sábado, 2 de marzo de 2013

ANDAR CON EL BOLO COLGANDO.



Manix (Manuel Arranz Suárez) sostiene que lo de "andar con el bolo colgando" proviene de la Guerra de Cuba, en donde el "bolo" era el equivalente del machete. 
Según un diccionario toledano “Tú ándate con el bolo colgando” ,  es como decir: 've con cuidadito... que si no vas a ver los peces de colores'
En mi pueblo eso de “andar con el bolo colgando” equivale a no afrontar una situación que te puede llevar al desastre.Y eso es lo que podríamos decir al PSOE. 


Después de un año desde que perdieron las elecciones, después de la precaria situación del PP que ha perdido desde entonces parte de su prestigio y casi toda su credibilidad, resulta que el PSOE prácticamente no ha recuperado nada de lo perdido. Y eso sería para que sus responsables se planteasen seriamente la situación, vamos, que no se anden con el bolo colgando. Sin embargo ellos se enzarzan en guerras intestinas con sus socios del PSC y todo por el “importantísimo problema” de si Cataluña tiene o no tiene derecho a decidir, que es como si discutieran del sexo de los ángeles que ya se sabe lo que importa eso a los ciudadanos, cuando lo que esperan es que se les solucione lo del pan nuestro de cada día. 


Claro que los del PP también deben andar con el bolo en las mismas condiciones, porque los de Bárcenas nos está llegando hasta las narices, mientras ellos hacen disquisiciones si era una cese pactado, verbal, con carácter retroactivo, una simulación... y ahora, despido improcedente. 
Otro tanto se podría decir de Arthur Mas y otros muchos que no saben cómo tapar su fracaso en la gestión de la crisis. 
Mientras, los del “Stop a los desahucios” los del “15 M” y otros movimientos ciudadanos se lo están diciendo alto y claro: “No os andéis con el bolo colgando”. Y no vale con tacharles de antisistemas, lo que pasa es que cuando el sistema no da respuesta a las necesidades reales de los ciudadanos, (Hipotecas, recortes, paro, preferentes, etc. etc.) éstos no tienen más solución que, cuanto menos, indignarse y protestar.


Porque cualquier otra alternativa es mucho más peligrosa y, además, hay pocas alternativas: La aparición de un Beppe Grillo como en Italia, o un “Amanecer dorado” como en Grecia; un dictador fascista, o directamente una revolución bolchevique.
Nuestro ordenamiento jurídico ha puesto en mano de los partidos políticos el fundamento de la democracia y ellos tienen la responsabilidad de su mantenimiento. El espectáculo que están dando estos partidos es bochornoso y habrá que decir ¡Basta ya!


Basta ya de “andarse con el bolo colgando” o las consecuencias para nuestro país serán imprevisibles y lamentables. Y los del “Stop a los desahucios”, los del “15 M” y tantos y tantos movimientos ciudadanos tienen razón en la mayoría de sus planteamientos y están demostrando bastante más sensatez que los máximos responsables de los partidos políticos.
Pero si no les gusta que se les exijan con gritos y manifestaciones, permitanme que se lo pida así:
Por favor, con todo respeto, señores políticos elegidos para regir los destinos de nuestro pueblo, por la cuenta que nos tiene a todos, por favor:
 “No se anden con el bolo colgando”

viernes, 1 de marzo de 2013

PREPARANDO EL CÓNCLAVE.


El martes, 11 de noviembre de 2008 publiqué en este blog una ficción literaria que había escrito el 29 de abril de 2005, unos días después de la elección de Benedicto XVI como sucesor de Juan Pablo II. Ayer el Papa hizo efectiva su renuncia a la Sede de San Pedro, por lo que se ha puesto en marcha la maquinaria para la elección de un nuevo Sumo Pontífice. He pensado que podría ser de interés el volver a leerlo o conocerlo por primera vez todos los que no lo leyeron en su día; porque dentro de unos días en Roma se reunirán todos los cardenales de la Iglesia Católica con derecho a participar en este nuevo 


CÓNCLAVE.

