sábado, 14 de junio de 2014

RELIGIÓN PARA LAICOS. I


UNA PEQUEÑA HISTORIA MUCHAS VECES CONTADA.

Eran los tiempos en que las milicias romanas dominaban el mundo. Todo el mundo conocido. Incluso llegaron a dominar un pequeño lugar inhóspito y poblado por una raza altiva y nómada que durante siglos había vagado por el desierto esperando la llegada de un mesías que les libraría de la opresión, según estaba profetizado en sus libros sagrados, que se remontaban hasta el principio de los tiempos. Un pueblo que adoraba a un solo dios y que se consideraba escogido por el creador del universo para ser el guardián de la verdadera religión.

Este pueblo había escrito su historia justificando todos los acontecimientos por la intervención divina, atribuyendo sus victorias a los favores que dios les dispensaba y sus derrotas al castigo merecido por sus pecados. Una religión de estas características tenía, necesariamente, que organizar toda la vida social, política, económica y religiosa del pueblo. Y esta religión era la que prevalecía en el pueblo cuando va a comenzar nuestra historia. No he dicho, pero casi no hace falta, que estamos en el reino de Judá en lo que después sería conocido como año cero de nuestra era.

Eran tiempos revueltos y cuentan que en un pequeño pueblo llamado Belén, una joven  desposada con un carpintero, dio a luz a un niño al que le dieron el nombre Jhosua. De este acontecimiento, después, se contaron muchas historias de pastores despertados por ángeles y de estrellas predecesoras de los modernos “gps” para mostrar el camino a unos magos que llegaron de Oriente con ricos presentes para el recién nacido. Historias, por otra parte, difícilmente creíbles, por lo inverosímil de lo que narran y por los detalles fantásticos con que estaban adornadas.

Este niño, que vivió en otro pequeño lugar llamado Nazaret, debía ser bastante despierto y debió sentir curiosidad por conocer en profundidad las bases de la religión de su pueblo. Aunque no lo dice ninguna de las historias que nos han llegado de su edad juvenil, sus padres le debieron enviar a alguna escuela para que los rabinos le enseñasen las escrituras sagradas, porque años después demostró tener un profundo conocimiento de las mismas.

Curiosamente, después de las anécdotas de su nacimiento, apenas si tenemos noticias de su vida hasta su madurez. Pero si leemos con detenimiento su historia, nos encontramos con un hombre muy normal, que pasó desapercibido durante la mayor parte de su vida y que es de presuponer que debería hacer las cosas normales que hacían sus conciudadanos. En sus años de juventud debió tontear con las jóvenes de su pueblo y es normal que se casase con una de ellas. No demostraba demasiado respeto con las normas de conducta que propugnaba la religión y, a pesar de ser de carácter afable y respetuoso con los demás, sólo se nos muestra colérico y airado cuando ataca a los representantes de la religión.


Decía San Pablo que si Jesús no hubiese resucitado, la fe en su doctrina era vana, pero enseguida aseguraba que Jesús había resucitado. Porque Jesús era Dios. Ya hemos dicho que cuando nace Jesús, el pueblo judío esperaba ardientemente al mesías liberador. Jesús era un hombre excepcional, un gran profeta. Su doctrina suponía una ruptura real con la religión judía. En numerosas ocasiones oponía sus enseñanzas a la ley antigua. Solía comentar: La ley dice.... pero yo os digo.... y llamó a sus enseñanzas ¨la buena nueva”, asegurando que venía a liberar a los hombres de la tiranía de una religión demasiado formalista y carente muchas veces de contenido real.

Jesús no dijo nunca que él fuese dios. Aseguró ser el “hijo del hombre” y ser el enviado del padre. Pero también dijo que todos los hombres eran hijos de dios. Entonces la pregunta sería: ¿Y si Jesús no era dios, si no resucitó, si la religión cristiana está basada en una teoría falsa, no vale nada lo que dijo, no valen sus enseñanzas?

En los evangelios son constantes las referencias a los libros del antiguo testamento y se intenta justificar que en Jesús se cumplían todas las profecías de la religión judía. No obstante, hay que convenir que lo que se narra en los viejos libros de la Biblia son historias y leyendas de un pueblo que históricamente ha querido justificar sus aventuras y desventuras por la intervención de un dios que les había escogido como pueblo predestinado a trasmitir sus enseñanzas. Pero la historia real contradice en demasiadas ocasiones esa tradición.


Si Jesús proponía una nueva forma de entender la moralidad y la relación del hombre con dios, que distaba en gran manera con la religión de su pueblo, ¿por qué sus seguidores  se apoyaron en la religión judía como base de la cristiana? Si nos molestamos en separar todos los rastros de la antigua religión nos quedarían unas enseñanzas morales absolutamente válidas y que fácilmente podrían se admitidas por todos los hombres porque se basan en la ley natural del respeto a los demás.

En este caso, si despojamos a las enseñanzas de Jesús de todas las referencias mágicas, de todos los componentes sobrenaturales, lógicamente nos quedamos sin religión. Serían unas enseñanzas laicas.

Unas enseñanzas que conforman una precisa y tradicional escala de valores, que son generalmente aceptadas en la mayoría de las culturas, y que sobre todo, en la civilización occidental han marcado secularmente la pauta oficial de conducta de nuestra sociedad. 

Continúa... Mañana.