sábado, 24 de octubre de 2020

ÁNGEL SIMÓN “QUICILE” EN LA CASA DE CULTURA

EXPOSICIÓN TAURINA "



Este año tampoco se podrá celebrar la 97 Edición del Tradicional Festival Taurino de Chinchón por las restricciones impuestas por la pandemia que sufrimos.

Para conmemorar está casi centenaria tradición se ha elaborado un programa con varias actividades, dando comienzo este fin de semana.





Hoy sábado 24 de Octubre a las 18.30 horas tendrá lugar la inauguración de la Exposición Taurina a cargo del ceramista y pintor Ángel Luis Simón Palacios “Quicile” en la Casa de Cultura “Manuel Alvar”.





La exposición podrá visitarse desde este sábado hasta el 8 de Noviembre, de lunes a viernes de 18h a 21h y sábados, domingos y festivos de 11h a 14h.


¡ Los que estéis en Chinchón, no os la podéis perder!

viernes, 23 de octubre de 2020

Y RELATOS PARA MAYORES XIV

Y otro año más, y ya son cuatro, he sido finalista en el XII Concurso de relatos y micro relatos para mayores.

Y este ha sido el micro relato que ha sido seleccionado entre los 5 finalistas; lo titule:





HUIDA


“Le dijeron que la distancia es el olvido.

 

Él quería olvidar y se embarcó para tierras lejanas; pero no le sirvió de nada porque ella se había colado de polizón en las bodegas de su alma”.

 


jueves, 22 de octubre de 2020

ENTREGA DE PREMIOS




Hoy día 22 de octubre de 2020, a las 18 horas, tendrá lugar la entrega de premios del XII concurso de relatos y micro relatos para mayores que anualmente organiza Radio Nacional de España y patrocina la Fundación de La Caixa.

Este año, con motivo de las restricciones motivadas por la pandemia del Covid19, esta entrega será un acto virtual, que podrá ser seguido en directo a través de streaming’s. 


Este es el enlace con el que podrán conectarse a las 18 horas de hoy, día 22 de octubre.


concursorelatos.fundacionlacaixa.org

 

¡Mucha suerte!

martes, 20 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES XIII

Y este es el micro relato que envié y no ha sido seleccionado. El otro, no lo puedo publicar hasta que no sea la entrega de premios que será pasado mañana. Será una entrega virtual retransmitido en directo por streaming el día 22 de octubre a las seis de la tarde. Ya os contaré el resultado. 

Este micro relato lo he titulado:





DESPEDIDA.

 

Por tres veces había sonado el estridente silbido del tren.

 

En el reloj que colgaba sobre la puerta de los andenes, la manecilla más larga se había movido hasta llegar al número doce.

 

Por debajo de las ruedas de hierro se había escapado una espesa humareda entre chirridos y vaivenes acompasados.

 

Ella sacó su pañuelo, se asomó a la ventanilla del vagón y lo agitó mientras una lágrima corría por su mejilla.

 

Nadie contestó.

lunes, 19 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES XII

Y este es el segundo relato que presente este año y en el que había puesto mis esperanzas de que fuese a llegar a la final... pero no fue así, lo había titulado:





EL CHAMARILERO.

 

Desde muy pequeño acostumbré a seguir a mi abuelo por los caminos polvorientos del centro de la meseta. Él iba siempre en un tílburi reconvertido en carromato donde escondía su preciada mercancía. Sólo parábamos en los pueblos deshabitados en los que solíamos encontrar sólo fantasmas del pasado y hologramas que deambulaban de acá para allá, siempre sin rumbo fijo, camino a lo desconocido.

 

Mi abuelo me decía que allí, algún día, encontraríamos a sus verdaderos clientes, que le comprarían todas las existencias. Yo, que aún era pequeño, no entendía muy bien lo que mi abuelo quería decir, pero asentía, posiblemente por ese respeto reverencial a los mayores que me inculcaron desde niño.

