miércoles, 30 de julio de 2014

BLAS, EL GORRIÓN QUE NO SABÍA VOLAR.


La historia de un gorrión. (Una fábula basada en hechos reales).

Nació a finales de junio, en el alero de un tejado que hay en mi patio junto a un frondoso magnolio. De la camada de solo tres huevos, nacieron tres preciosos pollitos a los que los papas gorriones les dieron el nombre de ""Picochato" "Colachica" y al tercero que nació unos días más tarde decidieron ponerle un nombre menos usual en el santoral de las aves; decidieron llamarle "Blas", porque habían oído que ese santo era el protector de las enfermedades de la garganta y ya se sabe que un buen gorrión que se precie debe cuidársela para tener un canto fluido y sonoro.



Los padres se cuidaron de alimentar a sus tres retoños y los dos mayores no tardaron en hacer sus primeros pinitos volanderos saltando desde el alero del tejado a las ramas del magnolio y en pocos días se fueron alejando, saltando a una ventana cercana y a otros tejados más altos, hasta que emprendieron su primer vuelo bajo la atenta mirada de los padres que asistían orgullosos a la primera aventura de "Picochato" y de "Colachica"

Pero Blas era distinto. Era tímido, retraído y poco dado a la aventura. Por más que sus padres le animaban, no se atrevía ni siquiera a asomarse al borde del alero. 





Papá gorrión le dijo enérgico: - Pío, pio, pio, piiio, que en idioma humano es como decir: ¡”No sea cobardica, Blas”!

La mamá, en cambio, no paraba de quejarse: - Piio, piiiio, pío. Es decir, “No seas así, hombre, deja al chico que haga lo que quiera”….
Yo no sé si por lo que le dijo su padre, o porque se sintió con fuerzas, el caso es que aprovechando que sus padres habían salido a cazar la comida, y haciendo un esfuerzo supremo de valentía, quiso saltar del alero a una de las ramas cercanas, pero o le fallaron las fuerzas o le falló el cálculo y el pobre Blas se precipitó sobre unos “dondiegos” que había sembrados debajo del árbol, que impidieron que el joven gorrión se rompiera algunos de sus tiernos huesecillos contra el suelo.
-Piiiiiooooo, dijo el pobre Blas, que traducido quería decir, “Mamás ven volando que me he caído del nido”

Los padres acudieron lo más rápido que pudieron y vieron que aparte del susto, a Blas no le había ocurrido nada. Bajaron a su lado, le dieron un gusano que habían cazado, y le dieron instrucciones de cómo debía emprender el vuelo.
-Pio, pio, piiiio, pioooo. “Trata de subirte a un tiesto pequeño, de ahí a otro más alto, luego sube por las ramas y salta al pilón…
-Piiiiiio, pio, pio, protestaba el pequeño Blas queriendo decir que no podía volar hasta el tiesto más pequeño, que lo había intentado y que era imposible.
Y así pasaron los tres días siguientes. El pequeño Blas intentando, en vano, dar un salto que le encaramase al tiesto, y los padres, desde los tejados y ventanas, animándoles con sus “pios” de ánimo y bajando a su lado para hacerle una demostración de cómo lo tenía que hacer.

Al cuarto día lo consiguió y al quinto logró alcanzar lo más alto del pilón. Los padres, llamaron a un petirrojo, amigo de la familia, que había sido instructor de vuelo en la escuela, y se acercó hasta el pequeño Blas para darle instrucciones.
Yo creo que fue al séptimo u octavo día, el Pequeño Blas, logro dar un pequeño vuelo que le llevó a las ramas de una photinia y ante los ojos asombrados de su padre, se levantó en vuelo, para sobrevolar los tejados de la plaza.

Ahora Blas, unido a sus hermanos "Picochato" y  "Colachica"  planea  por el cielo azul, delante de la Iglesia de Chinchón, ante la orgullosa mirada del petirrojo, que seguirá presumiendo de haber enseñado a volar a un gorrioncito pequeño y tímido, al que sus padres habían puesto el extraño nombre de Blas, y que había tardado demasiados días en aprender a volar.

Nota: Las fotografía que acompañan la narración corresponden al pequeño Blas y a sus progenitores, tomadas durante los varios días que duró su aprendizaje antes de empezar a volar por su cuenta y son de m.carrasco.m