jueves, 27 de febrero de 2014

EXCOMUNIÓN


El obispo auxiliar de Madrid Juan Antonio Martínez Camino, ha advertido de que aquellos que “colaboren directamente” en un aborto tendrán “pena de excomunión ipso facto”. La afirmación del exportavoz de la Conferencia Episcopal Española se produjo hace unas semanas, cuando se votó en el Congreso de los Diputados la iniciativa del PSOE contra la reforma del aborto impulsada por el Gobierno, al que sectores de la izquierda y asociaciones sociales acusan de hacer un guiño al sector de la Iglesia más radical, con el que el PP ha actuado como una piña en su etapa en la oposición contra las leyes del anterior Gobierno socialista.

Pero vamos a ver, ¿qué tiene esto de noticia? La Iglesia Católica ha dicho siempre NO al aborto; por lo tanto el católico/a que aborta o ayuda a abortar está incumpliendo un mandato  importante de la Iglesia y por lo tanto está rompiendo los vinculos de común unión con ella.
Por lo tanto esto no es noticia. A los que no son católicos no se les puede excomulgar. Otra cosa es pedir la excomunión para los que legislan para un estado láico, como ya se dijo en alguna ocasión.
Porque la excomunión es la expulsión, permanente o temporal, de una persona de una confesión religiosa. Durante el período de la excomunión, el afectado sigue formando parte de la comunidad, pero debe cumplir sentencia de ahí el nombre de la misma, del latín ex communicatio[ne]. En los casos más severos, pierde la facultad de concurrir al culto normalmente, y de tomar parte en las ceremonias religiosas. Las diversas iglesias cristianas cuentan con normas para la excomunión o el trato con los excomulgados.
La excomunión en las iglesias cristianas concierne sobre todo a la exclusión de la Eucaristía; la práctica se remonta al Concilio de Elvira, en el año 306, que recuperó la práctica apostólica de pronunciar anatemas contra aquellos que sostenían doctrinas contrarias a la ortodoxia.
En el catolicismo, la excomunión es la pena impuesta por ley canónica por la que un católico es parcialmente excluido de la vida de la Iglesia.
Por el bautismo, el cristiano es unido a Cristo y a la Iglesia, en la que, según el dogma, Él vive y se comunica con sus creyentes. Para un cristiano en general, un católico en particular, no puede haber cosa peor que perder esa unidad.
Más allá de la pérdida de la gracia, la excomunión implica una ruptura con los vínculos que unen al creyente a Cristo por medio de la Iglesia. La excomunión no pone a la persona fuera de la Iglesia, pero sí la separa de la participación de su comunión. 
Es posible también la auto-excomunión, cuando la persona rompe los vínculos de comunión con la Iglesia.

Que los obispos sigan diciendo lo que dicen, en su iglesia, y de puertas para afuera, que digan lo que quieran, pero esto solo tiene valor para sus seguidores; los demás, no tienen por qué hacerles caso.
Querer evitar un mal sólo con la amenaza de un castigo no es una buena estrategia. Sería más efectiva la argumentación ponderada de las causas por las que se considera que eso es malo. No es un buen sistema de educación. Es como cuando, de pequeños, nos decían que vendría el "hombre del saco" si nos portábamos mal. Ahora nos podemos reír, pero entonces, ¡ojo el miedo que pasábamos!


Dicho de forma más académica, estamos hablando de la independencia del Estado respecto de cualquier organización o confesión religiosa. Es decir, estamos hablando de laicismo, y viene a cuento lo que dice la Doctora en Filología, Coral Bravo:
"Laicismo, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, significa “Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”, aunque la palabra “doctrina” sobra. En resumen, las personas y organizaciones laicistas no son contrarias a ninguna creencia religiosa, por surrealista que sea, sino que defienden simplemente la no injerencia de esas creencias en las instituciones del Estado. Porque el Estado está, desde un punto de vista democrático, obligado a mantener la neutralidad ideológica para velar por la convivencia pacífica, en el pluralismo, de todos los ciudadanos, sin excepción. Es de lógica de Perogrullo entender que sin laicismo es imposible que exista una verdadera democracia. Porque lo contrario al laicismo es el confesionalismo, es decir, el sometimiento del Estado a una determinada confesión religiosa (dogmática e irracional) que vela únicamente por los sectarios intereses propios, negando la diversidad e imponiendo el pensamiento único correspondiente".