martes, 18 de agosto de 2015

EL DILEMA


El Departamento de Favores, dentro de la Dirección General de Peticiones y Súplicas trabajaba a pleno rendimiento. Los funcionarios, allí destinados, eran conscientes de la trascendencia de su gestión para la buena imagen del Reino en la tierra.
En época de crisis el trabajo aumentaba y las peticiones se acumulaban en el registro de entrada, si bien la profesionalidad y eficacia de los profesionales los solventaba con la urgencia que les era requerida. Allí todo funcionaba con una gran precisión. (No digo como la de un reloj suizo porque últimamente tienen más prestigio los watch de Apple) Todas las solicitudes eran registradas, seleccionadas, adjudicadas, y solucionadas con suma diligencia y eficacia, lo que había hecho de esta Dirección General una de las de más prestigio en todo el Cielo.
Todos los funcionarios del Departamento tenían una gran capacitación. Para entrar allí se requería el  título de “patrono” o su equivalente de “intercesor”, que sólo se lograba después de una dilatada vida de entrega a sus devotos.
Allí trabajaban, entre otros muchos,  San Judas Tadeo y Santa Rita de Casia que se encargaban de los asuntos imposibles; Santa Cecilia que era la directora de la Sección musical; San Antonio que era el experto en asuntos de la pareja, San Valentín que estaba dedicado únicamente a las cuestiones de los enamorados;  Santa Ana que administraba los asuntos domésticos, San Juan de Dios y San Martin de Porres, que tenían que atender todas las solicitudes que llegaban de los Hospitales,que eran por lo general las más numerosas, y Santa Bibiana a la que se le había encargado el control de las enfermedades de la vista.
La coordinación de la Dirección General, consciente Dios de la importancia de su funcionamiento para los intereses del Reino de los Cielos, se la encargó al mismísimo San Pedro, que para eso era el Príncipe de los Apóstoles, compartiendo este cargo con el de Portero Oficial del Paraíso.
En realidad, el trabajo era bastante rutinario y generalmente solo entraban cuestiones de índole ordinaria, como peticiones de favor para niños que iban a ser operados, solicitudes de ayuda para viejos desamparados, favores de clarividencia  para jóvenes en época de exámenes, ruegos de milagros para familias que proceso de desahucio, y alguna solicitud de alguien que iba a ser operado de cataratas. Y habían conseguido un mínimo tiempo de espera que para sí querrían la mayoría de los hospitales de la Seguridad Social.
Sin embargo, un día saltaron todas las alarmas. Dos solicitudes entraron casi al mismo tiempo y con la misma petición.
En el Gobierno del Reino de España había quedado vacante el puesto de Ministro de Cultura, porque al anterior titular le habían nombrado embajador de un importante Organismo Europeo en la Capital de Francia. El Jefe del Ejecutivo, como era su costumbre, dilató el nombramiento y pudo trascender que los candidatos eran dos de sus más fieles colaboradores. Hasta la prensa mejor informada se atrevió a filtrar sus nombres; tanto es así, que ambos candidatos decidieron acudir a solicitar la ayuda divina para conseguir tan alta distinción. Así los dos ministrables, que eran muy religiosos y devotos, se acercaron a sus respectivas parroquias para implorar el favor del Altísimo que les ayudase en tan importante situación de su vida política y personal. (Pensaron que era mejor acudir a los canales tradicionales que hacerlo desde sus propias casas, que posiblemente no tuviese la misma efectividad)
San José de Cupertino, que era el patrono de los que hacían oposiciones, recibió esta insólita solicitud. Primero intentó quitarse el marrón de encima alegando que esto no era una oposición propiamente dicha y que se lo pasasen a San Judas Tadeo, pero el supervisor determinó que era él quien debían atender estas demandas.
Después de hacer un amplio informe en que recalcaba que ambos solicitantes presentaban méritos parejos y antecedentes de probada religiosidad, alegaba que beneficiar a uno o a otro podría suponer en agravio comparativo que podría socavar la prístina imparcialidad de esta Dirección General, y que estas solicitudes planteaban un dilema insalvable y de repercusiones difíciles ahora de prever.
El asunto trascendió hasta las más altas instancias y ante la gravedad de lo planteado, se decidió solicitar la colaboración al mismísimo Salomón; ante la protesta del de Cupertino, que parece ser que dijo:
-Ya sé lo que a decir ese, que les nombren ministro seis meses a cada uno…
El hijo del Rey David, después de escuchar en silencio el contenido de ambas solicitudes y de leer el amplio informe del Responsable de la Sección, hizo un largo silencio y después, con voz pausada, dijo:


-Se trata del Reino de España, ¿no? Y el Jefe del Ejecutivo es Rajoy ¿verdad?
Puso su mentón sobre la mano, con el codo apoyado en el brazo del sillón, hizo otro largo silencio, yo creo que para darse importancia y crear expectación, porque es bien sabido que Salomón es harto prosopopéyico y muy dado a los efectos teatrales… Y al cabo de unos minutos, levantando la voz, sentenció:
-No hay ningún problema. Rajoy no va a nombrar ministro a ninguno de los dos, porque sería la primera vez que alguien acierta en sus cambios de ministros….