sábado, 12 de marzo de 2016

LAS INMATRICULACIONES DE LA IGLESIA.



Andaba yo dando una vuelta por las televisiones a la hora del telediario y fui a caer en Intereconomia donde un señor, creo que se llama José Javier Esparza, con parche en el ojo (y no sé si con pata de palo) presentaba el espacio "Redacción abierta" junto a Julio Ariza, su jefe, comentando la actualidad. 
Comentaba el susodicho un pasaje de Fiódor Mijáilovich Dostoyevski que decía algo así como que "Si Dios no existe, todo está permitido”, en frase de Iván Karamazov. Y hacia esta aseveración para seguir argumentando que los ateos son capaces de hacer las mayores barbaridades por ser unos "sin-Dios".
Ya lo decía también a mediados del siglo pasado Jean Guénolé Louis Marie Daniélou S.J. Cardenal francés, argumentando que "la tentación del hombre moderno es pensar que se puede hacer el bien sin la ayuda de Dios".
Lógicamente el Sr. Ariza, que para eso es del Opus Dei, aseguraba que afortunadamente Dios no había muerto y que la Iglesia Católica estaba para defender los eternos valores que, de otra manera, serían abolidos de la faz de la tierra.
Sin entrar a valorar la categoría moral del Sr. Ariza para dar lecciones de moralidad, yo ahora no voy a debatir si Dios vive, existe, o vivirá para siempre. No es el momento ni el lugar adecuado para hacerlo.
Hoy he decidido hablar de inmatriuclaciones que, como todos sabéis es inscribir en el registro de la propiedad un bien que no tiene dueño conocido. Tampoco, sin embargo, voy a comentar las inmatriuclaciones que ha efectuado la Iglesia Católica de bienes inmuebles, como la Mezquita de Córdoba y otros monumentos religiosos que andaban sin dueño registrado. No, tampoco quiero hablar de eso.
Hoy quiero hablar de valores. Pero de valores no económicos, sino morales.
La doctrina cristiana defiende que por aquello del dichoso pecado original, los hombres tiene la marca de la maldad. Los hombres son malos por naturaleza y solo gracias a la "gracia" divina se regenera.
Por eso, los valores de la honradez, el altruismo, la generosidad, la justicia, la paciencia, etc. etc. que se pueden encontrar en el alma humana y de los que ya hablaron los filósofos griegos; los viejos Padres y Doctores de la Iglesia se apresuraron a "inmatricularlos" a su nombre pero añadiéndoles la categoría de "virtudes" o "dones del Espíritu Santo", asegurando que son propiedad de su religión y negando, y esto es lo más grave, que las puedan practicar los ateos que no hayan recibido la "gracia" de la fe en Dios.


Yo creo que el hombre es por naturaleza bueno y que después va degenerando, unos más que otros, por las distintas circunstancias de la vida; pero que en esa posible degeneración no tiene demasiado que ver si uno es creyente o ateo. Hay creyentes que son muy buenas personas, como hay ateos que también lo son; y hay ateos que son unas malas bestias, como creyentes que no les van a la zaga.
Lo que deberían saber los creyentes es que es pecado apropiarse de los bienes ajenos... Aunque sólo sean morales.