- ¡Extra omnes!
Las grandes puertas de la Capilla Xistina se cerraron tras los últimos acólitos que habían acompañado a los cardenales hasta ese momento. Poco a poco los padres de la Iglesia se fueron acomodando detrás de la mesa que le habían asignado a cada uno de ellos.
Fuera, en la plaza de San Pedro, los fieles empezaban a desfilar, entre las monumentales columnas diseñadas por Bernini, camino de sus casas y hoteles, porque no se esperaban acontecimientos hasta bien entrada la tarde. Las cadenas de televisión estaban cerrando sus conexiones y los comentaristas aprovechaban para irse a comer y reponer fuerzas porque no sabían cómo se podrían desarrollar los acontecimientos después de la primera votación del cónclave que estaba prevista para unas horas después.
La vieja chimenea de latón, que había sido reinstalada dos días antes, esperaba su oportunidad de ser el centro de las miradas de millones de creyentes, que suspiraban por la "fumatta bianca".
El decano del Colegio cardenalicio entonó las plegarias al Espíritu Santo pidiendo su intercesión. Ya habían jurado todos mantener en secreto y para siempre el resultado de las votaciones y los demás acontecimientos que pudieses ocurrir, a partir de ese momento, en la elección del nuevo santo padre. Todos oraron en silencio, durante unos minutos, bajo los frescos desvergonzados y maravillosos del Buonarroti. La luz cenital que entraba por los amplios ventanales se tamizaba por los cristales tornasolados de las vidrieras. Se había creado un ambiente intimista, pero cargado de tensión y de expectante incertidumbre.
En las reuniones que se habían celebrado los días anteriores se había perfilado, si no la persona a elegir, sí las características que debía reunir el candidato. La Iglesia era contestada por la sociedad laica, sobre todo en la vieja Europa. Los gobiernos se habían opuesto a que en la redacción de la nueva constitución europea se hiciese una mención concreta al pasado cristiano de sus pueblos y la influencia de su doctrina en la conformación de los valores de su cultura.
Las viejas catedrales se estaban convirtiendo en museos a los que acudían miles de visitantes, pero no para el culto, sino para admirar las obras de arte que en ellas se habían ido atesorando en el paso de los siglos.
Los jóvenes, llegados de todos los países, que gritaban en los multitudinarios encuentros con el papa, apenas si alguno de ellos, acudía a sus parroquias y eran muy pocos los que solicitaban el sacramento de la confirmación. Las vocaciones sacerdotales iban disminuyendo de año en año y los seminarios se estaban quedado vacíos.
Cada vez era menor la influencia de la doctrina de la Iglesia en la redacción de las leyes que se aprobaban en los parlamentos y la sociedad había admitido el divorcio y la contracepción sin cuestionarse su moralidad; incluso el aborto estaba ganando cuotas de aceptación impensables hacía sólo unos años.
Las mujeres, que habían sido tradicionalmente el sustento de la iglesia, empezaban a pedir mayor protagonismo y no se conformaban con esa labor de acompañamiento y ayuda que la Iglesia les asignaba.


Los avances de la ciencia en materia de biogenética planteaban cuestiones éticas que eran difíciles de compatibilizar con la doctrina tradicional de la iglesia, porque creaban nuevos escenarios poliédricos para los que muchas veces no había una respuesta contundente y, desde luego, no se podía recurrir a la doctrina de los antiguos doctores de la iglesia.

