercaba. Pero él nunca parecía darse cuenta de ese amor. 

Ella tuvo que fingir un desfallecimiento para que él la tuviese que atender; cuando sus dedos rozaron su piel toda su alma vibró y ese mero roce fue para ella la demostración de una mutua atracción que solo existía en su imaginación desbordada.

Por fin una tarde, después de haber espiado durante semanas todos sus movimientos, logró encontrarse con él junto al vado del río, donde acostumbraba a pasar largos ratos de lectura y meditación.


Ella se había vestido para la ocasión y a cualquiera que no fuese él, le habría parecido una joven atractiva. Hablaron de poesía, de los reflejos cambiantes en la corriente del agua y de las nubes que jugaban al escondite con el sol; hasta que el cielo se fue oscureciendo, las estrellas empezaron a asomarse en el mirador del cielo y la luna se reflejó en el espejo del río. Ella se acurrucó junto a él, pero él se levantó aduciendo que se estaba haciendo tarde. Él también había disfrutado de su compañía y de la elocuencia de aquella joven tan poco convencional en un pueblo tan recóndito.

Era ya pleno verano y las excursiones al río se sucedían con más frecuencia que él hubiera deseado y mucho menos de lo que Cloe ansiaba. Un anochecer, cuando ya empezaban a desdibujarse las nubes en la obscuridad del cielo  y la luna había bajado, toda desnuda, a bañarse en las  aguas plateadas junto a las ninfas del río, ella se acercó hasta besarle en los labios y le declaró su amor arrebatado. Ángel no correspondió a su beso y le confesó que no podía corresponder tampoco a su amor porque su corazón y todo su ser pertenecían a un joven que aún le esperaba en un pequeño pueblo del sur.

Ella supo entonces que su Dafnis había sucumbido al acoso del malvado Gnatón y que aunque ya nunca podría ser suyo, ella seguiría enamorada de Ángel por siempre.

Él pensó que sería mejor dejar aquel pueblo donde su condición ahora podría ser descubierta y una mañana partió sin despedirse de nadie. Poco después, también Cloe dejaría el pueblo, intentando, en vano, olvidarle. 

Todos los años, el 28 de agosto, vuelve con dos camelias rojas para depositarlas bajo el último sauce por donde escapa el río, y acariciar los nombres que ella grabó en el tronco, dentro de un corazón traspasado por una flecha.

Nunca más supo de él; pero a sus setenta años, ya con su pelo y su alma cubiertos de nieve, aquella flecha del tronco del sauce aún le sigue traspasando el corazón y hace que nunca, nunca, pueda dejarle de amar. 

jueves, 23 de junio de 2016

APUNTES DE CHINCHÓN.



Ha nacido una nueva página,ahora a través de Facebook, titulada "APUNTES DE CHINCHÓN" en la que se recogen investigaciones sobre lo que de Chnchon aparece en internet, además de las noticas que el autor prepara de la actualidad de nuestro pueblo.
Este es el enlace:

Seguro que vais a encontrar temas de interés.
El Eremita quiere felicitar esta nueva iniciativa para promocionar la cultura, la economía, el turismo y la actualidad de Chinchón.
Gracias, al autor, uno más de los que demuestran su cariño e interés por nuestro pueblo. De verdad, gracias.

miércoles, 22 de junio de 2016

EL TORO DE LA VEGA, LAS TRADICIONES Y LA HIPOCRESÍA.




A diario se sacrifican miles y miles de animales para alimento de los humanos. Y eso ha sido así desde siempre. Bien es verdad es que con el paso de los tiempos parece que estos sacrificios son menos traumáticos, y que la descarga eléctrica parece menos cruel que la muerte a pedradas utilizará por nuestros ancestros prehistóricos; aunque para los animales no haya demasiada diferencia porque el final viene a ser el mismo.
Con el paso de los tiempos se han ido abandonando costumbres y tradiciones, bien porque aparecían nuevas tecnologías o porque esas costumbres empezaban a resultar demasiado bárbaras para el sentir de los nuevos tiempos. 
Desconozco quién y cómo tuvo la idea de divertirse maltratando a los animales, pero eso ya debió ser una evolución porque antes también parecían divertirse haciendo sufrir a los congéneres. A los romanos se les ocurrió que era un buen espectáculo ver cómo las fieras se comían a los hombres y resultó un salto cualitativo importante el que los hombres matasen a los animales indefensos, eso sí, usando animales fieros que pusiesen en peligro a esos esforzados hombres que iban perfeccionando la forma de maltratar a los animales hasta convertirlo en "arte", sin olvidarse, por supuesto, que también el "artista" podía morir en el intento. Eso, poco a poco, fue ganando adeptos y esa tradición ha logrado llegar hasta los tiempos modernos en algunas de sus manifestaciones, aunque desaparecieron otras formas de tortura a los animales como, por ejemplo, lanzar un pavo desde la torre del pueblo, posiblemente porque eso no ponía en peligro a los lanzadores.
Los lugareños de Tordesillas andan muy ofuscados por la prohibición de matar a su toro de la Vega y se amparan en la tradición y en sus raíces. Algo parecido a lo que aducen a los partidarios de la llamada fiesta nacional y, unos y otros, no comparten que el maltrato animal puede herir sensibilidades y es más importante mantener esas costumbres que evolucionar hacia unas diversiones más creativas y menos sangrientas.
Como se aducen motivos económicos, culturales, ancestrales, turísticos, ambientales, etc. etc., para defender y atacar estas prácticas muchas veces sustentadas en oscuros intereses, y la hipocresía se advierte detrás de muchos de los argumentos esgrimidos, considero que estas manifestaciones irán perdiendo terreno cuando las sensibilidades de cada uno evolucionen o cuando la economía no permita mantener estos espectáculos, ya demasiado caros y que solo pueden sobrevivir gracias a las subvenciones.

lunes, 20 de junio de 2016

MEJOR SI NO PASA NADA.



De más jóvenes siempre estábamos esperando que ocurriese algo nuevo en nuestra vida. Había tantas expectativas en el horizonte que en cualquier momento nos podía llegar la buena noticia. Cuando sonaba el teléfono o el cartero te traía una carta, podía ser una oportunidad laboral o una cita esperada. Ahora, ya de mayores, no; ahora es mejor que no pase nada.
Ahora nuestra rutina la marca nuestra serie favorita de televisión, el partido de fútbol del fin de semana, la cita para la revisión médica o la fecha de ir a la farmacia con la receta electrónica para reponer las medicinas; porque ya ni nos tenemos que preocupar por cuando nos llega la pensión, porque nos lo avisa el banco por un mensaje, y además siempre es puntual.
Por eso, lo mejor es que no llegue ninguna noticia... Aunque pudiera se buena. 
El otro día, ¡menudo susto me dio el teléfono a eso de las ocho de la mañana! Aún estaba dormido y no me dio tiempo a levantarme para llegar a cogerlo. Debió ser una equivocación, porque la llamada era de Servía y que yo sepa no conozco a nadie de por allí. Ya no me acosté, pero desayuné tranquilo porque, afortunadamente, ese día tampoco había noticias y no había nada que perturbase mis rutinas y solo tendría que salir a comprar el pan, leer las noticias en la "tablet" y ver el ciclismo después de comer, que es el mejor acompañante para dormir una buena y tranquila siesta.
Ahora, hasta siento una cierta pereza a la hora de publicar algo en el blog; no sea el caso que haya alguien a quien no le guste y empiece a recibir anónimos, y eso, a mis años, no me resulta agradable. 
Ya digo, le mejor es que nunca pase nada.