jueves, 19 de febrero de 2009

TRABAJOS FORZADOS.

El mes pasado se inició el Taller de literatura de la Biblioteca Pública "Petra Ramirez" de Chinchón. Se inició con la redacción de un cuento o pequeño relato. En los talleres de escritura se hace lo que yo llamo "trabajos forzados". Es decir, tienes que hacer un trabajo forzado por las indicaciones que hace la profesora para todos los alumnos. Y este es el primero de este año, que yo titulé:

MOTIVOS INCONFESABLES.

Todos pensaban que Jose era inaguantable. A nadie dejaba indiferente y sólo unos pocos, posiblemente por no tener más remedio, aceptaban su presencia. Sus precisiones solían ser acertadas, pero casi siempre eran desagradables para los que eran el objetivo de sus violentas diatribas y de sus opiniones, por lo general, injuriosas.
En sus críticas, la mayoría de las veces tenía razón y por lo común demostraba un ingenio innato y un sarcasmo devastador; sus comentarios incisivos tenían la virtud de ofender a casi todos, aunque, en honor a la verdad, sus ocurrencias solían ser celebradas por su gracia y por su agudeza crítica.
Y posiblemente por eso se había quedado soltera. Aunque nunca quería reconocer su edad, todos sabían que debía rondar ya cerca de los cincuenta. No era virgen, pero casi. Solamente lo había hecho con un novio, demasiado inexperto que tuvo cuando era muy joven, y de aquello no guardaba muy buen recuerdo. No acertaba a determinar si fue por la escasa experiencia del muchacho o por la estricta formación religiosa que le había dado su familia, el caso es que nunca le perdonó que no hubiese respetado su inocencia y terminó por dejarle.
Durante mucho tiempo vivió desengañada de los hombres, por los que ya no sentía ninguna atracción; llegó a pensar que podía ser lesbiana, pero tampoco le atraían las mujeres. Desde entonces se centró en el trabajo donde colmó todas sus aspiraciones personales.
Y un día convocó a sus conocidos -no se podía decir que fuesen amigos- lo que extraño sobremanera a todos ellos, porque era la primera vez que les invitaba a su casa. Cuando estaban todos reunidos en el salón, soltó la noticia:
- ¡Me voy de misionera a Mozambique!
Al principio nadie llegó a tomar en serio esta decisión, y la mayoría aprovecho para hacer los chascarrillos que ella habría utilizado si alguno de sus allegados se hubiera atrevido a hacer una propuesta tan descabellada como la suya.
Sin embargo, empezaron a tomarla en serio cuando pidió la excedencia en el trabajo y se fue a la Seguridad Social para ponerse todas las vacunas reglamentarias, que le habían aconsejado en la ONG del médico Pedro Alonso, que estaba experimentando en Mahinça la vacuna contra la malaria del doctor colombiano Manuel Elkin Patarrollo.
Por más que elucubraban, nadie llegaba a comprender los motivos que habían llevado a Jose a tomar una decisión tan ilógica e inesperada que, desde luego, ella nunca los llegaría a confesar.
Y también aquella noche volvió a tener el mismo sueño que desde hacía muchos años se había hecho recurrente.


“Era una pequeña aldea en plena selva tropical. El sol caía de plano sobre su cuerpo bronceado y sudoroso que apenas si podía ocultar su escueto vestido de vistosos colorines.
El aire traía el olor al salitre del mar y los aromas de las frutas que nacían salvajes en los árboles que circundaban las pequeñas chozas de los nativos y el improvisado hospital de campaña que habían instalado hacía sólo unos días.
Aunque ella podía ser la de más edad de la tribu, aparentaba ser de las más jóvenes y desde luego la más atractiva para los fornidos cazadores que paseaban desnudos a su alrededor.
Cuando el sol se ocultó detrás de las montañas, y el relente del ocaso suavizó los ardores de su cuerpo, como todas las noches, volvió a ser violada por aquellos salvajes que gozaron de su cuerpo, durante tantos años desaprovechado para el amor”.