miércoles, 22 de junio de 2016

EL TORO DE LA VEGA, LAS TRADICIONES Y LA HIPOCRESÍA.




A diario se sacrifican miles y miles de animales para alimento de los humanos. Y eso ha sido así desde siempre. Bien es verdad es que con el paso de los tiempos parece que estos sacrificios son menos traumáticos, y que la descarga eléctrica parece menos cruel que la muerte a pedradas utilizará por nuestros ancestros prehistóricos; aunque para los animales no haya demasiada diferencia porque el final viene a ser el mismo.
Con el paso de los tiempos se han ido abandonando costumbres y tradiciones, bien porque aparecían nuevas tecnologías o porque esas costumbres empezaban a resultar demasiado bárbaras para el sentir de los nuevos tiempos. 
Desconozco quién y cómo tuvo la idea de divertirse maltratando a los animales, pero eso ya debió ser una evolución porque antes también parecían divertirse haciendo sufrir a los congéneres. A los romanos se les ocurrió que era un buen espectáculo ver cómo las fieras se comían a los hombres y resultó un salto cualitativo importante el que los hombres matasen a los animales indefensos, eso sí, usando animales fieros que pusiesen en peligro a esos esforzados hombres que iban perfeccionando la forma de maltratar a los animales hasta convertirlo en "arte", sin olvidarse, por supuesto, que también el "artista" podía morir en el intento. Eso, poco a poco, fue ganando adeptos y esa tradición ha logrado llegar hasta los tiempos modernos en algunas de sus manifestaciones, aunque desaparecieron otras formas de tortura a los animales como, por ejemplo, lanzar un pavo desde la torre del pueblo, posiblemente porque eso no ponía en peligro a los lanzadores.
Los lugareños de Tordesillas andan muy ofuscados por la prohibición de matar a su toro de la Vega y se amparan en la tradición y en sus raíces. Algo parecido a lo que aducen a los partidarios de la llamada fiesta nacional y, unos y otros, no comparten que el maltrato animal puede herir sensibilidades y es más importante mantener esas costumbres que evolucionar hacia unas diversiones más creativas y menos sangrientas.
Como se aducen motivos económicos, culturales, ancestrales, turísticos, ambientales, etc. etc., para defender y atacar estas prácticas muchas veces sustentadas en oscuros intereses, y la hipocresía se advierte detrás de muchos de los argumentos esgrimidos, considero que estas manifestaciones irán perdiendo terreno cuando las sensibilidades de cada uno evolucionen o cuando la economía no permita mantener estos espectáculos, ya demasiado caros y que solo pueden sobrevivir gracias a las subvenciones.