lunes, 16 de junio de 2014

RELIGIÓN PARA LAICOS, Y III

LAS VIRTUDES TEOLOGALES. 


FE - CONFIANZA

Todas las religiones están basadas en la fe. El creyente tiene que aceptar unas “verdades” porque han sido “reveladas” por dios, ante las que no cabe ninguna discusión ni siquiera la más leve objeción. Estas verdades no tienen que ser justificadas ni explicadas, y su aceptación se basa únicamente en la fe ciega que es exigible a todo creyente. Si alguien las pone en duda y, de buena fe, no las puede aceptar porque están en contra de su criterio, la religión dice que esa persona no tiene fe y por lo tanto es justificable su incredulidad. Y es que una de las características de la fe es que es una “gracia” divina. Un don que se recibe de dios sin dar nada a cambio. Un don “gratuito” (una gracia) que una vez recibido hay que conservar.

Porque las religiones admiten la falta de fe en las personas  por desconocimiento o falta de formación. Pero lo que ya es más difícil admitir es la pérdida de la fe, que muchas veces se atribuye a intereses bastardos para justificar una actitud personal no acorde con las enseñanzas de la religión.

Ante esta concepción de la fe, la religión no tiene que justificar ni explicar nada. Lo que dice es como es, porque sí, porque así lo ha revelado dios. La religión pide al creyente sólo fe, no confianza. A la religión no le preocupa que sus fieles tengan confianza en lo que predican sino solamente que lo crean y acepten tal y como lo explican.

Este planteamiento fue válido durante siglos amparándose en la ignorancia y en la falta de formación de los fieles. Hasta el siglo XVI las sagradas escrituras del Cristianismo estaban escritas en latín, sin traducirlas a las lenguas vernáculas, con lo que sólo se podía acceder a sus doctrinas por las traducciones de los “doctores” de la iglesia. Después, y hasta hace poco más de medio siglo, la iglesia “aconsejaba” a los fieles no leer el Antiguo Testamento, por no estar capacitados para descifrar las enseñanzas divinas que encierran sus libros, que estaban escritos para unas mentalidades culturales muy diferentes a las actuales. Durante mucho tiempo se hizo una lectura literal de la Biblia, lo que ocasionó que se aceptasen errores que, poco a poco, la ciencia iba desmontando.  Desde que terminó el Concilio Vaticano II, los teólogos están haciendo una  lectura de los libros sagrados con interpretaciones que distan mucho de las tradicionales, pero que no son compartidas por toda la Iglesia. Así podemos encontrarnos con homilías muy diferentes en función de la iglesia donde asistas a los servicios religiosos.

Cuando la iglesia manifiesta que actualmente la sociedad occidental está sufriendo una crisis de fe, achacando la misma a múltiples circunstancias, entre las que destaca el ataque frontal de sus enemigos, debería preguntarse si en vez de crisis de fe no se está viviendo una crisis de confianza en las enseñanzas tradicionales de la iglesia.


ESPERANZA - ILUSIÓN

La segunda de las virtudes teologales propuestas por el cristianismo es la esperanza. De alguna forma es lógico que así sea, puesto que habiendo propuesto lo fe como la principal de las virtudes, era necesario que se tuviese esperanza de alcanzar lo que la fe prometía.

Pero tiene esta virtud un carácter pasivo. Etimológicamente proviene de esperar, y normalmente no se puede hacer nada para acortar la espera. Así la esperanza es una virtud paciente. La esperanza es lo único que ayuda a sufrir con fortaleza los trabajos y  las adversidades. Y recíprocamente se suele basar en la fe para no desesperar.

Por la tanto, la esperanza anima a los fieles, si no a renunciar a la acción, sí al menos, a no precipitarse y poner en manos de la providencia la resolución a sus problemas. Y muchas veces la esperanza es triste porque no se tiene la confianza cierta de la resolución de lo esperado. Por eso los cristianos se sienten esperanzados pero no ilusionados.

Porque la ilusión, al contrario de la esperanza, anima a la acción. La ilusión ayuda a emprender, a comenzar nuevos proyectos, a buscar nuevos horizontes. Difícilmente alguien se puede quedar parado cuando tiene ilusiones. Lógicamente la ilusión también se apoya en la esperanza para afianzar el buen resultado de lo que se emprende, pero poniendo la confianza en el esfuerzo propio, en su empuje y en su experiencia.


CARIDAD - JUSTICIA

La propuesta cristiana de la caridad, en la que basa todo el contenido de su doctrina, puede resultar y, de hecho, ha resultado una coartada para eludir la justicia. Hay que hacer caridad con los desfavorecidos, eso nos acerca a dios. Hay que amar al prójimo como a nosotros mismos; pero también se dice que no hay que amarse demasiado a uno mismo, porque sería egoísmo. Es como decir que hay que amar al prójimos, pero dentro de un orden y, desde luego, dejando la motivación en un buen sentimiento personal, y no en el derecho del prójimo a ser ayudado. También la caridad es un don gratuito para el que lo recibe; no puede exigirlo. Y desgraciadamente como decía antes, en bastantes ocasiones, la caridad se convierte en una coartada para no tener que aplicar la justicia y, ya de paso, para acallar las conciencias.

FIN
Nota: A lo mejor, un día, continúo con el tema.