domingo, 7 de agosto de 2011

FAUSTINO: UN CUENTO EN TRES ENTREGAS. III


- III -


La comida, como era costumbre, se desarrolló en un tono afable y distendido, Faustino, ese dia estaba más lucuaz y les estuvo contando los hallazgos más curiosos que había encontrado en internet. Su nieto le animó a continuar con sus memorias, pero le recomendó que volviese a sus primeros años de militar y contase todas las anécdotas que tenìa de esa época y que podría hacer un "retrato" interesante  de la vida castrense en los años del franquismo.
Mientras se tomaba un descafeinado, Ernestina que había estado recogiendo los últimos platos de la comida, se sentó a su lado, y, en el tono cariñoso que siempre empleaba con él, le regañò
- Papá no hay quien pueda contigo, tienes ya casi ochenta años y me preocupa que quieras estar tú sólo. El otro dia estuvimos hablando con Fausto y Adela - ella siempre se había negado a emplear el diminutivo del nombre de su cuñada - y quedé que iba a hablar contigo para tomar una decisión antes de que te ocurra algo...
- Vamos a ser sinceros, tu estás todo el dia en la Farmacia, además aquí en este piso no hay sitio para ponerme una habitación. Tu hermano tampoco tiene sitio y además su mujer y mis nietas no iban a aceptar un regalito como yo...
Paró un unos segundos para respirar, pero siguió antes de que nadie le pudiese replicar:
- Así que la alternativa posible es la de una residencia. Yo aún me encuentro relativamente bien físicamente y sobre todo todavia me funciona la cabeza, aunque algunas veces reconozco que me pongo algo pesado con mis cosas. En estas circunstancias no resistía más de una semana en un ambiente en la que la mayoría tiene demencia senil, y lo menos malo que me podría ocurrir es que alguna viejecita se enamorase de mí y entonces no tendria más remedio suicidarme...
Todos rieron su ocurrencia, le hicieron prometer que en el momento que no se encontrase bien les llamarian y hablarian en serio de su situación, y la conversación se recondujo a los temas literarios e informáticos con los que  se había iniciado.
Cuando llegó a su casa supo que era el momento que siempre había temido. Era cuestión de meses el tener que depender de los demás. Y sin saber cómo se encontró con una tarjeta de visita en las manos en la que sólo se leía: " Efficacy Always ". No había más nombres, ni señas ni teléfonos.
Y por enésima vez rememoró todos los detalles de la entrevista y sobre todo le parecía sentir los ojos penetrantes de aquel hombre de cuyo nombre sólo sabía su inicial.
Aquel domingo lo dedicó a releer sus memorias. Lo solía hacer siempre cuando tenía tentaciones de melancolía. La terapia dió sus frutos y aquella noche durmió plácidamente hasta que sonó el despertador a la mañana siguiente.
Serian eso de las 16,30 cuando sonó el timbre de la puerta. Abrió la puerta y allí estaba él. Ni siquiera se sorprendió, parecía que todos los dias de los últimos doce años y medio habia esperado esta visita.
- ¿ Puedo entrar, Faustino ?
Prácticamente no había cambiado, tan sólo unos reflejos blancos en las sienes y en la barba, pero igualmente vestia un elegante traje azul y  ... los mismos gemelos con la "M" de topacios cerrando los puños de su camisa.
- ¿ Cómo ha sabido... ?
- Ya te dije que nuestro sistema de información está en la vanguardia de la tecnología, y que nuestro lema es siempre la eficacia, así que, como ves, estoy aquí para continuar la conversación que iniciamos hace tanto tiempo.
- Mi situación ha cambiado mucho desde entonces. Ahora pienso que no voy a tardar demasiado en necesitar la ayuda de los demás, y no me gustaría amargar la existencia de los que quiero...
- ¿ Y que tienes para vender ?
- Sólo tengo esta casa, todo lo demás es de mis hijos, pero ¿ cual sería el precio que me ofreces?
- Lo estipulado, cuando vayas a necesitar de los demás, te ayudamos a irte...
- Pero, ¿ cómo ? 
- No tienes que preocuparte, todo será lo más natural y sin dolor. Te reitero que somos eficaces. De todas formas aquí traigo el contrato que vamos a firmar. Lógicamente es un contrato absolutamente privado. Simultaneamente tenemos que firmar una escritura pública para traspasarnos la propiedad del piso, reservándote naturalmente, un usufructo vitalicio.
- Eso en realidad, no me importa. Lo que sí me preocupa es saber quien y cuando determina el final.
- Ya has podido comprobar que nosotros estamos constantemente en contacto con sólo que tu lo desees. El trato establece que el fin se produce cuando tu no te valgas por sí mismo. En eses momento, y sin posibilidad de marcha atrás, se desencadenas todas las acciones encaminadas a cumplir la parte de nuestro contrato. 
- ¿ Entonces la decisión es irreversible ?
- Naturalmente, cuando llega ese momento, generalmente, el cliente ya no tiene sus facultades mentales en plenitud. Nosotros vamos a cumplir un contrato firmado entre dos partes que son conscientes y tienen capacidad legal y mental para poder contratar. No obstante, no pretendemos presionarte. Puedes pensarlo y cuando de verdad estés decidido, yo, sin falta, estaré aquí con el contrato dispuesto para firmar.
Aquella noche no logró pegar el ojo. Su mente le decía que sí, su conciencia,que no. Y para ordenar sus pensamientos decidió levantarse. Eran las cuatro de la mañana cuando se sentó delante de su ordenador y abrió una carpeta de archivo nueva: "TESTAMENTO".


