viernes, 18 de mayo de 2012

EL AMO. CAPITULO XI


"Me ha engañado… y yo he caído en la trampa como un tonto. Mis padres me habían obligado a que les acompañase de visita a casa de los Pastrana. Como sabes son una de las familias con más prestigio en Recondo, aunque no deben andar muy bien de dinero últimamente. Los abuelos tuvieron que vender hasta su casa familiar que les compraron mis padres. Tomamos café con pastas y la madre no paraba de decir la buena pareja que hacíamos Margara, su hija, y yo. Ella debe tener unos años más que nosotros; dos o tres. No está mal, tiene buena figura y no es fea, pero tiene demasiado carácter. Pero estuvo muy cariñosa conmigo. Mientras hablaban los padres, ella me dijo que le acompañase al jardín para enseñarme unos geranios  que todavía tenían flor. Simuló que se torcía un pié y no tuve más remedio que cogerla para que no se cayese. Ella no tuvo demasiada prisa en que la soltase y parecía que se encontraba muy bien en mis brazos. Luego dijo que se había pinchado con una espina y me invitó a que besase su dedo. Tu ya sabes que a mí me hace falta poco para que se suba la sangre… a la cabeza y cuando parecía que me iba a seguir animando a continuar, con mucha habilidad y no menos picardía, dijo que debíamos volver con los padres, porque podían pensar más. Yo, esa noche, no podía dejar de pensar en ella y al día siguiente, mi madre me dijo que Margara era una chica muy hacendosa, muy piadosa y que podía ser la mujer ideal para mí. Yo, que ya sabes que cuando se me mete una cosa en la cabeza, no pienso demasiado, no dudé en acompañarles de nuevo en la visita de la semana siguiente. Ella seguía coqueteando conmigo pero no permitió quedarse a solas en ningún momento. Así varios días hasta que pensé que la única oportunidad de vernos a solas era pedir que hablase conmigo. Me dijo que teníamos que pedir permiso a sus padres, que aceptaron sin poner ningún reparo, y unos días después en todo Recondo se sabía que yo hablaba con la Margara.
Empecé a ir a su casa, como ya sabes que es costumbre en el pueblo, pero su madre no nos dejaba solos en ningún momento. Me tenía que contentar con pequeños roces en la mano, y poco más. Pero un día que habíamos quedado para salir a dar un paseo por la tarde, cuando llegué a buscarla su madre me hizo pasar a la salita y me dijo que me sentase, porque ella se estaba vistiendo en la habitación del al lado. Yo creo que lo habían preparado entre las dos. La puerta de la habitación estaba entreabierta, lo suficiente como para poder ver el espejo del palanganero. Yo me cambié de silla para tener mejor visión y vi que ella se estaba lavando los brazos y se había quedado sólo con las enaguas. Eran de esas enaguas que tienen botones en la parte delantera, que los tenía desabrochados, por lo que se le veía parte del pecho. Yo creo que sabía que la estaba viendo porque se bajó uno de los tirantes con lo que casi dejó a la vista uno de sus pechos, y además me pareció que miraba de reojo y que sonreía. Como puedes comprender yo estaba que ardía, pero ella se acercó a la puerta y la cerró del todo, con lo que se terminó el espectáculo. Luego llegó su madre y cuando ella salió no pude decirle nada, ni ella dejó entrever que se hubiese dado cuenta de que yo la había visto medio desnuda.


Y es que tengo que comprender que soy un vicioso, que no me puedo resistir cuando veo a una mujer que me gusta y aunque mi padre me lo había advertido muchas veces, tarde o temprano me iban a cazar.
El numerito del espejo lo volvió a repetir otro día cuando tuvo que cambiarse de vestido porque se manchó de café. Yo estoy totalmente convencido que lo hizo adrede y que también lo había organizado con su madre, porque un poco antes nos había dejado solos a los dos. Esta vez la exhibición fue mucho más rápida pero pude admirar sus piernas que durante un momento dejó al descubierto mientras se ponía el vestido limpio. También llegó oportuna su madre antes de que ella saliese. Yo creo que estaba espiando detrás de la puerta de la salita.
Ponme un poco de agua fresca, que se me está secando la boca… Gracias… El caso es que eso no terminó aquí. La muy puta lo tenía todo muy bien pensado… Era domingo. El día antes me había dicho que me pasase por su casa para ir los dos a la misa de una y que fuese un poco antes para dar una vuelta. Cuando llegué me abrió ella la puerta, salía con una bata de lana,  me dijo que sus padres estaban en la misa de doce, que estábamos solos, pero que entrase a la salita, porque se fiaba de mí. Ella entró en la habitación, pero se le “olvido” cerrar la puerta del todo… yo creo que había dejado una rendija más grande que los dos días anteriores… Empezó a lavarse, se quitó la bata y se quedó en camisón… yo creo que no era con el que dormía, sino que se lo había puesto expresamente para esa ocasión. Se abrió los botones, se lo echó para atrás y dejó al descubierto casi todo el pecho, que se reflejaba en el espejo.  Yo sabía que eso no lo iba a resistir, y pienso que ella también lo sabía. Por si acaso, debió pensar, lo mejor es quitármelo de una vez… y aquello fue ya superior a mis fuerzas… Cuando me quise dar cuenta estaba sobre ella en la cama… la muy guarra hizo como que se resistía, pero terminó jadeando como si le estuviese gustando… Era virgen, porque me manchó los pantalones de sangre, y entonces empezó a llorar… La verdad es que yo no sabía que hacer… sus padres podían llegar de un momento a otro y ella, entre sollozos entrecortados, se afanaba en limpiar mis pantalones… Yo dije que me perdonase, que había sido un acto irreflexivo y que no volvería a ocurrir… ella, redoblando su llantera, dijo que podía haberse quedado encinta, yo me atreví a decir que eso no era probable…  que de sólo una vez… pero ella insistió que era posible quedarse embarazada de sólo una vez… que qué íbamos a decir a nuestros padres… que me había aprovechado de su inocencia… que yo era un sinvergüenza… y eso sin separarse de mí, aunque ya se había vuelto a poner la bata, aunque dejando al descubierto parte de sus piernas…  Yo estoy convencido que ella lo había preparado todo concienzudamente… y me había cazado…
Un poquito más de agua… A la semana siguiente me dijo que se sentía algo rara, y a la siguiente que tenía un retraso… Unos días después sus padres vinieron de visita a casa, y ya estamos de preparativos, porque dentro de dos meses nos casamos…
Ay Rosita, que imbécil soy. Y eso que mi padre me lo tenía advertido que esto podía pasar. Contigo fue distinto, tú me gustabas, y ya sabes que por mí nos hubiéramos casado… pero las cosas son como son… Pero con Margara… si ya no me gusta, y además es una zorra que venía a por mí… Su familia está totalmente arruinada y tenía que cazarme para solucionar sus problemas económicos…
Rosita, lo siento mucho, pero en unos meses no vamos a poder vernos…"