lunes, 1 de febrero de 2016

VAMOS DE ADIVINOS.



Os prometía el otro día que os iba a decir lo que yo creo que va a pasar en la situación política nacional. Pero me pareció más oportuno pensarlo un poco mejor y, de paso, ir vendo lo que se decía por ahí que, siempre, algo ayuda.
Lo primero, y en estos días se ha podido comprobar con mucha más nitidez, es como los distintos medios de comunicación van arrimando el ascua a su sardina, ya sin ningún pudor, porque lo importante es descalificar al "enemigo" y justificar las decisiones de los "propios".
Así, el ya conocido "órdago" de Iglesias o la "renuncia" de Rajoy son una jugada maestra  digna de elogio o un movimiento torticero (¿por qué se habrá puesto de moda esta palabra tan horrible?) en función de quién esté escribiendo la crónica.
En lo que sí están casi todos de acuerdo es en el "marrón" que le ha caído a Sánchez, a quien le han dejado prácticamente sin capacidad de actuar, aunque él intentaba por todos los medios obligar a Rajoy a negociar un gobierno, con el fin de ir ganando tiempo para convencer a los de sus propio partido.
Pero dejando aparte las descalificaciones partidistas e interesadas y las salidas de tono de algún que otro "opinador" a los que es mejor no hacerles demasiado caso, la verdad es que no hay muchas alternativas a la salida de esta situación.
Empleando la lógica, en realidad solo tres. La primera, por orden cronológico, es que PSOE y Podemos lleguen al acuerdo que proponía Iglesias, y que consigan las adhesiones y abstenciones necesarias. 
La segunda, siguiendo este mismo orden, que no lo consigan, y el PP proponga a Pedro Sánchez que sea el presidente de un gobierno con el PP y Ciudadanos. 
La tercera, nuevas elecciones.
Vamos a ver. La primera posibilidad, tal y como está planteada, no la quiere nadie, ni siquiera Podemos. La forma de proponerla y los términos exigidos son inaceptables para el PSOE y sus viejos barones no lo van a permitir, y si lo propuso así  el mismo Iglesias es porque sabía que era inaceptable.
La segunda, es la única posibilidad que tiene el PP, puesto que Rajoy ya no cuenta ni para la mayoría de sus líderes y no tiene a nadie que pueda ofrecer una mínima posibilidad de liderazgo aceptable para los hipotéticos socios de legislatura, teniendo en cuenta, además, los nuevos escándalos de corrupción que siguen apareciendo cada día. Esto es, más o menos lo que pide Esperanza Aguirre, aunque esta posibilidad tampoco puede ser aceptable para el PSOE, como no fue aceptada su propuesta similar en el Ayuntamiento de Madrid, cuando las municipales.


Por tanto, la única alternativa es la tercera: Unas nuevas elecciones. 
Claro está que estas opciones son a las que se podrían llegar aplicando la lógica. Pero como está demostrado que este método o razonamiento según el cual las ideas o la sucesión de los hechos se manifiestan o se desarrollan de forma coherente y sin que haya contradicciones entre ellas no se puede aplicar a la situación política, en donde se contraponen otras motivaciones no siempre confesables, lo que puede suceder es tan difícil de predecir que ni los más avezados analistas se atreven a dar un pronóstico claro.
Por lo tanto, lo de las nuevas elecciones, que parecería el corolario lógico a esta situación, habrá que ponerlo en cuarentena, a la espera de nuevos acontecimientos y, sobre todo, de los que digan los que de verdad "mandan" en todo esto.
Y como ya me he alargado demasiado para lo que es mi costumbre en este tipo de artículos para el blog, dejo para otro día el comentario de a quién podría beneficiar unas nuevas elecciones y quienes las quieren y quienes, no.
Pero ya digo, eso será otro día.