martes, 3 de noviembre de 2009

EL CLAUSTRO DE SANTO DOMINGO DE SILOS


Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.





Con estos versos cantaba Gerardo Diego al ciprés que vigila el claustro de Santo Domingo de Silos. Ante la belleza de sus piedras, del entorno, sólo se pueden escuchar los versos del poeta o el canto gregoriano de los monjes. Todo lo demás es silencio y contemplación.




Tanta belleza, tanto sosiego, sólo encuentra parangón en la naturaleza, que en estos días de otoño se viste de colores para no desentonar con las finas filigranas de los capiteles que labraron los anónimos canteros, insignes artistas del románico.


Fotografías de m.carrasco.m (29-10-2009)