De Forges, ayer en El País.
sábado, 11 de julio de 2015
viernes, 10 de julio de 2015
EL CRITERIO DE JUAN ELVIRO
Juan Elviro nunca tuvo demasiado criterio. Era de los que dejaban hablar a los demás para luego el repetir lo que alguien había dicho, y siempre procuraba decir lo que había dicho la mayoría.
Cuando fue creciendo adquirió una cierta habilidad para decir lo mismo que los demás, pero cambiando algunas palabras de forma que pareciese original; y tanto lo perfecciono que se llego a creer que lo que decía lo había pensado él.
Y luego, ya de mas mayor, se dedicó a la política, pero como seguía sin tener criterio propio, se encargaba de escuchar lo que decían en la televisión o escribían en los periódicos -lógicamente en las cadenas y en los diarios que escuchaban o leían todos los de su partido- para simular que el,también tenía criterio.
Y con esos pensamientos prestados y con un poco de desparpajo fue escalando en su partido y llego a secretario general, primero y a presidente después.
Y a partir de ese momento lo tuvo mucho más fácil. Como estaba acostumbrado, le fue muy fácil repetir el discurso que le dictaban los mercados, las multinacionales y los mandamases europeos.
Y con el tiempo, mucho, mucho después, pasados muchos años, Juan Elviro llegó a ser considerado como uno de los mejores presidente de la Nación de toda la historia.
miércoles, 8 de julio de 2015
TOROS EN JULIO.
El mes de julio es, tradicionalmente, la fecha oficial del inicio de las vacaciones y también de las fiestas patronales por toda la "piel de toro".
Y digo lo de la piel de toro porque, también tradicionalmente, es el toro el protagonista de estas fiestas.
Desde Navarra a la Comunidad Valenciana, pasando por Madrid y por otros muchos sitios, el toro se convierte en el centro de la fiesta y, precisamente por eso, se le ha puesto en el punto de mira de la polémica.
Cuando hablamos de los toros, hay que distinguir entre la "Fiesta Nacional" y la fiesta popular. En el primer caso, existe un reglamento que lo normaliza y participan solo profesionales y el público asiste como espectador pagando una entrada con la que teóricamente se sufragan los gastos del espectáculo.
En la fiesta popular de los toros, casi todo es amateur y el público participa, generalmente sin pagar una entrada; por lo que este espectáculo tiene que ser financiado por los organizadores que suelen ser los Ayuntamientos, dentro de los presupuestos municipales.
Vamos a dejar aparte, por hoy, la valoración estética y moral de la fiesta de los toros para centrarnos en su aspecto económico.
Con motivo de la nueva composición de las nuevas corporaciones municipales salidas de las últimas elecciones, ya ha motivado diversas declaraciones que anunciaban la abolición de muchas de estas manifestaciones y en otros lugares han anunciado que se "estudiará" la viabilidad de estas fiestas por ser demasiado "caras" y no asumibles cuando hay tantas carencias mucho más necesarias en los municipios.
Los "bous al carrer", los "bous a la mar" en Levante, los encierros en Navarra y en Madrid, están siendo cuestionados, y me parece muy bien.
Cuando el único argumento que se aporta en su defensa es la tradición y la costumbre, creo que hay otros muchos criterios a tener en cuenta a la hora de repartir los muy escasos dineros del erario publico.
Es así de sencillo, si hay dinero se puede hacer, o dicho de otra forma se pueden organizar los espectáculos taurinos para los que haya fondos. Porque se pueden mantener, se pueden anular... O se pueden reducir.
También hay otra posibilidades; los que quieran toros, que los paguen.
martes, 7 de julio de 2015
7 DE JULIO, SAN FERMÍN.
En la fotografía podemos admirar la estética del momento, en la que toro y corredor muestran un paso de ballet lleno de dramatismo y autenticiadad.
Tomada en el encierro de hoy mismo en Pamplona.
EL ROTO en el País de Hoy.
La entrada de hoy la he etiquetado como actualidad como es obvio y dolorosa, como también es obvio, y si no que se lo pregunten al mozo protagonista.
lunes, 6 de julio de 2015
UN VIAJE NOSTÁLGICO A LAS TIERRAS DE MOYA.
El 13 de diciembre de 1474 Isabel de Trastámara es proclamada Reina, con el nombre de Isabel I de Castilla. Estaba casada con Fernando de Aragón, pero no fue hasta 1479, al terminar la guerra de sucesión en la que su sobrina Juana les reclamaba el reino que debería haber heredado de su padre, cuando el Reino quedo pacificado.
