martes, 24 de septiembre de 2013

LA CUESTIÓN CATALANA

Llevamos una temporada que parece que la “Cuestión Catalana” ha quitado protagonismo a Luis Bárcenas y ahora centra las tertulias de la tele. En este tiempo ha podido escuchar muchas teorías, aunque todas ellas estaban mediatizadas de antemano por una serie de prejuicios e intereses partidistas, tanto cuando las expresaban políticos o cuando las exponían periodistas y opinadores profesionales, porque en esto de la opinión me temo que tiene más peso lo que dictan los partidos que lo que aconsejaría la razón.


Yo, que no soy ni político, ni periodista ni opinador profesional, escuchando todos estos argumentos, la mayoría de la veces absolutamente contradictorios, me pregunto si no sería posible que se nos informase por técnicos independientes lo que realmente sucedería si se llegase a producir la separación de Cataluña.


En una ocasión, partiendo de una premisa inicial idéntica, dos que se decían técnicos independientes  llegaban a conclusiones absolutamente contrarias; en realidad el programa de televisión había requeridos los servicios de dos técnicos claramente posicionados en posturas distintas para mantener la confrontación, que es lo que vende.
Lo primero que se me ocurre es que para afrontar esta cuestión no se pueden defender las distintas posturas con argumentos históricos, porque en función de unas premisas y las contrarias, sería cuestión de retroceder más o menos en la historia para encontrar argumentos que justifiquen una y otra postura.
Argumentar que Cataluña ha sido siempre una nación, creo que es pasarse un poco, pero enarbolar la bandera de la unidad patria, choca en demasiadas ocasiones con la historia real de nuestro país.


Sin duda que Cataluña tiene unas características diferenciadas como es el idioma y un estilo de vida diferente. Y la primera pregunta: ¿Tienen realmente dificultad para utilizar su idioma y sus costumbres en la situación actual? Pienso que no, pero tampoco se les puede negar que no siempre ha sido así. Pero eso, como decía antes, es utilizar la historia para justificar lo que nos interesa.
Hace unos meses, viendo el museo de arte de Montserrat coincidimos con unos catalanes que al enterarse de que éramos madrileños nos aseguraban que a ellos Madrid les gustaba mucho y que lo de la rivalidad mutua era un invento de los políticos.
A mí me encantó Barcelona y lo que conocí de Cataluña en general, y puedo asegurar que me caen bien los catalanes (siempre que dejemos el fútbol aparte, claro) y no comprendo ese afán de desprestigiar lo catalán por muchos que se consideran “españoles” que llegan a sugerir el boicot a sus productos, como si éstos no fuesen también nuestros.

 En realidad considero que esta cuestión, aparte de ser sustentada por los políticos de una y otra parte, es una cuestión de dinero. Y si es así, creo que no sería demasiado difícil cuantificar lo que supondría para unos y para otros una posible separación.
Luego está, también, la cuestión de la nueva situación internacional en que se encontraría la nueva Nación Catalana. Y esto también podría ser fácilmente cuantificable, incluso en dinero.
Así que la Cuestión Catalana es un problema engordado artificialmente por ambas partes, muchas veces para desviar la atención de cuestiones más importantes,  según mi criterio, y que tiene fácil solución si partimos de realidades y no de agravios históricos mutuos.
Y si después de todo, los catalanes quieren marcharse de España, con todas sus consecuencias, será difícil impedirlo, porque no creo que la solución esté en mandar al ejército y volver a tomar Barcelona como lo hicieron hace trescientos años las tropas de Felipe V, el Borbón.
Y es que lo que no creo que sea posible es que Cataluña pueda solicitar ser admitido como un nuevo Estado de la Unión, porque entre otras cosas, no creo que fuesen a estar mejor que ahora, junto a los estados de Arkansas, Ohio, Texas o Virginia.
A lo mejor, la solución estaba en que a partir de ahora, España se llamase Cataluña, la capital se trasladase a Barcelona, y Chinchón se hermanase con L´Hospitalet de Llobregat o la Vilanueva y la Geltrú.
(Nota: Esto estaba escrito antes de que doña Esperanza dijese lo de catalanizar España)