- Cuento uno. Por tres veces había sonado el estridente silbido del tren. En el reloj que colgaba sobre la puerta de los andenes, la manecilla más larga se había movido hasta llegar al número doce. Por debajo de las ruedas de hierro se había escapado una espesa humareda entre chirridos y vaivenes acompasados.Ella sacó su pañuelo, se asomó a la ventanilla del vagón y lo agitó mientras una lágrima corría por su mejilla.Nadie la contestó.
- Cuento dos. En un gesto de valentía, se asomó al balcón de su conciencia despierta y era de noche. Cuando amaneció, y empezó a entrar la luz, ya había conseguido dormirla.
- Cuento tres.Ya es hora de tomar decisiones y afrontar nuestras propias responsabilidades. He pensado que no está bien que, a mis años, todavía tengáis que estar preocupados por la hora en que vuelvo los fines de semana, y por las amistades que tengo. Ya sé que los tiempos no son fáciles y que como en casa no estaré en ninguna parte, pero he tomado la decisión: me voy a vivir con un amigo...Así que, papá, ve pensando que me tienes que aumentar la asignación mensual...
- Cuento cuatro. "¡Eres un inútil y no sirves para nada! ¿Qué sería de ti si yo no me ocupase de todo? Tengo que prepararte hasta lo que te pones cada día... si no, irías hecho un adefesio. Y no digamos de tu falta de sangre... es que me llevan todos los demonios... ¡Si no eres capaz de tomar ninguna iniciativa! Si vas a permitir que te pase por encima todo el mundo...¡Entérate bien! Hoy, cuando despaches con el presidente, le dices claramente que lo de director general no es suficiente, que tú eres el más indicado para ser el vicepresidente..."Detrás de una gran mujer... hay, casi siempre, un pobre hombre.
- Cuento cinco. Y terminó así su mitin:- ... y no me votéis los que esperáis un trato de favor, los que no queréis someteros al imperio de la justicia, los que no respetáis a las minorías, los que, en fin, no creéis en la democracia.Le hicieron caso y perdió las elecciones.
- Cuento seis. Le dijeron que la distancia es el olvido. Él quería olvidar y se embarcó para tierras lejanas; pero no le sirvió de nada porque ella se había colado de polizón en las bodegas de su alma.
- Cuento siete. Era un día gris de finales de otoño. El cielo plomizo empezaba destilar lágrimas a la caída de la tarde. En la chimenea se consumían los últimos troncos de alegría, y ella se preparó para cenar un buen tazón de chocolate con penas ya casi olvidadas. Hacía tanto tiempo que no las probaba que le parecieron nuevas.
- Cuento ocho. Tenía una gran habilidad para tirar la piedra y esconder la mano, pero, al final, todos supieron que era un cobarde, porque las piedras, siempre, terminan manchando las manos.
- Cuento nueve. Se incorporó de la cama y encendió un cigarrillo. El reloj despertador marcaba las dos y cuarenta y tres. Se volvió pero, a su espalda, ya no estaba ella.Encima de su mesilla había una nota escrita con rasgos apresurados:- "La próxima vez procura no dormirte... hasta después..."
- Pues para ya de contar…