lunes, 25 de julio de 2011

DOÑA JUANA I DE CASTILLA Y SU ESPOSO DON FELIPE DE BORGOÑA EN EL PALACIO DE LOS MARQUESES DE MOYA EN CHINCHON.


Eran los días finales del verano del año 1502. Doña Juana, la tercera hija de los Reyes Católicos y su esposo don Felipe, hijo del emperador Maximiliano I y María de Borgoña, conocido como “El Hermoso”, llegaron a Chinchón, invitados por los señores Marqueses de Moya, don Andrés de Cabrera y Doña Beatriz de Bobadilla.
Se habían casado en Lille el 21 de Agosto de 1496. En el año 1500 al haber muerto sus hermanos Juan e Isabel y su sobrino Miguel, el infante portugués, Juana es proclamada heredera del trono de Castilla y se desplaza desde los Paises Bajos hasta España, acompañada de su esposo, para ser jurados por las cortes castellas en la catedral de Toledo el 22 de mayo de 1502. como futuros reyes de España. 
Con este motivo recorren todo el territorio visitando pueblos y ciudades invitados por los nobles, que de esta forma querían ganarse sus favores. 
A los futuros monarcas les acompañaban un gran séquito que habían llegado con ellos desde los Paises Bajos. Entre ellos, Antoine de Lalaing, señor de Montigny, nombrado por don Felipe de Borgoña como uno de sus chambelanes, que se encargó de escribir un diario de todo lo que hicieron los herederos al trono de Castilla. 
Gracias a él conocemos con detalle las anécdotas de este viaje, y de la visita a Chinchón, dice textualmente:
“El jueves, décimoquinto día del mes de septiembre, El señor y la señora pasaron en bateas la orilla del Tajo y arribaron a Chinchón, a cuatro leguas de Ocaña. Y es Chinchón un pueblo muy bien asentado, según su situación. Está sobre una montaña y un valle, país de viñas y de labor, a la vez. Una fuente abastece de agua a todo el pueblo. Se alojaron el Señor y la Señora en la residencia del marqués de Moya, el cual, según su grandeza, es uno de los mejor acondicionados de toda España, guarnecido de buenos tapices y vajillas de oro y plata doradas y otras. Estaba esta mansión asentada sobre la montaña, y miraba a otro castillo, erigido por el marqués, sobre otra montaña, a tres tiros de ballesta de dicho pueblo. Tiene un hermoso jardín, una suerte de vergel, con muchas hierbas y plantas olorosas y útiles, y en medio una bella fuente.
16 de septiembre. El viernes, el señor y la señora visitaron un jardín de dos bonniers (140 a.), en el valle, entre dicho pueblo y el castillo, donde crecen diversos árboles frutales y hierbas, repleto de conejos y aves de gran suerte de colores. Después de la visita al castillo, donde el marqués hizo presentes a Monseñor y a los grandes señores y gentilhombres de vino local, y carnes y pescados y chinescos (arreos y jaeces) para los caballos en tal abundancia que Monseñor ordenó no tomarlos de ninguna manera.


Después hizo el citado marqués un banquete de dulces y confituras e hizo correr los toros y jugar a las cañas, a la moda del país. Después de esto, partieron a las cinco de la tarde y llegaron a Arganda, villa situada a dos leguas de Chinchón”.


Efectivamente, era costumbre en la época celebrar grandes acontecimientos, especialmente durante las visitas reales, con juegos de cañas y alanceamientos de toros, en los que participaban nobles y caballeros para demostrar sus habilidades. El juego de cañas consistía en un simulacro de una batalla en la que se enfrentaban dos cuadrillas, lanzándose cañas a modo de dardos, saetas, flechas y otras armas arrojadizas. 

Esta es la breve reseña de una visita que tuvo lugar en Chinchón, y de la que se hicieron eco distintos cronistas, entre ellos, Carlos Alonso en su “Toros en Chinchón” y Santiago Rodríguez Guillén en su estudio: “LOS ORÍGENES DEL SEÑORÍO DE CHINCHÓN (De la Tierra de Segovia al marquesado de Moya)” recientemente galardonado con el VII Premio de Investigación sobre Chinchón y su entorno.

Nota: Hoy se celebra la Festividad de Santiago Apóstol, y con este motivo se celebran fiestas de toros en Chinchón. Sirva esta crónica de la primera reseña histórica de una fiesta de toros en Chinchón, para conmemorar este día.