sábado, 10 de octubre de 2015

LA DUDA DE HELENA



Sus padres la deberían haber llamado Hamlet, pero la llamaron Helena, posiblemente porque era niña; pero como el príncipe danés había nacido con la duda gravada en su mente y en su existencia. 
Ya de muy pequeña dudaba entre el chupete rosa y el azul, aunque todos esperaban que escogiese el primero. Su madre tenía que esperar pacientemente a que se decidiese entre el seno derecho o el izquierdo, aunque siempre terminaba por preferir el ultimo, lo que hizo pensar a sus progenitores en que esas podrían ser sus ideas políticas. 
En el colegio tenía serias dudas entre utilizar el bolígrafo o el lápiz, y nunca sabia si debía pintar el cielo de color azul o de gris perla. 
Pero todo se agravó cuando tuvo que elegir su orientación sexual. A ella le gustaban los chicos; sobre todo Emigdio, que era muy guapo y además sus padres tenían una casa en la playa; pero ella dudaba si la amistad de su mejor amiga Edelmira no podría ser algo mas que amistad, porque se encontraba muy a gusto con ella. 
Se decidió por Emigdio y se llegaron a casar; no sin antes tener una muy serio ataque de dudas de si hacerlo por la Iglesia o por lo civil.  Optaron por lo primero, mas que nada porque su suegra, doña Orosia, era muy creyente y la hubiera desheredado, sin ninguna duda, si hubiera optado por lo segundo. 
Nació su primer hijo, al que después de muchas dudas le pusieron el nombre de su padre, porque era incapaz de tomar la decisión final de ponerle Escolapio o Estanislao.
Emigdio junior termino siendo unigénito porque su padre fue incapaz de convencer a sus esposa de que debían darle un hermanito, cosa que Helena se declaró incapaz de decidir, ante la duda de si vendría niño o niña, en el caso de optar por tener mas descendencia.
Ahora anda muy preocupada porque le ha asaltado la duda de si morirse ya o esperar a cumplir los ciento dos años; pero a este paso yo creo que pasaran los cinco años que le faltan para cumplirlos, porque Helena, nunca, fue capaz de tomar una sola decisión por si sola, y como su marido murió el año pasado, ya no hay quien sea capaz de quitarle la duda con la que ha convivido toda su existencia y la que, sin duda, ha hecho que viva tanto tiempo; eso si, siempre sumida en la duda.