La mayoría de los fieles católicos estaban ahora en los tradicionales países de misión. Hispanoamérica, África y Asia concentraban el mayor número de cristianos, pero los cardenales que representaban a estas comunidades estaban aún en minoría. Era cierto que en las reuniones previas, algunos de ellos había insinuado la conveniencia de dar un giro radical en la política vaticana y que sería un signo del Espíritu la elección de algún nativo de estos países; pero el sentir de la mayoría se centraba en la necesidad de reforzar la ortodoxia del dogma que era lo único que seguía manteniendo unido al pueblo de Dios.
El cardenal protodiácono había repartido entre todos los asistentes las papeletas para iniciar la votación. Todo allí era pausado y solemne. Cuando todos se enfrentaron con su papel en blanco para escribir el nombre del cardenal al que daban su voto, algo les sobresaltó.
Era como el ruido de un fuerte viento. Alguno pensó que se podía haber roto alguno de los vitrales, porque una suave brisa sacudió sus rostros. Una especie de nube entre opaca y brillante se fue condensando en el centro de la capilla. El rugir del viento cesó y la luz se hizo más tenue; la nube se desintegró en pequeñas partículas luminosas, bajo al fresco de la creación del hombre, y fue descendiendo hasta llegar al suelo.
Una figura empezó a emerger en medio de todos ellos, como si la condensación de microscópicas gotas de agua que se mantenían suspendidas en el aire fuesen tomando forma humana. Al principio era sólo una silueta casi traslúcida, luego se fueron haciendo visibles algunas facciones... un hombre moreno, de complexión fuerte, vestido con una túnica blanca se había materializado ante ellos.
- Pax vobiscum.
Todos eran hombres de fe, pero ninguno se lo podía creer. Nadie tuvo la menor duda, pero sus gargantas se quedaron sin palabras.
- La paz sea con vosotros.
Algunos empezaron a levantarse, pero sin atreverse a dar un paso hacia el recién llegado. En las caras de los viejos cardenales se dibujaba una mueca de difícil catalogación. Podía ser asombro, temor, recelo, incredulidad, y también una especie de satisfacción por recibir la confirmación real de la fe que más de una vez había flaqueado. Todos sabían, o mejor, creían, que esto era posible, porque Dios todo lo puede; pero era inverosímil que después de veinte siglos fuese ahora cuando Él volvía.
Alguien quiso recordar las profecías de Nostradamus y pensó que se habían terminado los tiempos.
-La paz sea con vosotros. No temáis, soy yo, y vengo a ayudaros.
Por fin, uno de los cardenales se aproximó y se inclinó para besarle los pies. Él se adelantó, le cogió por los brazos para levantarle y le abrazó. Poco a poco todos se fueron acercando y Él les iba estrechando las manos, y les abrazaba con cariño, llamando a cada uno por su nombre.
La bonanza de la tarde primaveral invitaba al paseo y la plaza de San Pedro empezó a llenarse de curiosos y devotos a la espera de noticias. Nadie podía ni imaginar lo que estaba ocurriendo, a unos metros de allí, bajo la mirada escrutadora de la Sibila Délfica.
-Señor, háblanos, dinos lo que debemos hacer.
Todos habían regresado a sus mesas y Él continuaba de pie en el centro de la capilla. Les pidió que, de uno en uno, fueran haciendo una exposición de su visión sobre la situación de la iglesia y nombrando el candidato que consideraban más idóneo para sentarse en la silla de Pedro.
Empezando por el decano, y por el orden de su colocación alrededor de la capilla, todos fueron haciendo su análisis de la situación. Él ser acercaba al que estaba hablando y fijaba en él sus ojos, que miraban con suma delicadeza no exenta de severa firmeza.
Aunque las opiniones no diferían demasiado de lo que se había dicho en las reuniones previas al cónclave, había sensibles matizaciones y eran más los que se decantaban por un papa del tercer mundo. Cuando todos terminaron, se hizo un silencio expectante que nadie se atrevía a romper. Él permanecía de pie y en silencio. Durante la intervención de los cardenales no había interrumpido a ninguno ni había hecho ninguna pregunta. La mayoría se había sentido confuso y aturdido, con la incomodidad típica de no saber si su intervención era la adecuada, si había sido larga o demasiado corta. Ni siquiera había dicho ni una palabra cuando terminaban, se limitaba a mirar al siguiente para animarle a empezar su exposición.
Los candidatos eran muchos. Se había roto la aparente unanimidad que se desprendía de las conversaciones anteriores. Ninguno alcanzaba ni una parte de los votos necesarios para su elección. Estaba claro que los cardenales se habían liberado del compromiso de la disciplina de voto acordada con anterioridad.
-Yo también tengo mi candidato.
El silencio recorrió toda la estancia. Todos los ojos estaban fijos en Él, y hasta su respiración pareció ralentizarse. Todos estaban pendientes de sus labios.
- Mi candidato es el padre Vicente Ferrer.


