sábado, 23 de mayo de 2020

15ª CONDESA DE CHINCHÓN: Dª MARIA TERESA DE BORBON Y VALLABRIGA.


XV.- María Teresa Josefa de Borbón y Vallabriga. XV Condesa de Chinchón, y I condesa de Boadilla del Monte, nació en el Palacio de  Velada el 26 de noviembre de 1780  y murió en París, el 24 de noviembre de 1828. Era hija del infante Don Luis y primera mujer de Manuel Godoy.
Ostentó por derecho propio y hasta el fin de sus días los títulos de condesa de Boadilla del Monte (desde 1799) y de Chinchón (desde 1803, con grandeza de España), y por matrimonio fue, durante algunos años, princesa de la Paz (1795-1808, con tratamiento de Alteza Serenísima) y duquesa de la Alcudia (1792-1808) y de Sueca (1804-1808, ambos con grandeza), entre otras dignidades.
Maria Teresa fue bautizada en la parroquia de Velada, figurando como su primer apellido Vallabriga, ya que al igual que sus hermanos no podía utilizar el apellido Borbón, por imposición de Carlos III. Su padre, el infante don Luis, hermano de Carlos III, había sido apartado de la familia real porque había contraído matrimonio morganático (con una mujer que aunque fuera noble, no estaba a su mismo nivel).
María Teresa pasó sus cinco primeros años en Velada y Arenas de San Pedro, donde fue retratada por Goya al menos en dos ocasiones: en un retrato de cuerpo entero con mantilla (1783; National Gallery de Washington) y en el famoso La familia del infante don Luis (Italia, Fundación Magnani-Rocca).
A la muerte de su padre en 1785 fue trasladada con su hermana María Luisa de Borbón y Vallabriga al Convento de San Clemente de Toledo. La finalidad de tal reclusión era seguramente evitar su boda con algún noble, lo que significaba prolongar las represalias de Carlos III sobre su familia. Allí permaneció María Teresa doce años, hasta 1797, en que reinando su primo Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma, ésta la elige como esposa en una boda concertada para su ministro Manuel Godoy.
María Teresa ha sido habitualmente etiquetada como «víctima» de los manejos de la reina y de Godoy, pero los historiadores modernos tienden a matizar dicha idea. A cambio de esta boda por interés, ella y su familia fueron compensados por los reyes. Era tan importante para el rey Carlos IV complacer a su esposa que no le importó mucho cambiar todo lo que su padre Carlos III había establecido tan dura e implacablemente para su hermano Luis y sus descendientes.
El rey concedió a María Teresa de Borbón y Vallabriga el uso del apellido Borbón, como a su hermano Luis María y a su hermana María Luisa, y pasó a ser 1ª marquesa de Boadilla del Monte, (1799), 15ª condesa de Chinchón y más tarde también sería Grande de España (1823).
María Teresa apenas conocía a su futuro esposo, pero gracias a la boda, se restituiría el primer apellido Borbón a los tres hermanos y los privilegios que les correspondían por nacimiento. Serían aceptados en la corte con todos los honores de su rango. Se les concedió Grandeza de España de primera clase, permitiéndoles utilizar el escudo y las armas de la familia Borbón.
La noticia de su compromiso fue recibida por María Teresa con cierta alegría, pues por fin saldría de aquel aburrido encierro, para convertirse en la esposa de un hombre importante, muy ligado a la vida pública y a la familia real, que le iba a proporcionar una vida cómoda y respetable. Además para ella fue una gran satisfacción ver cómo toda su familia, con motivo de su boda, recuperaba la dignidad perdida y era colocada en la más alta posición.
