viernes, 8 de abril de 2011

LA BARCELONA DEL ANTONI GAUDI I CORNET.

La semana pasada estuve en Barcelona, y he aprovechado para recoger información que quiero compartir con todos vosotros. La verdad es que tengo para varias entregas, pero quiero comenzar con lo que más me ha impactado: La Barcelona del  Antoni Gaudí.
En todas estas visitas nos acompañó Sandra García de Walking Planets. Os podéis dar una vuelta por su Web: http://www.walkingplanets.com/ si queréis información sobre Barcelona.

Antoni Gaudí i Cornet nació en Reus el 25 de junio de 1852, hijo del industrial calderero Francesc Gaudí i Serra y de Antònia Cornet i Bertra. El pequeño Gaudí era de naturaleza enfermiza, y padeció reumatismo desde niño, lo que le transmitió un carácter un tanto retraído y reservado. Cursó arquitectura en la Escuela de la Llotja y en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, donde se graduó en 1878. Su expediente académico fue regular, con algún que otro suspenso; Gaudí se preocupaba más de sus propios intereses que de las asignaturas oficiales. Elies Rogent, director de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, dijo en el momento de otorgarle el título:  ”Hemos dado el título a un loco o a un genio, el tiempo lo dirá”.
El industrial catalán Eusebi Güell contactó con el arquitecto para encomendarle varios proyectos que tenía en mente. Comenzó así una larga amistad y un fructífero mecenazgo que dio origen a algunas de las más destacadas obras de Gaudí: las Bodegas Güell, los Pabellones Güell, el Palacio Güell y, sobre todo, el Parque Güell.
En 1883 aceptó hacerse cargo de continuar las recién iniciadas obras del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Gaudí modificó totalmente el proyecto inicial, convirtiéndola en su obra cumbre, conocida y admirada en todo el mundo. A partir de 1915 se dedicó casi por completo a este proyecto, hasta que murió en Barcelona el 10 de junio de 1926. fue un arquitecto español, máximo representante del modernismo catalán.


Entre 1904 y 1910 construye la Casa Batlló y la Casa Milà, dos de sus obras más emblemáticas, que también se encuentran en Barcelona.


La apariencia personal de Gaudí –de rasgos nórdicos, pelo rubio y ojos azules– sufrió una radical transformación con el paso del tiempo: de ser un joven con aspecto de “dandi” (trajes caros, pelo y barba bien arreglados, gustos de gourmet, frecuente asistencia al teatro y a la ópera, incluso visitaba las obras montado en su carruaje), pasó en su vejez a la más estricta sencillez, comiendo con frugalidad, vistiendo trajes viejos y gastados, con un aspecto descuidado, tanto que a veces lo tomaban por mendigo, como por desgracia pasó en el momento del accidente que le provocó la muerte.
La arquitectura de Gaudí está marcada por un fuerte sello personal, caracterizado por la búsqueda de nuevas soluciones estructurales, que logró después de toda una vida dedicada al análisis de la estructura óptima del edificio, integrado en su entorno y siendo una síntesis de todas las artes y oficios. Mediante el estudio y la práctica de nuevas y originales soluciones, la obra de Gaudí culminará en un estilo orgánico, inspirado en la naturaleza, pero sin perder la experiencia aportada por estilos anteriores, generando una obra arquitectónica que es una simbiosis perfecta de la tradición y la innovación. Asimismo, toda su obra está marcada por las que fueron sus cuatro grandes pasiones en la vida: la arquitectura, la naturaleza, la religión y el amor a Cataluña.


Desde 1915 Gaudí se dedicó prácticamente en exclusiva a su obra cumbre, la Sagrada Familia, que supone la síntesis de toda la evolución arquitectónica del genial arquitecto. Después de la realización de la cripta y el ábside, todavía en estilo neogótico, el resto del templo lo concibió en un estilo orgánico, imitando las formas de la naturaleza, donde abundan las formas geométricas regladas. El interior debía semejar un bosque, con un conjunto de columnas arborescentes inclinadas, de forma helicoidal, creando una estructura a la vez simple y resistente. Gaudí aplicó en la Sagrada Familia todos sus hallazgos experimentados anteriormente en obras como el Parque Güell o la cripta de la Colonia Güell, consiguiendo elaborar un templo estructuralmente perfecto a la vez que armónico y estético.
La Sagrada Familia tiene planta de cruz latina, de cinco naves centrales y transepto de tres naves, y ábside con siete capillas. Ostenta tres fachadas dedicadas al Nacimiento, Pasión y Gloria de Jesús, y cuando esté concluido tendrá 18 torres: cuatro en cada portal haciendo un total de doce por los apóstoles, cuatro sobre el crucero invocando a los evangelistas, una sobre el ábside dedicada a la Virgen y la torre-cimborio central en honor a Jesús, que alcanzará los 170 metros de altura. El templo dispondrá de dos sacristías junto al ábside, y de tres grandes capillas: la de la Asunción en el ábside y las del Bautismo y la Penitencia junto a la fachada principal; asimismo, estará rodeado de un claustro pensado para las procesiones y para aislar el templo del exterior. Gaudí aplicó a la Sagrada Familia un alto contenido simbólico, tanto en arquitectura como en escultura, dedicando a cada parte del templo un significado religioso.


Si me preguntan cual es mi opinión sobre esta obra, en primer lugar tendré que admitir que es la obra de un genio. Un genio que tenía una visión de la realidad distorsionada por su concepción de la vida y por su trayectoria personal, artística y religiosa. Esta obra, que se ha convertido en el emblema de Barcelona, es una fuente de ingresos como atracción turística y cultural. Desde el punto de vista religioso, es sin duda, un anacronismo, dado que está concebida con la mentalidad de la Edad Media y se aleja de la religiosidad conciliar. Será una de tantas catedrales que están dedicadas al turismo, más que a la práctica religiosa. Es una obra controvertida, pero que desde luego no hay más remedio que visitar.
A mí me gusta mucho más la fachada de la pasión, con obras de Josep María Subirachs, del que también es el busto de Gaudí que encabeza esta entrada.
Fotografías: m.carrasco.m