Sus palabras que habían sido pronunciadas en un tono pausado y una entonación queda, resonaron como un trueno, como pronunciadas por el Cristo tonante del Juicio Final.
La incredulidad se reflejó en sus rostros. Efectivamente todos conocían al padre Vicente Ferrer, incluso le admiraban por la gran labor que estaba haciendo por los necesitados; pero ninguno tenía constancia de sus conocimientos teológicos ni mucho menos de su capacidad para gestionar los destinos de un estado como el Vaticano, en el que la diplomacia era fundamental para mantener el equilibrio entre los distintos bloques políticos. Pero era su candidato.
Nadie se atrevía a preguntar, ni siquiera a evidenciar sus dudas más que razonables; pero todo ello se reflejaba en sus rostros y, después de un largo silencio que Él aprovecho para ir recorriendo con su mirada las caras de cada uno de ellos, continuó:
- Todos habéis coincidido en la necesidad de volver a mi mensaje primitivo, para dar luz al mundo, para iluminar el camino por el que deben transitar todos los hombres de buena voluntad, y recordad cual fue ese mensaje: "Os doy un mandamiento nuevo... ¡amaos los unos a los otros!"....
A alguien se le escapó: "¿Y los dogmas de la Iglesia? ¿Y la moral?"
Él le miró con firmeza: "El único dogma es el amor de Dios a los hombres, y la única moral es hacer el bien".
- Son muchos nuestros enemigos y necesitamos ser fuertes para contrarrestar los poderes del maligno... En este mundo en el que manda la información y muchos de los medios de comunicación están en manos de los que nos atacan, es necesario tener una estrategia para hacer llegar nuestro mensaje al mayor número posible de los hombres, y el que vaya a ser nuestro pastor debe dominar estos medios y hablar gran cantidad de idiomas, para comunicarse con la mayoría de los pueblos....
- "El padre Vicente ha entendido perfectamente mi mensaje y lo está predicando en el único idioma que todo el mundo conoce: el idioma del amor y la entrega al prójimo"
- Eso sería reconocer explícitamente que nos hemos equivocado secularmente, que nos hemos apartado de tu mensaje, que tenemos que desmontar toda la arquitectura organizativa de la Iglesia y que hemos engañado a nuestros seguidores...
- Nadie de nosotros tiene la fuerza moral para proponer este cambio tan drástico, ni argumentos para justificarlo....
- Sólo Tú puedes. ¡Quédate con nosotros! Nadie puede ser tu vicario. Dirige tú la Iglesia.
- Eso no puede ser, además no sabéis bien lo que me estáis pidiendo. ¿Me veis a mí vestido con esos ropajes bordados en oro, con la tiara en la cabeza y sentado en la silla gestatoria? ¿Pensáis que podría tolerar el negocio que hay montado alrededor de esta misma basílica y que no volvería a coger el látigo para arrojar a los comerciantes fuera del templo? Yo no podría vivir en estos palacios repletos de obras de arte. Yo tendría que vivir junto a los que me necesitan, el Hijo del hombre no puede tener ni un nido como los pájaros... No, no sabéis lo que estáis diciendo...
- Dinos, al menos, lo que debemos hacer. En estos tiempos en que prevalece la dictadura de lo relativo, ¿cómo se puede convencer al mundo que hay verdades que son inmutables y una moral que debe conformar la actuación de las personas?
- Sólo hay una forma: el ejemplo. Ya lo dije hace mucho tiempo, haced lo que dicen, pero no lo que hacen; pero difícilmente, en estos tiempos se van a aceptar unas teorías que luego nadie pone en práctica.
- Pero, ¿habrá algunas verdades inmutables?
- Sí, que Dios ama a los hombres y que todos los hombres son hermanos. ¿Y como vais a amar a Dios que no veis, si no amáis a los hermanos a los que veis? Pero todo ya está dicho, lo podéis encontrar en el evangelio... es todo muy simple... Sólo amor...
Casi había llegado la noche. Por los ventanales de la capilla sólo entraba una luz tenue que apenas iluminaba los frescos del techo y de las paredes. De nuevo se oyó el ruido como de fuerte viento y la brisa que acariciaba sus rostros ensimismados; la nube volvió a cubrir su figura que poco a poco se desvaneció en infinidad de partículas fluorescentes que terminaron por desaparecer.


