lunes, 15 de febrero de 2016

OPINAR DE OÍDO.



Si eres asiduo a los debates podrás advertir que muchas veces se nota que los tertulianos "opinan de oído"; es decir que opinan sin conocer lo que se está debatiendo. Viene a equivaler a los intérpretes que no saben música y se dice que tocan de oído. 
Como leerse un libro, estudiar un atestado, ver una película o aguantar una obra de teatro supone un esfuerzo y dedicarle tiempo para conocerlo en profundidad, hay quienes se conforman con leer una reseña, escuchar los titulares de las noticias o repasar los "whashapp" que te mandan los amigos para formarse una opinión. 
Estos últimos días estamos asistiendo al gran debate de los "titiriteros" en el que hemos participado casi todos, incluidos ministros, informadores de prestigio, alcaldes, concejales, locutores y familiares y amigos que te han ido mandando lo que se cocía en la red, con chistes al gusto de casi todos, que lo único que han conseguido es que nadie sepa realmente lo que de verdad dice la obra de guiñol, que parece ser es de lo peorcito que se le ha ocurrido nunca a un autor titiritero.
Yo tengo que reconocer que no he visto la obra ni he leído el guión; por lo tanto, dar ahora mi opinión sobre la misma no sería procedente y más después de haber criticado a los que lo hacen en mis mismas circunstancias. He intentado, no obstante, leer lo que se ha dicho sobre la misma y he llegado a la conclusión que muy pocos, por no decir ninguno de los que han opinado, ha visto la obra "La bruja y don Cristóbal" de marras.
Y me hace llegar a esta conclusión el hecho de que hayan podido llegar a conclusiones tan dispares. Solo cabe la explicación de que lo que menos importa en este caso es llegar a conocer la realidad, sino más bien lo importante es poder atacar al enemigo, como ocurre tantas veces y con tantas noticias con las que nos tenemos que desayunar cada mañana.
Pero hay que reconocer que esto de los titiriteros ha venido de perlas para entretenernos y distraernos del verdadero espectáculo que nos están dando los políticos, que eso sí que parece un guiñol.