Yo, Faustino Torregrosa y Muñoz, Coronel retirado del Ejército Español, hijo de don Fausto Torregrosa y doña Edelmira Muñoz, nacido en Melilla el dia 10 de mayo de 1920, en pleno uso de mis facultades mentales redacto el presente testamento, rogando a mis hijos que procuren cumplir, en lo posible, mis últimas voluntades.
Quiero, en primer lugar, demostrar mi gratitud y admiración a mi esposa Genuina, que durante los años que vivimos juntos siempre me ofreció su amor , su compañia y la plena dedicación a todos los que vivimos con ella .
Todo lo que hay en la casa y era de mi mujer, es por derecho de mis hijos, y les ruego sean generosos a la hora de repartirlo.
El poco dinero que me quede, puesto que ninguno de mis hijos lo necesitan, se repartirá entre mis cuatro nietos a partes iguales, para que, si les parece bien, se compren algún recuerdo de su abuelo.
Las joyas que eran de mi mujer serán para mi hija Ernestina, a excepción de los pendientes de perlas que serán para Adela, la esposa de mi hijo. Todas las joyas mias serán para mi hijo Fausto, a excepción del reloj de oro que quiero lo tenga como recuerdo Manuel, el marido de mi hija.
Los libros, los discos, y los cuadros de la casa, los repartireis entre los cuatro nietos, con sólo la condición que no deshagais las colecciones que tengo completas.
El disco duro de mi ordenador, que es lo que más valoro, es para mi nieto Manuel que siempre ha demostrado su interés por lo que yo hacía.
El piso en el que vivo, ya no me pertenece, puesto que lo vendí con el usufructo vitalicio a mi favor, para garantizar que ninguno de vosotros os tuviéseis que ocupar de mí, cuando yo no pudiese valerme por mí mismo. El precio lo cobré yo en especie, por lo que no debeis buscar ninguna cuenta secreta en ningún banco.
Mi única preocupación ha sido el no haceros la puñeta y que siempre guardeis un buen recuerdo de vuestro padre y abuelo. Espero que sepais comprender mis razones y me perdoneis si no he sido el buen padre que vosotros os merecíais.
En madrid, a 19 de abril de mil novecientos noventa y nueve.
Lo leyó varias veces, hizo algunas correcciones y por fin pulsó la tecla de archivo. Claramente había tomado la decisión.
Durante dias esperó la visita del hombrecillo. No tenía ningún teléfono para contactar con él y empezó a ponerse nervioso. Casi no dormía y su carácter pacífico se fué tornando irascible. Su hija se lo notó por teléfono y al dia siguiente se puso de acuerdo con su hermano y fueron a visitarle.
- Papá te he notado por teléfono que estás muy excitadoy se lo he comentado a Fausto y por eso hemos venido a ver qué te pasa. ¿ Te encuentras mal ?
- No, no es nada, que llevo unos dias que no duermo bien, pero no es nada.
- ¿ Te preocupa algo ?
- No, de veras, es que a mis años parece que aún me afecta la primavera.
- No nos vas a engañar, sabemos que hay algo que te preocupa y no nos vamos sin que nos lo cuentes. 
- La verdad es que no tiene demasiada importancia, pero - les mintió - es que el otro dia un vecino me comentó que había unas empresas que a cambio de tu piso te garantizan que te cuidarán por el resto de tu vida, y me dado por pensar que podría ser una buena solución.
- De ninguna de las maneras, le interrumpió su hijo en un alarde de seguridad, que realmente sono algo falso, Tu no tienes que vender nada para garantizarte que vas a estar atendido. Aquí estamos nosotros para lo que haga falta.
Su hermana asintió y sentenció: - Tú, papá, sabes que siempre estaremos dispuestos a que vivas feliz. Así que deja de darle vueltas a esa idea descabellada de vender tu piso.
Fausto, como podía ser predecible, metió la pata.
- Además, no vamos a permitir que el piso de los abuelos vaya a parar a ,manos extrañas, ¡ Faltaría más !
Faustino se dió cuenta de que esta polémica era una guerra perdida y cambió de táctica. Les aseguró que no volvería a pensar en ello y que con su visita se encontraba mucho mejor, porque había podido comprobar lo mucho que les importaba.
Dos dias después volvió a sonar el timbre de la puerta.


- Pase, pase Vd., le estaba esperando.
- Me alegro mucho, Faustino, de que te hayas decidido por fín. Es la mejor decisión que podía tomar.
- Bueno, la realidad es que hay un pequeño problema... 
- Espero que sea pequeño y que lo podremos solucionar, dime.
- Mis hijos se oponen a que yo mes desprenda del piso, porque además del valor material está el valor sentimental por haber sido la residencia familiar de varias generaciones...
- Realmente no es tan pequeño... Pero bueno, si tienes algo que ofrecerme, lo podríamos estudiar...
- Lo que ve, mis libros, mis discos, mis cuadros, en fín, poca cosa...
- Ciertamente aquí hay algo que tiene el suficiente valor para negociar...
- Pues si no es el piso, cerramos el trato... pero ¿ qué hay aquí que tenga tanto valor como el piso ?
- ¡ Tú !
- ¡Ha, ya entiendo, cuando yo muera se aprovecharan todos mis órganos...
- No, no es tu cuerpo lo que nos interesa. Estás ya demasiado viejo... 
El contrato tenía diez hojas y en el mismo se recogian minuciosamente todas las posibilidades. Se notaba en la redacción la mano experta de un gran jurista.
Al final, debajo de la fecha resaltaban las dos firmas:
- Faustino Torregrosa y Mefistófeles.