Todos los cardenales quedaron inmóviles, como estatuas de cera, y tuvieron que pasar largos minutos para poder reaccionar. Las papeletas en blanco que aún reposaban en cada una de las mesas, fueron recogidas y se acordó quemarlas en la estufa junto con paja húmeda. Pensaron que debían meditar con calma todo lo ocurrido. Por la pequeña chimenea apareció una espesa humareda negra y en la plaza de San Pedro se pudo escuchar una exclamación unánime que trasmitía la decepción de los miles de fieles que a esa hora habían vuelto a llenar los alrededores de la Basílica.
Casi ninguno de los 115 cardenales pudo dormir esa noche en la residencia de Santa Marta y, ni siquiera, se atrevieron a comentar entre ellos lo ocurrido. A la mañana siguiente, todos estaban deseosos de de iniciar las deliberaciones. Después de la santa misa y de un ligero desayuno, fueron ocupando los sitiales que tenían reservados. El Decano tomó la palabra:
- No cabe duda que ayer recibimos la visita del Espíritu. Es la primera vez, que yo sepa, que ocurre esto en un cónclave; que la presencia del Señor se haya materializado, y nosotros hemos sido testigos. Sin duda afrontamos una situación crítica en la Iglesia, y el Altísimo ha querido hacer más patente su presencia.
- ¡Yo tengo mis dudas!
Todos se volvieron hacia el viejo cardenal italiano, miembro de la Curia, que se había puesto de pie.
- A lo que asistimos ayer, bien pudo ser una manifestación del maligno, tratando de confundirnos.
-¿Cómo va a recomendarnos el maligno que nos atengamos al evangelio?
- Esa es precisamente la trampa. Quiere que hagamos una lectura simplista del evangelio, una lectura demagógica. Que nos quedemos en la pura apariencia de una caridad populista y dejemos todo lo demás a merced del relativismo imperante en la sociedad laica.
La asamblea se dividió en múltiples corrillos en los que había casi tantos criterios como presentes. Los cardenales, siempre comedidos y serenos, se dejaban llevar por el apasionamiento de una experiencia única que, después de la última intervención, ya no estaban muy seguros si había sido divina. La campanilla del decano fue acallando la algarabía que estaba alcanzando niveles tan inusitados que llegaba hasta los ayudantes que se encontraban fuera de la capilla.
-¡Silencio, hermanos..!, ¡por favor...! Pienso que una forma de conocer la opinión de la mayoría es hacer una votación; procedamos, pues, y que cada uno actúe en conciencia....