Una vez concretadas todas las cláusulas del nuevo matrimonio, se celebró la boda con toda pompa en el Monasterio de El Escorial, el 2 de octubre de 1797. Se instalaron en el que sería conocido como palacio de la Duquesa de Sueca. Pero el desencanto vendría pronto. Apenas recién casados, María Teresa pudo comprobar que su esposo (al que si no le podía exigir amor por lo menos sí respeto) no le profesaba ninguna de las dos cosas; estaba enamorado desde hacía tiempo de Pepita Tudó que convivía con ellos en la misma casa y descaradamente acudía a los actos públicos y privados con Godoy. Esta tensa situación hizo que la joven, retraída y tímida, se fuera encerrando en sí misma, acumulando un odio a su marido cada vez más intenso. Quizá su inseguridad o su escaso mundo no le permitieron sobrellevar la situación y encontrar otros horizontes en su vida que la hubieran hecho algo feliz.
Cuando María Teresa quedó embarazada les hizo trasladarse al Palacio de Oriente para cuidar de ella personalmente, disponiendo que la llevaran en silla de manos para que no se fatigara caminando. Fue durante la gestación, cuando María Teresa posó para su famoso retrato del Museo del Prado.
El 7 de octubre de 1800 nació la única hija de los Príncipes de la Paz, casados el 2 de octubre de 1797, Carlota Luisa de Godoy y Borbón. Los reyes fueron desde el Escorial para apadrinarla en una ceremonia celebrada por el Arzobispo de Toledo (que había sido Inquisidor General), Francisco Antonio de Lorenzana, en la propia habitación del rey. La madre y la hija fueron nombradas damas de la Orden de las Damas Nobles de la Reina María Luisa.
En 1803 el Cardenal Luis María de Borbón había cedido toda su parte de la herencia paterna a su hermana María Teresa, convirtiéndola en la XV Condesa de Chinchón.
Pocos años más de infelicidad conyugal le quedaban a la Condesa, pues los extraordinarios acontecimientos de 1808 iban a dar un gran giro a sus vidas. Después del Motín de Aranjuez, en el que Godoy era detenido en su palacio de Aranjuez y encarcelado, María Teresa huía a Toledo al lado de su hermano, abandonando para siempre a su odiado esposo. Dejó a su hija con los reyes, que la llevarían consigo a su exilio, donde se reuniría poco más tarde con su padre. Con la invasión de los franceses empezaba otro periodo difícil y triste para la princesa. Ella y su hermana dejaron de percibir la renta que se les había asignado –incautada por los enemigos- y perdieron todo lo que tenían, llegando a pasar momentos de verdadera penuria, en el que incluso tuvieron que vender sus alhajas para mantenerse.
Pero a la vuelta de Fernando VII, el Cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga cayó en desgracia y fue confinado en Toledo, acompañado por María Teresa, de donde sólo salieron para asistir al entierro de su madre en Zaragoza, en febrero de 1820.
El 8 de noviembre de 1821 su hija Carlota Luisa de Godoy y Borbón se casó en Madrid con el príncipe italiano Camillo Ruspoli von Khevenhüller-Mestch. 
El Cardenal Luis María murió en marzo de 1823 y María Teresa no tuvo más remedio que exiliarse en París en 1824, debido a su vinculación con los constitucionalistas y sus ideas liberales. Allí se reunió con su hermana María Luisa y el esposo de ésta, el duque de San Fernando de Quiroga.
Pero en París tampoco mejoró su vida. Vivió un tortuoso romance con el coronel Mateos, que se enriqueció a su costa y la maltrataba. Pasó una verdadera crisis económica que la obligó a vender algunos cuadros y joyas familiares. La Condesa de Chinchón murió el 24 de noviembre de 1828, a causa de un cáncer de matriz que le había sido diagnosticado cinco meses antes.
A los pocos días de su muerte, su viudo Manuel Godoy se casó con la que había sido su amante durante casi cuarenta años, Pepita Tudó.
Los restos mortales de la XV Condesa de Chinchón descansan en un mausoleo en la Sacristía de la Capilla del Palacio del Infante don Luis (Boadilla del Monte)
Maria Teresa de Borbon y Vallabriga es, sin ninguna duda, la Condesa más famosa de Chinchón, y eso es debido al extraordinario retrato que le hiciera don Francisco De Goya, amigo y protegido de su padre, cuando ella estaba embarazada de su hija Carlota. Un retrato mundialmente conocido, que actualmente se exhibe en el Museo del Prado de Madrid, y que está unido inseparablemente al nombre de Chinchón.

