viernes, 16 de diciembre de 2011

CURIOSIDADES SOBRE “TERTULIAS DE INVIERNO EN CHINCHON”.


El 2 de septiembre de 2008, ver enlace:


os contaba algunos datos sobre esta publicación de la que es autor Antonio Valladares Sotomayor. Hoy os quiero contar cómo llegué a dar con estos libritos. 
Encontré la referencia a este libro por casualidad. A la sorpresa le siguió la curiosidad. Entré en internet, y posiblemente por mi poca pericia en el medio, mi búsqueda fue infructuosa.
El siguiente paso fue dirigirme a la Biblioteca Nacional, donde me informaron que el libro no estaba en sus fondos, pero me facilitaron datos concretos de su existencia en la Biblioteca de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Posteriormente, encontré en internet la existencia de otros ejemplar en la Biblioteca del Mosteiro de Poio en Galicia.
Como en la Enciclopedia se decía que las “Tertulias” era un interesante documento de la época, pensé que allí podría encontrar datos interesantes de la vida política, social y cultural de Chinchón referidos al primer tercio del siglo XIX, me dirigí al C.S.I.C. donde la directora de la biblioteca me dio toda clase de facilidades y se ofreció personalmente a localizar los libros, que aunque están catalogados, estaban pendientes de colocación definitiva en los fondos de la biblioteca.

“Tertulias de Invierno en Chinchón” es una obra que consta de cuatro tomos. Su tamaño es de 16 centímetros de alto por 10 de ancho y cada uno tiene unas 220 páginas. Los dos primeros están editados en el año 1815, el primero, por la imprenta de D. Francisco de la Parte, y el segundo, por la imprenta de la Viuda de Vallín.
En los tomos 3.º y 4.º el título es Tertulias de Chinchón, están editados en el año 1820 e impresos en la imprenta de la Viuda de Aznar y se pusieron a la venta en las Librerías Vizcaíno, en la calle Concepción Gerónima y en la plazuela de Santo Domingo.
Los cuatro tomos están algo deteriorados, con tapas de cartón de color azul claro y lomos también de cartón marrón con el nombre del autor y el tomo en números romanos, con una especie de pegatina de cuero en que está grabado el título.
Estos ejemplares pertenecieron al académico gallego D. Armando Cotarelo Valledor, que nació en Vegadeo-Asturias en el año 1879 y murió en Madrid en el año 1950. En el tomo primero aparece un sello del librero-anticuario Luis Bardón.
El autor, Antonio Valladares de Sotomayor, dedica esta obra a D. Cayetano Miguel Manchón, al que agradece sus desvelos y sus enseñanzas, en recuerdo del miedo que pasaron juntos en Madrid los días 2 y 3 de mayo de 1808.
En la presentación de la obra nos cuenta que doña Elvira Samaniego, que por entonces contaba con 50 años, mujer que aún conservaba parte de la belleza de cuando tenía 20, enviudó de Don Segismundo -no indica apellido-que había profesado con éxito la jurisprudencia.
Decía don Segismundo que el letrado que perdiese un juicio debería quedar obligado a satisfacer al cliente los daños y perjuicios que le causasen, pues de este modo ni habría tantos litigios, ni tan malos abogados; y es que él jamás admitió la defensa de ningún litigio si no le canonizaba por justo la razón, por lo mismo, habiendo defendido tantos, no perdió ninguno.
Al morir su esposo le quedaron tres hijas, en edad de merecer, Nicasia, Dorotea y Polonia, y las cuatro mujeres guardaron luto en la Corte durante un año, llorando a tan ilustre marido y progenitor.
Nos cuenta el autor que la educación que don Segismundo dio a sus hijas fue correspondiente a la delicadeza de su conciencia, hizo que aprendieran a leer y a escribir, aquello con sentido y esto con buena ortografía, porque sin estas cualidades, es lo primero gruñir y lo segundo, pintar. Aprendieron gramática, historia sagrada y de la patria, mitología y los idiomas francés e italiano. Estudiaron música, tocando varios instrumentos y cantando con primor.
Pasado este año, la madre pensó que era ya hora de ofrecer a sus hijas una vida menos recluida y les propuso trasladarse a una casa que tenían en Chinchón, donde con su marido habían pasado tantos veranos. Las hijas aceptaron muy complacidas y las cuatro se trasladaron a esa casa, tan querida para doña Elvira, de la que su difunto esposo había sido el único arquitecto y director de la fábrica y que tenía una bella disposición y repartimiento de sus habitaciones y una preciosa distribución del terreno de un dilatado y frondoso jardín que tenía.
Cuando llegan al pueblo, a finales del otoño del año 1813, reciben numerosas visitas de sus familiares y amigos de la Corte, pero, sobre todo, son calurosamente acogidas por los vecinos, antiguos conocidos de sus estancias veraniegas.
Cuando ya están instaladas, a primeros del año 1814, reciben la visita del Señor Cura Párroco Selbor con su sobrino Baltasar, acompañados de D. Paulino que era joven, rico y filósofo, otro joven llamado Agustín y por don Gabriel Yer y doña Juliana Mezgo, que también era viuda.
El señor cura les propone celebrar, para hacer más llevaderas las largas noches de aquel invierno, unas tertulias para lo que encarga a cada uno de ellos preparen temas de interés, puesto que los acontecimientos del pueblo eran de escasa importancia.

Para no cansaros, ya os contaré, en otra ocasión, más curiosidades de las “Tertulias de Invierno en Chinchón”.