Una a una, iban siendo leídas las papeletas que se habían introducido en la urna, y después eran cosidas para su posterior destrucción. El resultado: El padre Vicente Ferrer, cincuenta y seis votos; el resto se distribuía entre más de veinte cardenales.
La "fumata negra" se repitió durante los siguientes tres días, y en las votaciones que se habían realizado, a razón de cuatro diarias, no habían logrado poner de acuerdo a los 77 cardenales necesarios para lograr el nombramiento. La candidatura postulada por Él, había llegado a tener 73 adhesiones, pero en las últimas estaba perdiendo fuerza.
La opinión de los que defendían que una persona de vida intachable y de entrega al prójimo, pero que no conocía los entresijos de la Iglesia, podía ocasionar una gran hecatombe que podía llevar hasta a la desaparición de la Iglesia, iba ganando partidarios; y cada vez eran más lo que dudaban de lo que habían visto con sus propios ojos.
-Somos personas de fe. Hemos creído siempre, a pesar de no ver. Ese es, precisamente, el fundamente de nuestra fe, y fue el mismo Cristo quien llamó bienaventurados a los que creían sin haber visto. Nuestros ojos nos pueden engañar, nuestro sentido de fe, no. No podemos tirar por tierra todas las enseñanzas seculares de la Santa Iglesia.


-Pero las enseñanzas seculares de la Iglesia han tenido errores históricos, de los que hemos tenido que arrepentirnos y por los que hemos pedido perdón. La situación actual, requiere una vuelta al verdadero sentido del evangelio que se basa en el amor. Sólo con el testimonio de una elección como la que Él ha propuesto sería creíble esa vuelta a la esencia del cristianismo. Debemos ser valientes y dar este paso histórico.
Eran las siete y doce minutos de una tarde soleada y primaveral que hacía más luminosa la Ciudad Eterna. En la plaza de San Pedro apenas si se podían desplazar los miles de fieles que habían ido llegado procedentes de todos los países de la cristiandad. Ondeaban miles de banderas con los colores de las distintas nacionalidades y grupos de jóvenes sacerdotes con alzacuellos y monjitas con sus hábitos primorosamente planchados, gritaban, cantaban y rezaban el rosario, expectantes sin quitar la vista de la pequeña chimenea.
Primero fueron unas pequeñas volutas de humo de un color gris indefinido, luego pareció oscurecerse. Las campanas de San Pedro empezaron a repicar y el humo se aclaró hasta quedar blanco con tornasoles dorados al reflejar los últimos rayos de sol que anunciaban el ocaso.
Todas las cadenas de televisión del mundo y todas las emisoras de radio conectaron en directo con sus corresponsales. El grito era unánime en la plaza mayor de la cristiandad. "¡Habemus Papam!". "¡Habemus Papam!". El delirio se iba contagiando y aquello parecía más un estadio de fútbol que un acto religioso. El griterío, los vivas al nuevo y desconocido papa y la emoción de los que se encontraban allí presentes se mantuvo hasta que se descorrieron las cortinas rojas del balcón central del primer templo del mundo cristiano:
-¡Nuntio vobis gaudium magnum...!! Habemus papam..! Ludovicus, Cardenal Albertini, Eminentísimus at Reverendisimus ¡Joannes Paulus III!.

jueves, 28 de febrero de 2013

UN POCO DE HUMOR...PARA TERMINAR EL MES


QUE TAMPOCO VIENE MAL EN ESTOS TIEMPOS.....

miércoles, 27 de febrero de 2013

STEPHANE HESSEL.









Stéphane Hessel, el autor del best seller de 32 páginas ¡Indignaos!, que catalizó y originó el nombre del movimiento ciudadano de los indignados en Grecia y España, ha fallecido esta noche a los 95 años. Antiguo diplomático, miembro de la Resistencia contra los nazis, europeísta convencido y defensor de los Derechos Humanos, Hessel vendió más de cuatro millones de ejemplares de ¡Indignaos! en casi 100 países desde que la obrita se publicó en octubre de 2010.
En su recuerdo y homenaje, uno de sus pensamientos:


martes, 26 de febrero de 2013

LA CHINITA.