En todos estos acontecimientos, para conseguir el trono de Castilla, tuvieron una intervención decisiva don Andrés de Cabrera, Alcaide del Alcázar de Segovia y su esposa doña Beatriz de Bobadilla, fiel amiga de la Reina.
Por eso, solo unos meses después de terminada la guerra, los monarcas quisieron "premiar" los servicios prestados a sus súbditos y amigos, y les concedieron el título de Marqueses de Moya y también el Señorío de Chinchón, para lo cual tuvieron que segregar este Señorío de las tierras de Segovia, a pesar de haber jurado que nunca lo harían. Era el año 1480.
Entonces el sitio de Moya era un lugar amurallado prácticamente inaccesible, que los nuevos marqueses terminaron de fortificar y donde construyeron su fortaleza. Simultáneamente estaban construyendo las fortalezas de Odon y Chinchon, donde también construyeron un lujoso palacio.
Todo esto demuestra la alta alcurnia de los nuevos marqueses y su gran poder económico.
Chinchon dista unos doscientos cincuenta kilómetros de Moya y unos ciento cincuenta de la Ciudad de Segovia; donde también tenían su Palacio. En estos tres sitios tenían su residencia, aunque fue en Segovia donde más tiempo permanecían para estar cumpliendo sus deberes como fieles servidores de los Reyes, sus amigos y protectores.
Quinientos treinta y cinco años después he visitado aquel Sitio de Moya. Pero ahora allí sólo quedan las ruinas de lo que fue aquella imponente fortificación.
Acompañado por gran parte de mi familia política que lleva el apellido de aquellas tierras, y guiado por un gran conocedor de su historia y de sus gentes, mi amigo Regulo Algarra, visitamos aquellas ilustres ruinas una soleada y calurosa tarde de principios de este verano.
Las tierras de Moya están enclavadas en una zona bastante deprimida de la provincia de Cuenca, donde solo viven en la actualidad unas 50 personas, aunque en verano su población puede llegar a los cuatrocientos habitantes que se reparten en cuatro asentamiento o barrios distribuidos en varios kilómetros alrededor del antiguo asentamiento que hoy está totalmente deshabitado y con una accesibilidad difícil, teniendo que hacer a pie los últimos metros para alcanzar la fortificación.
Esta tiene un perímetro de más de 700 metros, circundado por murallas en ruinas y un acantilado con un gran desnivel que ha salvaguardado durante siglos este sitio de Moya.
Allí encontramos los restos del castillo que mandaron construir los primeros marqueses y que en la actualidad amenaza ruina inminente.
Moya tuvo dentro de las murallas hasta siete iglesias de las cuales solo una sigue en pie, al haber sido restaurada y donde, nos cuenta Régulo, todavía se suelen celebrar alguna boda de los descendientes de los últimos pobladores del lugar. Otra iglesia esta siendo convertida en un hotel, aunque todavía queda un tiempo hasta que se construyan unos accesos idóneos para su utilización.
Hay un antiguo convento en el que se han realizado algunas obras de mantenimiento y que podría ser, con una costosa rehabilitación, un lugar de alojamiento y de utilización turística, que hoy por hoy, es la única opción plausible para rescatar estas prestigiosas ruinas del olvido y de su demolición definitiva.
Dejamos el Sitio de Moya cuando el sol caía y sus últimos rayos teñían sus piedras con un tono rojizo que parecían rememorar el esplendor de los tiempos ya muy antiguos, cuando los primeros marqueses del lugar y Señores de Chinchón, debieron llegar a este lugar en un verano de aquel año de 1480 cuando los Reyes de Castilla les concedieron tan altas distinciones.
En todos estos acontecimientos, para conseguir el trono de Castilla, tuvieron una intervención decisiva don Andrés de Cabrera, Alcaide del Alcázar de Segovia y su esposa doña Beatriz de Bobadilla, fiel amiga de la Reina.
Por eso, solo unos meses después de terminada la guerra, los monarcas quisieron "premiar" los servicios prestados a sus súbditos y amigos, y les concedieron el título de Marqueses de Moya y también el Señorío de Chinchón, para lo cual tuvieron que segregar este Señorío de las tierras de Segovia, a pesar de haber jurado que nunca lo harían. Era el año 1480.
Todo esto demuestra la alta alcurnia de los nuevos marqueses y su gran poder económico.
Quinientos treinta y cinco años después he visitado aquel Sitio de Moya. Pero ahora allí sólo quedan las ruinas de lo que fue aquella imponente fortificación.
Acompañado por gran parte de mi familia política que lleva el apellido de aquellas tierras, y guiado por un gran conocedor de su historia y de sus gentes, mi amigo Regulo Algarra, visitamos aquellas ilustres ruinas una soleada y calurosa tarde de principios de este verano.