 

Cuando llegábamos a la que había sido la plaza del pueblo, mi abuelo tiraba del ramal y la “Remolona”, una borrica muy delgada ya casi acostumbrada a no comer, se detenía en seco. Él se bajaba del tílburi, me cogía de la cintura y me ayudaba también a bajar a mí. Miraba alrededor, se quitaba la gorra que siempre llevaba ladeada sobre la sien izquierda, se limpiaba el sudor y mirando al cielo, lanzaba su mismo mensaje:

 

- ¡El chamarilero, compro sueños viejos! ¡No importa que estén usados, y pago al contado!

 

Luego, cuando había pasado un tiempo, poco por lo general, gritaba su otro comunicado:

 

- ¡También vendo sueños a estrenar, sueños reparados y garantizados por toda una vida! ¡Tengo sueños para mocitas de buen ver, para madres primerizas, para jubilados sin esperanzas y para políticos honestos!

 

Por lo general nadie solía responder; pero un día, en un pueblo perdido entre un valle sin río y unas montañas de imperceptible pendiente, donde apenas si el camino dejaba pasar nuestro viejo carromato, un pueblo de sólo ocho o nueve casas todas en ruinas, sin puertas ni ventanas, un pueblo donde únicamente quedaban en pie unas piedras de lo que habían sido los arranques de la torre de la iglesia; por detrás de la tapia de lo que un día pudo ser un aprisco, apareció un hombre de pelo cano, de una edad imposible de precisar, con un callado de pastor en la mano y caminando a duras penas, que se acercó a mi abuelo.

 

Era un viejo con el rostro arrugado por los vientos y las manos desgastadas por las rudas tareas del campo; nos contó que en las nubes suelen viajar sueños y palabras, que luego caerán en forma de lluvia, como versos y sentimientos, en esos días en que el calor del amor o el frío del desdén afloran en las almas de los poetas y en el corazón de los enamorados.

 

Yo, en los ocasos dorados, dijo, me suelo asomar a la ventana que mira al poniente y en los blancos amaneceres, a la que se ilumina con las primeras luces del alba y a veces he logrado escuchar esos versos llenos de ternura que se han debido escapar de la nube blanca para adornar los requiebros del enamorado que despide a la amada que se va con los últimos rayos del sol, o que han inspirado al poeta insomne que ha velado toda la noche a la espera de esas mágicas palabras que solo llegan cuando la luz de la mañana se mezcla con su sopor, en la duermevela de su conciencia.

 

Después nos confesó:

 

- Yo tengo un sueño muy bonito y no tengo a nadie a quien dejárselo.

 

- ¿Cuánto quiere por él?

 

- Mi sueño no tiene precio, se lo quiero regalar a este niño de ojos con luz y con ilusión en su cara. Nadie mejor que él lo podrá vivir.

 

Desde entonces sigo recorriendo los caminos de mi pequeño mundo, buscando otro niño para que pueda seguir viviendo el sueño que a mí me regaló un hombre muy viejo en un pueblo casi deshabitado cuando yo acompañaba a mi abuelo en lo que él llamaba tílburi y no era más que una destartalada tartana, donde guardaba su preciada mercancía de hermosos sueños irrealizables para personas sensatas, solo útiles para soñadores empedernidos y para jóvenes enamorados.

 

domingo, 18 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES XI

Y durante varios años me olvidé del Concurso de relatos. Pero este año, quizás por el confinamiento del coronavirus, me dio por buscar en Google las bases de la convocatoria y me encontré que se anunciaba la posibilidad de enviar también micro relatos y me anime.


Precisamenteha sido seleccionado uno de estos como finalista. 
Además envíe también dos relatos. Uno de ellos, este, titulado:




LA OTRA TARDE SE ME APARECIO LA VIRGEN.