Vivo en un edificio que tiene tres escaleras. Un solo portero, pero tres escaleras independientes. Yo vivo en la segunda que es la que sale del portal a mano derecha; en la tercera planta, letra A. No es un piso muy grande, pero confortable. La edificación es de la que por entonces se decía de lujo, pero se emplearon unos materiales que con el tiempo nos dimos cuenta que no eran los más adecuados para una vivienda. Y es que los tabiques son de “pladul” y aunque estéticamente quedan muy bien, sólo haría falta que fuesen transparentes para convivir totalmente con los vecinos.

Todo esto viene a cuento porque el dormitorio principal de mi piso comparte tabique con el dormitorio de la vivienda letra B, de la tercera planta de la escalera central del edificio. Una vivienda que durante muchos años estuvo deshabitada, con lo que no existía ningún problema a la hora de conciliar el sueño en mi dormitorio.

Hace como unos cuatro meses se empezaron a escuchar ruidos al otro lado del tabique, pero yo, que soy de sueño fácil, apenas si lo notaba porque me quedaba dormido enseguida.

No obstante, como soy algo curioso, a la mañana siguiente me pasé por los buzones de la escalera del centro, que están en el pasillo de la portería, y en la letra B de la tercera planta se podía leer: “Tamiko Suhiro”.

Gheisa. Oleo sobre lienzo. Esther Bárcenas.

-¡Ah, si!, me dijo el portero, es una chinita muy mona que vive sola, y casi no habla español. Parece ser que se lo han comprados sus padres, que deben ser muy ricos, porque se va casar el mes que viene...

El contacto visual con ese piso, desde el mío, sólo es posible a través del patio interior en el que están los tendederos junto a la terraza de la cocina. Los días siguientes en el tendedero de la chinita empezó a aparecer una ropa interior de encaje, unos kimonos de seda preciosos y unos minúsculos camisoncitos trasparentes, todo de vivos colores.

Por el nombre y por los kimonos deduje que la nueva vecina era japonesa y no china como decía el portero. Al día siguiente mi mujer lo confirmó ya sin género de dudas porque una vecina le había facilitado muchos más detalles.

- Su madre era geisha, se casó con un millonario y la hija se ha venido a Madrid, porque se va a casar con un señor mayor que le dobla la edad. Yo coincidí con ellos en el ascensor y él, que tiene el pelo blanco, aparenta por los menos los sesenta y cinco...  ella posiblemente no haya cumplido los treinta...

Las semanas siguientes fueron la comidilla de toda la comunidad y a los pocos días ya todos sabíamos casi la filiación completa de los nuevos vecinos.

En tanto, había llegado el verano y yo, con los calores, no perdono la siesta.

Tengo aire acondicionado y después de comer decidí inaugurar la nueva temporada sestera. Estaba ya a punto de quedarme dormido, cuando unos quejidos que venían del otro lado del tabique me hicieron agudizar el oído.

Lo que era casi un susurro, fue subiendo en tono e intensidad. Ya no eran suspiros, ni siquiera quejidos, eran súplicas, eran gritos, eran ayes desesperados, eran palabras que yo no lograba entender, no porque no llegasen nítidas hasta mi alcoba, sino porque debían ser en japonés, entre respiraciones entrecortadas y con el contrapunto de los resoplidos acompasados del hombre, que parecía que se iba a ahogar.

Hacía ya más de un cuarto de hora y mis ojos estaban abiertos como platos, cuando los ruidos de la alcoba de la otra parte del tabique empezaron a disminuir.

-Ya está bien, pensé yo.

Pero me equivocaba; dos o tres minutos después se volvió a repetir el proceso. Otro cuarto de hora y de nuevo, descanso....

El tercer acto duró un poco más. Los resoplidos del hombre, eso sí, sonaban con más fuerza y la chinita terminó con una mezcla entre suspiro e imprecación en japonés  que casi oyó mi mujer que estaba viendo la novela en la tele.

