lunes, 30 de agosto de 2010

¿FE O CONFIANZA?

Mi amigo Elpidio ha vuelto de vacaciones. Me ha contado que se ha retirado al Monasterio de Silos para meditar y venía muy relajado y menos agresivo que en otras ocasiones. Me comentó que había estado meditando sobre la escala de valores de la sociedad actual y cómo estos valores habían ido cambiando con el tiempo.  Según su opinión, la Iglesia Católica había capitalizado los valores tradicionales, y siempre hizo mayor incapié en los que consideró más importantes para el sometimiento de los fieles. Así determinó que las tres virtudes que realmente acercaban a Dios -virtudes teologales- eran la fe, la esperanza y la caridad. Después estaban la castidad, la humildad, la templanza y la paciencia que eran buenas consejeras para llegar a ser personas de bien.

Sólo se quedó un momento para saludarme, pero me dejó una nota, para que la publicas en mi blog, "si me parecía bien", me dijo.
Como sé que algunos seguidores del blog se han interesado por las opiniones de mi amigo, he decido publicar su nota, que esta vez la dedica a la "fe" y a la "confianza". Otro día os trascribiré lo que me dijo sobre la "Esperanza", que él contraponía a la "Ilusión".
"Todas las religiones están basadas en la fe. El creyente tiene que aceptar unas “verdades” porque han sido “reveladas” por dios, ante las que no cabe ninguna discusión ni siquiera la más leve objección. Estas verdades no tienen que ser justificadas ni explicadas, y su aceptación se basa únicamente en la fe ciega que es exigible a todo creyente. Si alguien las pone en duda y, de buena fe, no las puede aceptar porque están en contra de su criterio, la religión dice que esa persona no tiene fe y por lo tanto es justificable su incredulidad. Y es que una de las características de la fe es que es una “gracia” divina. Un don que se recibe de dios sin dar nada a cambio. Un don “gratuito” que una vez recibido hay que conservar.
Porque las religiones admiten la falta de fe en las personas por desconocimiento o falta de formación. Pero lo que ya es más difícil admitir es la pérdida de la fe, que muchas veces se atribuye a intereses bastardos para justificar una actitud personal no acorde con las enseñanzas de la religión.
Ante esta concepción de la fe, la religión no tiene que justificar ni explicar nada. Lo que dice es como es, porque sí, porque así lo ha revelado dios. La religión pide al creyente sólo fe, no confianza. A la religión no le preocupa que sus fieles tengan confianza en lo que predican sino solamente que lo crean y acepten tal y como lo explican.
Este planteamiento fue válido durante siglos amparándose en la ignorancia y en la falta de formación de los fieles. Hasta el siglo XVI las sagradas escrituras del Cristianismo estaban escritas en latín, sin traducirlas a las lenguas vernáculas, con lo que sólo se podía acceder a sus doctrinas por las traducciones de los “doctores” de la iglesia. Después, y hasta hace poco más de medio siglo, la iglesia “aconsejaba” a los fieles no leer el Antiguo Testamento, por no estar capacitados para descifrar las enseñanzas divinas que encierran sus libros, que estaban escritos para unas mentalidades culturales muy diferentes a las actuales. Durante mucho tiempo se hizo una lectura literal de la Biblia, lo que ocasionó que se aceptasen errores que, poco a poco, la ciencia iba desmontando. Desde que terminó el Concilio Vaticano II, los teólogos están haciendo una lectura de los libros sagrados con interpretaciones que distan mucho de las tradicionales, pero que no son compartidas por toda la Iglesia. Así podemos encontrarnos con homilías muy diferentes en función de la iglesia donde asistas a los servicios religiosos.
Cuando la iglesia manifiesta que actualmente la sociedad occidental está sufriento una crisis de fe, achacando la misma a múltiples circunstancias, entre las que destaca el ataque frontal de sus enemigos, debería preguntarse si en vez de crisis de fe no se está viviendo una crisis de confianza en las enseñanzas tradicionales de la iglesia".