viernes, 22 de mayo de 2020

14º CONDE DE CHINCHÓN: DON LUIS MARIA DE BORBON Y VALLABRIGA.


XIV.- Luis María de Borbón y Vallabriga (1794-1803)

Don Luis Maria de Borbon y Vallabriga nació en el Palacio del Marqués de Villena de Cadalso de los Vidrios, 22 de mayo de 1777, y murió en Madrid el 18 de marzo de 1823. Fue Arzobispo de Sevilla y de Toledo y Regente durante la guerra de la Independencia. Era hijo del Infante don Luis, a quien sucedió en el Condado de Chinchón.
Nació sin rango especial alguno debido al matrimonio morganático de su padre con María Teresa de Vallabriga, lo que le privó en sus primeros años del apellido Borbón y de lugar en la línea sucesoria. En 1779 su familia se trasladó a Velada y Arenas de San Pedro, donde su padre se convirtió en mecenas de importantes artistas, como Goya, quien retrató a su familia.
Su madre le dispensó poco afecto. A la muerte de su padre en 1785, su tío el rey Carlos III, se había encargado de separar a los hermanos Vallabriga, encomendando su educación al arzobispo de Toledo: Luis María fue trasladado al Palacio Arzobispal y María Teresa y su hermana pequeña entraron en el Monasterio Cisterciense Bernardas de Toledo, todo ello con el objeto de evitar la descendencia de esta rama de la familia Borbón.
Los jóvenes fueron creciendo lejos de su madre, que tardó siete años en vol- ver a verlos. Luis María sintió desde muy joven inclinación por estado sacerdotal. Fue decisivo en su vida el ser educado por el culto cardenal Lorenzana. Tras tomar las órdenes sacerdotales, fue investido, en 1793, arcediano de Talavera y al año siguiente fue autorizada su sucesión en el condado de Chinchón, título que cedió a su hermana María Teresa en el año 1795, que en 1797 se casó con Manuel Godoy, secretario del Despacho de Estado. La protección de su cuñado le permitió alcanzar en 1800 la mitra de Toledo y el capelo de Cardenal presbítero de Santa María della Scala, siguiendo los pasos de su padre. En 1799 se le otorgó la dignidad de grande de España, y en 1820 el collar del Toisón de Oro. En la cumbre de su carrera volvió a ser retratado por Goya. Era un joven culto y de espíritu liberal, pero de acentuado carácter sombrío, débil y flexible. Vivió alejado de la corte hasta que el matrimonio de su hermana María Teresa con Manuel Godoy que, como hemos visto, vino a catapultar su carrera.
Cuando en 1808 las tropas de Napoleón invaden España, Luis es el único miembro de la familia real que permaneció en la nación. Huyó a Andalucía y participó en las Cortes de Cádiz, también firmó el decreto que suprimía el tribunal de la Inquisición española.
A la retirada de los franceses en 1813, Luis María preside el consejo de regencia que gobernará el país hasta la llegada de Fernando VII y la jura de la Constitución de 1812. 
El golpe de Estado que dio el rey a fin de restaurar el absolutismo propició la detención de los componentes de la regencia, excepto Luis que fue obligado a renunciar al arzobispado de Sevilla.
En 1820, Rafael del Riego lanza un pronunciamiento que obliga al rey a jurar la constitución y a aceptar un gobierno moderado. Durante este período, conocido como Trienio Liberal, Luis María formó parte de la primera línea de gobierno.
Fue promovido a Caballero de la Orden del Toisón de Oro el 9 de julio de 1820.
Su muerte, acaecida en la capital el 18 de marzo de 1823 le libró de la represión que se suscitó durante la "Década Ominosa", comenzada pocos meses después bajo el amparo de los Cien Mil Hijos de San Luis. Fue enterrado en la catedral de Toledo.


jueves, 21 de mayo de 2020

LOS LISTOS QUE TODO LO SABEN.


