sábado, 10 de abril de 2021

CONVOCATORIA CERTAMEN LITERARIO. SONETOS

IX Certamen Literario "Enrique Segovia Rocaberti" - Concurso de Sonetos


Nueva edición del Certamen Literario "Enrique Segovia Rocabarti". En esta ocasión en la modalidad de Sonetos de tema limbre. Su objetivo es fomentar la escritura y dar a conocer la obra y la figura del gran escritor chinchonés.

Podrá participar cualquier persona mayor de dieciséis años. Se establece una única categoría y dos premios: ganador y finalista.Los poemas estarán escritos en lengua española y cada autor/a podrá presentar un máximo de DOS SONETOS.La temática de los sonetos es libre. La extensión se ajustará al tipo de composición exigida: soneto (14 versos endecasílabos).

Para participar se enviarán los textos al correo de la Biblioteca de Chinchón: biblioteca.archivo@ciudad-chinchon.com












viernes, 9 de abril de 2021

TELAR



La industria textil en el Chinchón de la posguerra.


Para paliar esta falta de trabajo para los jóvenes, a excepción de la agricultura y de sus industrias derivadas, como el aceite, el vino y el aguardiente, y de las actividades comerciales, durante este periodo de la posguerra, en Chinchón funcionaron dos industrias textiles, dirigidas principalmente a las mujeres. Una fábrica textil y los telares de alfombras de nudo español.

En los años cuarenta, el ingeniero don Arturo Ruiz-Falcó, instaló en la calle del Alamillo Alto, una fábrica textil, conocida como “fábrica de cintas”, dedicada principalmente a la confección de productos elásticos para cinturones y otras finalidades relacionadas con la ropa del ejército para el que trabajaban habitualmente. Allí trabajaban unas veinte personas, la mayoría mujeres, hasta el año 1968, en que cerró la fábrica.

En los años cincuenta, surgió otra industria: Los telares. Las pioneras fueron 14 jóvenes que aprendieron el oficio en la Fundación Generalísimo, en Madrid.

Alrededor de 50 telares trabajaron en plena actividad en Chinchón hasta 1967, cuando este tipo de trabajo prácticamente desapareció.

Cada trabajadora tenía su propio espacio de 120 filas de nudo, alrededor de medio metro y recibían 8 pesetas (0.048 €) por cada 1000 nudos. Era un trabajo a destajo y el salario se recibía cuando terminaban la alfombra. Las tejedoras que querían recibir un salario razonable tenían que hacer 12.500 nudos cada día.

Una alfombra de 3.5 m. de largo y 2,5 m. de ancho, tardaba en ser tejida por 5 mujeres unos 15 días. Su precio, entonces, era de unas 15.000 pesetas (menos de 100 euros).

Josefa Montes, Genuina Díaz, Ceci y el Sr. Valladares, fueron algunos de los que regentaron estos telares que estaban instalados en casas particulares.

La particularidad del "nudo español" es que en su fabricación no se utiliza ningún tipo de máquina: todo el proceso se hace a mano; cada hilo es un nudo y nudo a nudo se teje la alfombra hasta su finalización. En su fabricación no intervienen ningún tipo de lanzadera, ni otro tipo de mecanismo, lo que hizo que estas alfombras fueran consideradas entre los mejores del mundo. Si se examina la parte posterior de la alfombra se puede ver el mismo diseño que se ve en la parte delantera.

Era un trabajo penoso y muy duro, pues el roce de la urdimbre y el uso continuo de tijeras causaban deformidades de las manos de la mujer; además, la lana desprendía un polvo nocivo, que las trabajadoras respiraban continuamente. Pero fue una industria que durante casi 20 años llegó a crear en Chinchón unos 200 puestos de trabajo.

jueves, 8 de abril de 2021

TORTILLAS


Foto: Cortesía de
 J.L.C.



Casi nadie discute que la tortilla de patatas es uno de los platos más importantes de la cocina española. Todos tenemos nuestras preferencias, y nadie se atreve a discutir que la que hace nuestra mujer o la que hacía nuestra abuela son las mejores de todas.

Las hay con cebolla y sin cebolla, las más o menos cuajadas; hasta las deconstruidas de Ferran Adria y las que ahora dicen que se pueden hacer en diez minutos con patatas fritas de bolsa, que ya hace tiempo las hacia el célebre chef catalán. Tenemos la tortilla de Betanzos, casi sin cuajar, la de Villanueva de la Serena, donde dicen que es la cuna de la tortilla de patatas.... en fin, muchísimas.

Yo hoy quiero mostraros tres. Y es que con eso del confinamiento de la pandemia me he aficionado a ver programas de Arguiñano y acercarme al fogón cuando mi mujer está preparando la comida, aunque todavía no me considera lo suficientemente preparado para dejarme solo en la cocina.

