martes, 12 de junio de 2012

EL AMO. CAPITULO XVI


Durante unas semanas las puerta del piso estuvo precintada por la policía y de vez en cuando aparecían por allí distintos funcionarios de la Científica que se encerraban en el piso, se supone que para hacer las investigaciones que requieren estos casos.
Unos días después llegaron los hijos que ya habían recibido autorización para entrar en la casa, sacaron algunos enseres y pusieron un gran candado en la puerta. Comentaron a la señora Susana que era con la que más confianza tenían, que por ahora iban a dejar cerrada la casa y después pensarían qué hacer con ella.
El caso es que el suceso había soliviantado el ánimo de todo el vecindario y muy especialmente de los propios inquilinos del inmueble, y había tenido una abundante repercusión mediática  en las gacetillas de sucesos, que lo habían bautizado como “El crimen de la calle Leganitos”.
Los vecinos del edificio, y muy particularmente a los de la escalera principal, estaban conmocionados por lo ocurrido. Era el comentario diario entre ellos y ninguno se creía del todo la versión oficial, aunque estuviese respaldada por el prestigioso inspector Páez, a quien ya todos se referían por su mote del “Dandy”.
- Mi Braulio dice que hay muchas cosas que no se han aclarado….
El marido de la señora Susana, que era de carácter retraído, poco hablador y buen observador; por su trabajo de acomodador, había aprendido mucho de las obras de enredo y misterio que regularmente se programaban en el teatro y sobre todo en las películas del cinematógrafo, porque también hacía algunas sustituciones en el Cine Doré de la Carrera de San Jerónimo, lo que le daba oportunidad de visionar todas las películas. Había estado muy atento a las pesquisas de la policía y encontraba algunas contradicciones que a su entender no había sido suficientemente aclaradas.
En el taller del señor Emilio, se había formado el gabinete de investigación que iba a descifrar el misterio de la muerte del señor Cosme. A la hora de la siesta, se reunían todos los componentes del equipo, a saber; el propio Braulio y su esposa, la Julita y la Rosa, que no estaban muy al tanto de las técnicas de investigación, pero que ponían mucho interés y solían aportar detalles que a los demás se le podían haber pasado; y el anfitrión que esto de la investigación criminal parecía haberle sacado de su natural apatía por todo lo que le rodeaba.
- Lo primero que no cuadra en este caso es lo de que el ladrón… o lo que sea… entrase por la ventana. Efectivamente había cristales rotos en el suelo de la cocina y eso indica que se rompieron desde fuera… ¿Pero no pudo abrirse primero la ventana y después romper el cristal, para despistar a los investigadores? Y además, venid conmigo a la cocina…
Todos le siguieron y a indicación suya se fueron asomando uno a uno por la ventana.
- ¿Os dais cuenta? Esa es la ventana de la cocina del pobre señor Cosme que Dios le tenga en su gloria… Para llegar hasta ella, primero hay que entrar al patio de luces…. Efectivamente la puerta está abierta y cualquiera lo puede hacer… Pero para poder entrar por la ventana es necesario una escalera de mano… que tenía que haber traído el propio ladrón… Luego parece que salió por la puerta, porque se dejó el cerrojo sin correr y la cerradura sin echar… Tendría que haber vuelto después al patio para retirar la escalera… demasiado complicado en esta situación, que lo que quiere el delincuente es terminar cuanto antes…  Y bajar otra vez por la escalera de mano era más difícil y además tendría que haber echo ruido y ninguno de nosotros escuchó nada extraño esa noche… Que no, que no me cuadra a mí lo de que el ladrón… o lo que fuese, entrase por la ventana de la cocina…
- Pues la otra alternativa era entrar por la puerta…
- Efectivamente, señor Emilio, y esa, es la más plausible.
Lo de plausible lo había oído al comisario de una comedia dramática y era la primera vez que lo había podido emplear con propiedad; aunque tuvo que aclarar a su equipo, poco formado en temas de gramática, que significaba aceptable, admisible y más propiamente, creíble.
La Juanita, que también era aficionada a leer novelas policíacas en las interminables horas de soledad que le ofrecía su monótona vida, supo incidir en la cuestión a la que intentaba llegar el director de la investigación:
- Pues entonces se necesitaron unas llaves o que abriese el propio señor Cosme..
- Ahí está la cuestión. ¿Quién tenía llaves de la casa? Yo creo que ninguno de nosotros tiene esas llaves. ¿No?
- No, ninguno de nosotros ha tenido nunca las llaves de ese piso….
El Señor Emilio que estaba deseando intervenir, se atrevió a aventurar…
- Pero alguno, digo yo, pudo coger las llaves en alguna ocasión, hacer una copia, y guardarla, dejar pasar el tiempo… y esperar el momento más propicio… Además cualquiera de nosotros también pudo llamar a la puerta esa noche, y el señor Cosme nos habría abierto la puerta. ¿No?
- Efectivamente, todo eso es posible, señor Emilio. Por lo tanto, todos nosotros podemos ser también sospechosos.
- Rosa se llegó a asustar.
- Pero ninguno de nosotros lo ha hecho. ¿Verdad, señor Braulio?
- Por supuesto que no, hija… Para mí hay unos sospechosos evidentes… ¡Los hijos!
El señor Braulio se quiso adelantar a que alguno de los reunidos pudiese denunciar a los que él consideró siempre los principales sospechosos. Y es que no le gustaba nada el aspecto del marido de la hija. Iba siempre mal trajeado, era antipático, y hasta debía de maltratar a su mujer… a la que se veía siempre con ojeras y cara demacrada…
- Otra cuestión es si efectivamente el señor Cosme tenía dinero en casa…
- Eso sí, no paraba de presumir de ello… aunque nunca decía lo que tenía, pero aseguraba que lo tenía a buen recaudo porque no se fiaba de los bancos… Y además lo decía en todas partes… Yo se lo oí decir en la carnicería y en la panadería…
- ¿Y cuanto podía tener?
- Pues mucho… Cuando le compraron su parte del solar, además del piso les debieron dar por lo menos tres mil pesetas… y además tenía un local alquilado ahí cerca, en la calle Fomento… Sí debía tener una buena hucha el pobre señor Cosme…
- A quien Dios tenga en su gloria…
- Señor Braulio, yo creo que no es lógico que los hijos lo hiciesen, porque al final todo será para ellos… y además no parece que lo estén pasando mal… creo que cuando vendieron el solar les dieron algo de dinero y no parece que anden mal…
- Pero el egoísmo de la juventud… y que hay gente muy mala…
- Y desde luego, no tenemos ninguna prueba que los incrimine directamente… Y además la policía sabe mucho más que nosotros y no parece que sospechen de ellos…
- Pues a mí no hay quien me quite que ha sido alguno de ellos… ¡el tiempo lo dirá!
- Yo estoy con usted, señor Braulio. ¡El tiempo lo dirá!