sábado, 30 de agosto de 2014

EPILOGO: LOS AUTORRETRATOS DE EDUARDO CARRETERO.


ISABEL Y EDUARDO.

Igual que Rembrandt Harmenszoon van Rijn pintó repetidas veces a su querida Saskia van Uylenburgh y durante toda su vida volvió una y otra vez a mostrarnos sus autorretratos, Eduardo tambien nos dejó varias muestras de sus autorretratos en varias etapas de su vida y, sobre todo, no paró de repetir el retrato de su musa particular: Isabelita. 
Su nombre completo, Isabel Roldán García, que era la prima preferida de Federico García Lorca, con quien se crió en la casa de Fuentevaqueros.


Eduardo conoció a Isabel cuando ella era muy joven en Granada y se enamoró de ella, aunque confiesa que aquello era un amor imposible por las diferencias sociales y económicas de sus familias. La solía ver en la pastelería  López Mezquita de la calle Zacatín, muy cerca de la tienda de telas de su padre, que se llamaba “La Ciudad de Berlín”, porque su padre sentía una gran simpatía por  Alemania, y a veces hasta se atrevía a cambiar algunas palabras con ella.


Pero llegó la guerra civil y después el campo de concentración. Cuando volvió a Granada la encontró de nuevo y, entonces, ya habían desaparecido aquellas diferencia sociales y económicas, y ya nunca se volvieron a separar. En el año 1946 consigue una beca del Ayuntamiento de Granada de 3000 pesetas al año, por su obra “cabeza de niña” en mármol, hoy propiedad de la familia de don Alfredo Daneo, y gracias a esta beca puede tomar la decisión de casarse con Isabel.