 

Lo recogieron todos los periódicos; incluso algunos en la portada. "Un viejo ha visto a la Virgen sobre una encina". Yo era el viejo y, es verdad que la otra tarde, cuando la luz empezaba a oscurecer, vi a la virgen que se me apareció sobre la encina que hay en el recodo del camino, antes de llegar as la primera casona del pueblo.

 

Yo se que esto es increíble; que la Virgen sólo se aparece a los niños inocentes y que ya hace mucho tiempo que lo hizo por última vez; pero es totalmente cierto. Os cuento.

 

Esa tarde, como suelo hacer desde que el tiempo ha mejorado, cogí mi garrota y mi boina y salí a dar un paseo como todas las tardes. Pero ese día me dije: hoy voy a irme camino del Llano; cosa por otra parte bastante extraña porque solo para llegar hay que cruzar todo el pueblo. No me encontré con nadie y me tuvo que conformar con ir pensando en mis cosas, que no son otras que mis recuerdos de joven, porque de lo actual, apenas si mi acuerdo de lo que comí ayer.

 

Iba yo recordando mis tiempos de la mili, que fue cuando salí por primera vez de casa, y cuando quise darme cuenta me había alejado más de lo habitual.

 

El sol estaba ya escondiéndose tras los cerros de "Las Cabezas" y las sombras de los árboles empezaban a estirarse a lo largo del camino. Los vencejos, que habían llegado solo hace unas semanas, volaban muy bajos, y empezaba a levantarse un ligero relente que me hizo acelerar el paso.

 

Cuando me estaba acercando el pueblo, y ya se divisaba la casona del tío Adrián, en la encina que hay un poco antes de llegar, me pareció ver a una mujer encaramada sobre las ramas. Tengo que confesar que necesito gafas para ver de lejos, aunque nunca las llevo para ir de paseo y pensé que debía ser una de sus hijas que se había subido a coger bellotas.

 

Según me iba acercando pude comprobar que la mujer de la encina era bastante más guapa que las hijas del Adrián, que las pobres no son demasiado agraciadas y por eso parece que van todas para solteronas.

 

Cuando ya estaba cerca, a no más de diez pasos, la mujer se quedó inmóvil como en actitud de rezar, pero no me dijo nada. Entonces fue cuando pensé que podía ser la Virgen, aunque me choco mucho que no me dijese nada, porque en ocasiones como esta, dicen que suele mandar algún mensaje divino.

 

Yo no vi a nadie más por allí, aunque no puedo asegurar que no hubiese nadie bajo el árbol, escondido entre unos matorrales que lindan con la casona. Los últimos rayos del sol se reflejaban en sus ropas blancas y solo puedo decir que la joven era bastante guapa, o por lo menos a mí me lo pareció teniendo en cuenta mi avanzada miopía.

 

Salí corriendo, dentro de lo que cabe y llegué a mi casa con una sofocación como no recordaba; mi mujer se asustó y le conté lo que había visto. Ella no tuvo ninguna duda:

 

- Se te ha aparecido la Virgen, porque tú, aunque ya no eres un niño, eres muy buena persona y más inocente que un cubo.

 

Y se lo contó a la vecina. A la media hora ya había tenido que repetir mi encuentro por lo menos quince veces.

 

Después de cenar vino a casa el señor cura y dijo que era imposible que fuese la Virgen.

 

Al día siguiente el señor alcalde y el concejal de Cultura y Turismo, quisieron conocer de primera mano lo sucedido y pensaron que podía ser un buen reclamo para la promoción del pueblo.

 

A la semana siguiente, el Fulgencio, el hijo del tío Cándido, que trabaja en un periódico de la capital, escribió un relato precioso que fue el que apareció en la mayoría de los periódicos. Vino con un fotógrafo que me hizo una fotografía debajo de la parra del patio y otra delante de la encina, en la que ya no estaba la joven que vi la otra tarde cuando estaba anocheciendo.

 

Desde luego, yo les aseguro que, por lo joven que era, la chica todavía debía ser virgen.