miércoles, 9 de marzo de 2011

HOY MIERCOLES DE CENIZA: LAS BULAS Y EL POTAJE DE CUARESMA.


La cuaresma es un periodo de tiempo litúrgico que va desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Ramos. Dura cuarenta días y cuarenta noches para preparar la fiesta más importante de la liturgia católica: La Pascua de Resurrección. La duración de este periodo está principalmente relacionada con el periodo de tiempo que pasó Jesucristo en el desierto para prepararse para su vida pública haciendo oración y penitencia, aunque se debe tener en cuenta que el número cuarenta es un número emblemático en la Biblia. Basta citar, por ejemplo, los cuarenta días con sus cuarenta noches que pasó Noé en su arca durante el diluvio, los cuarenta días con sus cuarenta noches que pasó Moisés en el monte Sinaí cuando Dios le entregó las Tablas de la Ley, los cuarenta días que Dios dió de plazo a Sodoma y Gomorra para enmendar su mal comportamiento, los cuarenta días de marcha de Elías para llegar al Monte Orbe y otros muchos ejemplos de este número. Durante este tiempo de Cuaresma no se canta el Aleluya ni el Gloria durante las misas. Los ornamentos del altar y la vestidura del sacerdote son color morado durante la Cuaresma.
El Miércoles de Ceniza, señalaba el inicio de la penitencia pública correspondiente a cada tipo de pecado, la penitencia continuaba por cuarenta días y consistía en ayunos, abstinencias, limosnas, hábito penitencial.
Se pedía mayor oración, sacrificios y ejercicio de la caridad. Igual que hoy, el tiempo de la Cuaresma era un tiempo fuerte de oración, penitencia y ayuno.
Durante este tiempo se ayunaba y se prohibía comer algunos alimentos, principalmente la carne, permitiéndose sólo el uso de sal, pan, agua y posteriormente legumbres y frutas, no podía comerse la carne, ni el pescado, los huevos, la leche, la manteca, el queso, el vino y el aceite. Este régimen llamado xerofagia se fue dulcificando paulatinamente, así se llegó a la única abstención de carne, grasas, huevos y derivados de la leche como natas y queso.
Aunque la abstinencia fue establecida como una mortificación corporal y nunca como el rechazo de alimentos impuros como en otras religiones, los cambios en su reglamentación fueron constantes a través de la historia al igual que los días destinados a guardar la misma; en un principio fueron días de prohibición los miércoles y viernes de todo el año, más los días de Cuaresma. En todo caso en los siglos XVI y XVII eran más de ciento cincuenta días los que no se podía comer carne y algunas otras cosas derivadas de los animales como sus grasas, la leche y los huevos.
Algunos pontífices, mediante Bulas, concedieron diversos privilegios y dispensas sobre el ayuno y la abstinencia, generalmente en concepto de compensación por servicios a la Iglesia como ayudas en la guerra contra los infieles. Para España se estableció la Bula de la Santa Cruzada que contenía privilegios parecidos a los que se dieron a los Cruzados de Tierra Santa.
La Bula de la Santa Cruzada otorgaba a los españoles el privilegio de poder comer huevos, leche y queso en Cuaresma.
A partir de aquí se oficializa el consumo de pescado en los días de abstinencia, creándose así dos tipos de días: los días de carne y los días de pescado, como se dieron en llamar. No obstante los teólogos complicaron la situación con continuas discusiones sobre las «dispensas» y «obligaciones» que se debían observar con las carnes y los pescados, llamando «promiscuar» a comer carne y pescado los días de vigilia.
Yo recuerdo que siendo muy pequeño, tenía solo seis años, acompañé a mi madre a la Sacristía de la Parroquia, para comprar la bula. Eran las Navidades del año 1951 y como éramos pobres, el párroco don Abrahán Quintanilla nos vendió la de cuarta clase, que sólo costaba una peseta, y que nos "indultaba" (a toda la familia) de la ley del ayuno y abstinencia para todo el año 1962, según certificaba el Cardenal primado de España don Enrique Pla y Deniel por la gracia de los Santos Romanos Pontífices y muy especialmente por Su Santidad Pio XI, de santa memoria.
 Nota. Es la bula que encabeza este artículo.


Como me figuro que tanto hablar de comida os habrá abierto el apetito, os dejo la receta del tipico potaje de Cuaresma. Es la receta que aparece en el libro “Cocina tradicional en Chinchón” que ha recopilado Tanci de las Heras.

POTAJE

Ingredientes:

Trescientos gramos de judías blancas
Trescientos gramos de garbanzos
Medio kilo de bacalao
Medio kilo de espinacas cocidas
Cuarto de kilo de chirlas
Una cebolla
Una cabeza de ajos y cuatro dientes
Tres hojas de laurel
Una cucharada de postre de pimentón dulce
Tres huevos duros
Seis rodajas de pan
Aceite
Agua
Sal

Elaboración:

Se desala el bacalao poniéndolo en agua cuarenta y ocho o veinticuatro horas antes de preparar el potaje. El tiempo que debe permanecer en agua el bacalao depende de su grosor.
La noche anterior se ponen en remojo los garbanzos y las judías.
Se ponen en una olla el bacalao, las judías, los garbanzos, el laurel, media cebolla pelada y partida en rodajas y la cabeza de ajos y se cubre de agua. Se hierve durante quince minutos en olla a presión o cuarenta y cinco minutos en olla tradicional.
Se saca el bacalao de la olla, se limpia de espinas y se reserva.
En una sartén se ponen diez cucharadas de aceite y se fríen cuatro dientes de ajo enteros y la otra media cebolla partida en trocitos. Cuando empiece a dorarse se añaden las chirlas lavadas y las espinacas cocidas y escurridas. Se rehoga todo y una vez rehogado, sin dejar de mover, se añade el pimentón y se mezcla bien.
Se vuelca este sofrito en la olla donde están los garbanzos y las judías, se añade el bacalao, se da el punto de sal y vuelve a cocerse durante unos diez minutos en olla a presión o veinticinco minutos en olla tradicional.
Finalizada la segunda cocción, se observa que las judías y los garbanzos estén tiernos. Si es así se añaden los huevos duros partidos en rodajas, se deja reposar unos minutos y se sirve muy caliente.
Se acompaña cada ración con una rodaja de pan frito en abundante aceite.

¡BUEN PROVECHO!


Nota: El plato de potaje, me lo comí yo, y estaba buenísimo. ¡Palabrita del Niño Jesús!