En primer lugar, la tradicional tortilla española, con patata y cebolla, que esté en su punto, ni demasiado cuajada, ni poco hecha.



Foto: mcm.

En segundo lugar la tortilla de ajetes, con patata y sustituyendo la cebolla por ajos tiernos finos de Chinchón. Una propuesta atrevida, pero deliciosa si te gustan los ajetes.



Foto: Cortesía de J.L.C.

Y una última que descubrimos en internet. Tortilla de cebolla, espinacas y bacalao. Se utiliza el bacalao y las espinacas frescas, una vez pochados todos los ingredientes, se añaden los huevos batidos... y está muy buena.



Foto:mcm

Si las hacéis, seguro que me lo vais a agradecer....

miércoles, 7 de abril de 2021

MULEROS



Federico García-Lorca, además de su labor literaria como poeta y dramaturgo, realizó una importantísima labor de recopilación del cancionero popular Andaluz. La Tarara, Romance sonámbulo (Verde que te quiero verde), Los pelegrinitos, En el Café de Chinitas, el Zorongo gitano, etc, etc., una labor en la que colaboró con Manuel de Falla.
Manuel de Falla fue amigo y maestro de Federico García Lorca desde que el músico trasladó su residencia a Granada en 1920. En esa época la compenetración entre ambos fue “muy profunda”, según Isabel Garcia Lorca, hasta el punto de que ambos emprendieron excursiones en automóvil por la provincia de Granada en busca de canciones populares, como Las tres hojas. De esa época son las colaboraciones en el Concurso de Cante Jondo de Granada, en junio de 1922, con motivo de la festividad del Corpus Cristi, en el que también colaboró Ignacio Zuloaga  y en la función de marionetas del Día de Reyes de 1923.




Posiblemente “Los cuatro muleros” sea la canción más popular de todas las que recogió Federico, y de la que se han hecho infinidad de versiones por las primeras figuras del cante. Desde la versión orquestal de los Pekenikes, a las versiones de Estrella Morente y Ana Belén, entre otras.
De entre todas ellas, yo me permito recomendar esta versión que protagonizó Flor de Cordoba, y que en esta ocasión canta Maria Antonia Moya. 
Podéis escucharla en este enlace:




martes, 6 de abril de 2021

lunes, 5 de abril de 2021

RESPIRAR (El valor emocional de los olores de la infancia)

La hazaña espiritual consiste en ser capaz de recuperar con este ejercicio algunos de los perdidos aromas que a lo largo de la vida se han constituido en una estructura de tu memoria.




Antigua tahona de Chinchón, haciendo hornazos. (Fotografías del Archivo de Chinchón)

Un artículo de Manuel Vicent en El País de 4.4,21.


Aprender a respirar es toda una hazaña espiritual. En este caso no se trata solo de inhalar por la nariz lenta y profundamente el oxígeno del aire para llenarte de energía nueva, llevarlo hasta el fondo de los pulmones, retenerlo lo más posible y exhalar por la boca para liberar la energía vieja convertida en anhídrido carbónico. 

La hazaña espiritual consiste en ser capaz de recuperar con este ejercicio de respiración algunos de los perdidos aromas que a lo largo de la vida se han constituido en una estructura de tu memoria. 

Para la gente de mi generación es el olor a linotipia de aquellos cromos de futbolistas y tebeos, el de los lápices Alpino y el de las gomas de borrar con sabor a coco, el del confesionario donde el pecado de la carne se confundía con el aliento a tabaco de picadura que fumaba el confesor, el de la brea de las barcas varadas en la playa, el del jabón Heno de Pravia que se usaba en casa, el del pegamento de los parches en el neumático de la bicicleta, el de las tahonas y confiterías que en los antiguos Sábados de Gloria horneaban las monas de Pascua(1), el de los salazones en la alacena, el de alcanfor del armario ropero, el del serrín húmedo con que se barría el bar y el cine del pueblo, el de las jaras que te arañaban las pantorrillas en las excursiones por el monte en primavera, el de los pinos mojados después de una tormenta de verano, el del humus de las hojas fermentadas de otoño. 




Hornazos de Chinchón recién sacados del horno. (3.4.21)


Después de tantos años esos aromas están todavía en el cerebro. Se trata de respirarlos con el pensamiento y a la hora de exhalarlos liberar también como el anhídrido carbónico, que los acompañaba, la miseria de postguerra, la represión y el silencio de cuantos fueron obligados a callar. Inspirar, exhalar, es como escalar la propia montaña. De subida todo claro, de bajada todo oscuro, así una y otra vez hasta aprender que tu vida está en el aire.


(1) En Chinchón se llaman hornazos.

domingo, 4 de abril de 2021