viernes, 25 de octubre de 2013

LA SALA DE ESTAR DE UNA CASA DE PUEBLO EN EL CHINCHÓN DE MEDIADOS DEL SIGLO XX.


La otra mañana estuve visitando el Museo Etnológico “La posada” de Chinchón. Como ya conté en otra ocasión, el museo está instalado en un parte de lo que era la antigua posada del Arco y posteriormente residencia de mi familia paterna. Allí nací yo y allí viví la primera década de mi vida. 


Por lo tanto, cuando visitaba las distintas estancias en las que se reproduce una vivienda de cuando yo era niño, mis recuerdos eran mucho más cercanos.


La sala de estar, con su banca de madera con su colchón de lana cubierto con un tapete de colores,  detrás de la mesa camilla. El carolo, los cuadros con láminas del Sagrado Corazón y los asientos de madera “ensogueados” con pleita, formando artísticos dibujos simétricos. 


La radio sobre una palomilla, con su voltímetro para adaptar la corriente eléctrica, en la que por la tarde, mientras los niños nos comíamos media onza de chocolate con un trozo de pan, escuchábamos las aventuras de “Diego Valor” el guerrero del espacio, que acompañado por sus ayudantes Laffitte y Portolés y la bella Beatriz, debía enfrentarse a las fuerzas del mal, del General Sandor y Mekong,  para salvar la Tierra de invasiones marcianas. Un serial radiofónico que se emitió desde finales de 1953 hasta junio de 1958. Después ponían la novela del oeste “Dos hombres buenos”  de José Mallorquí, interpretadas por el elenco de actores de Radio Madrid.


Los domingos por la noche escuchábamos toda la familia a “Matilde, Perico y Periquín” que interpretaban Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa y Matilde Vilariño. 
También los domingos, por la tarde, no nos apartábamos de la radio para escuchar en el Carrusel Deportivo, que desde 1954 dirigía Vicente Marco y nos retransmitía el partido de de la jornada, mientras mirábamos los cromos de los jugadores que regalaba el chocolate Dulcinea.


Y en uno de los rincones de la sala de estar, una máquina de coser SINGER, en la que la madre cosía y recosía la ropa de la familia, porque en aquellos tiempos había que pasar con un vestido toda la temporada, y había que adaptar los trajes de los mayores para que los terminasen de gastar los hermanos pequeños.