Después silencio. Yo pensé que un hombre tan mayor como yo necesitaría “doparse”, sin duda,  para unas “etapas” tan largas; nada que ver con las corridas por mí, que nunca pasaban de un modesto “spring”.

Las sesiones se siguieron repitiendo todas las sobremesas y yo no pude resistirlo más. Ante la extrañeza de mi mujer, empecé a dormir la siesta en el sofá, aunque ponía una sábana encima para mitigar el calor.

La pareja de vecinos enamorados, afortunadamente, sólo practicaba los ejercicios eróticos a la hora de la siesta, cosa por otra parte comprensible, porque no me podía figurar a un hombre de más de sesenta años haciendo doble sesión poniendo, como ponía, tanto entusiasmo en su quehacer, aunque tomase doble dosis de viagra.

La verdad es que no quise decir nada a mi mujer, porque ella es muy mirada para estas cosas y está educada a la antigua; aunque bien es cierto que estaba algo extrañada que yo exigiese el débito marital con más frecuencia a la que estaba acostumbrada.

Aquella mañana la noticia corrió como una inundación por las tres escaleras del edificio.

-¡El marido de la chinita ha muerto de un infarto!


Ahora, en el tendedero de mi vecina, todo, la ropa interior de encaje, los preciosos kimonos de seda y los minúsculos camisoncitos trasparentes, todos, son de color negro.


lunes, 25 de febrero de 2013

domingo, 24 de febrero de 2013

¡¡DESFACHATADOS!!



En estos últimos días hemos asistido en todos los medios a la controversia de quien ha ganado en la Sesión Parlamentaria del “Estado de la Nación”. Políticos, tertulianos, periodistas, gente de la calle, han opinado de si el ganador era Rajoy o Rubalcaba y la mayoría opinaba que era aquel y no éste el ganador. Lo que nadie ha dicho, o al menos yo no lo he oído, es que, posiblemente, los perdedores habían sido todos los españoles.


Me llamó la atención que se dedicase tanto tiempo a un tema que no tiene mayor importancia, ya que ser “ganador” o “perdedor” no se traduce en nada práctico. Luego pensé que era otra estratagema para desviar la atención, dado que lo de los “goyas” no daba mucho más de sí, después que las “consignas” del partido popular, para desprestigiar a los actores, había sido repetidas hasta la saciedad, incluso en los blogs de las agrupaciones locales del partido. Lógicamente nadie rebatía lo que se había dicho en la Gala, sino que se hablaba del precio de los “armani” del “caviar” o del pago de impuestos de algunos (poquísimos) actores que viven en el extranjero.
Pero era inevitable volver a la realidad después del triunfalismo del debate. Ahora resulta que  lo de la Seguridad Social de Bárcenas era verdad; que el PP había seguido pagándola hasta finales del pasado mes de enero, aunque algo deberíamos haber deducido de la “peineta” del protagonista.


Todos sabemos que el PSOE fue condenado por finaciación ilegal, que tuvo lo de los Gal, que posiblemente le condenen por los ERES de Andalucía y que el señor Blanco no salga muy bien parado del caso Campeón, todos lo sabemos, Pero eso ni justifica ni tapa lo del caso Bárcenas, lo de la Gurtel, lo de la señora Mato ni otros asuntos que irán apareciendo... 


Y entonces yo me preguntaba, qué palabra podría resumir la actitud de Rajoy, de Bárcenas  y la de tantos y tantos políticos y personajes públicos cuando no tienen más remedio que dar explicaciones: 


DESFACHATEZ
Una palabra que  tambien tiene como sinònimos: descaro, insolencia, osadía, atrevimiento, audacia, cinismo, desahogo, desenvoltura, desgarro, deshonestidad, desvergüenza, frescura,  impudicia, insolencia, soltura, tupé, y como se diría ahora ¡mucho morro!  
Porque los antónimos, como decoro, prudencia y vergüenza, parece ser que no los conocen.
Desgraciadamente, hay demasiados desfachatados sueltos por aquí.