El sábado pasado, en la rueda de prensa del Presidente del Gobierno en la Moncloa, el periodista alemán Martin Dahms, corresponsal del rotativo Berliner Zeitung, le hacia la siguiente pregunta:
“Me imagino que son tiempos difíciles, más difíciles que nunca para tomar decisiones, porque tenemos una realidad cambiante todos los días, tenemos conocimientos cambiantes todos los días, usted se tiene que basar en lo que le dicen expertos, los menciona muchas veces. Entre estos expertos tiene que haber discusiones, debates, incluso peleas, ¿se están levantando actas para que algún día sepamos cómo estamos llegando a las decisiones que ustedes están tomando estos días?”
Efectivamente, no son buenos tiempos para estar en un puesto de responsabilidad donde hay que tomar decisiones a diario que van a incidir directamente en la vida de las personas. Decisiones que pueden provocar incluso muertes y suponer un desastre para la economía. En estos casos se tiene que recurrir a los informes de los expertos, que también tienen una gran responsabilidad y de sus aciertos o sus errores pueden salir decisiones erróneas con la consiguiente repercusión para el futuro de todos. 
Hay que presuponer que tanto los que tienen que decidir como los que tienen que aconsejar quieren lo mejor para todos y que sus posibles errores de cálculo o de opciones, no se pueden atribuir a un deseo doloso de hacer el mal, sino a un error en la toma de decisiones.
Sin embargo, en estos días nos estamos encontrando a esos “listos que todo lo saben” que desde los periódicos, la televisión o las redes sociales no se cansan de dar su opinión asegurando que las decisiones que se están tomando no son las correctas, incluso que son intencionadamente perversas y que tanto los expertos como los que toman las decisiones están equivocados.
Lógicamente, no se preocupan demasiado en argumentar sus conclusiones y se basan en datos, generalmente parciales, cuando no claramente erróneos o distorsionados, y siempre tendentes a justificar sus ideas políticas o sus preferencias económicas; cuando lo que nos estamos jugando es una situación  sanitaria en la que están muchas vidas en grave peligro.
También se pone en entredicho a los expertos consultados que,  como parece lógico, no se difunde sus nombres. Pero no importa, ya hay quien se ha inventado una lista de personas - Qué según parece corresponden a un comité creado para otros fines - y se han encargado de menospreciarlos y deducir que son los culpables de los malos consejos que recibe el gobierno. 
Lo dicho, que “esos listos que todo lo saben”, toreando a toro pasado, se atreven a poner en duda las decisiones tomadas; cuando, por otra parte, escuchas a médicos y expertos independientes, apoyar las decisiones que han tomado las autoridades.
Todos sabemos que las decisiones pueden ser buenas o malas en función de sus resultados finales; pero que también pueden ser correctas o incorrectas en función de la situación y los datos de que se disponen en el momento de la toma de decisiones. Una decisión puede estar tomada correctamente y ser mala, como puede ser buena una decisión tomada incorrectamente. 
En estos tiempos de incertidumbre y de peligro real para la salud y la economía de todos, sería deseable que esos “listillos” tuvieran un poco de respeto a todos nosotros y se mantuviesen calladitos, como no sea para aportar ideas viables y sensatas que puedan ser tomadas en consideración.

miércoles, 20 de mayo de 2020

13º CONDE DE CHINCHÓN: DON LUIS ANTONIO JAIME DE BORBON Y FARNESIO.


XIII.- El Infante Don Luis (Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio) XIII Conde de Chinchón.

Al cambiar su residencia definitivamente a Italia, el duodécimo conde de Chinchón, el Infante don Felipe de Borbón, vendió el Condado de Chinchón a su hermano pequeño don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio el 28 de mayo de 1761, lo que va a suponer un cambio significativo en la actitud del nuevo conde en comparación con su antecesor. Mientras éste no se ocupó personalmente del Estado de Chinchón por estar centrado en asuntos oficiales de mucha mayor importancia, ostentando títulos de mayor rango, don Luis eligió para sí el título de Conde de Chinchón, porque, según decía, era el único que había conseguido por sí mismo.
El nuevo conde había comprado un poco antes el señorío de Boadilla a la señora de Mirabel, por 1.200.000 reales, que aumento con compras a los concejos de Boadilla y Pozuelo de Alarcón, a los premonstratenses de San Joaquín de Madrid, y a las monjas de Santa Clara de Boadilla. Por la compra del Condado de Chinchón pagó a su hermano Felipe catorce millones de maravedíes.
Impulsó las obras de restauración de la Iglesia de la Piedad y respaldó la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País de Chinchón; pero vamos a empezar por el principio.
Don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio había nacido en Madrid el 25 de julio de 1727, hijo de Felipe V y de su segunda esposa Isabel de Farnesio. Sus primeros años los pasó en Sevilla, porque allí se había trasladado la corte para que el rey pudiese superar uno de sus estados de postración en los que caía frecuentemente. A los seis años regresa a Madrid y vive en el Palacio del Buen Retiro y en los distintos Sitios Reales, bajo la tutela de su viejo ayo, el marqués Aníbal Scotti, demasiado mayor para imponer ninguna clase de disciplina al displicente infante, que no mostraba demasiado entusiasmo por el aprendizaje.
Su madre, autoritaria y ambiciosa, se había ocupado en buscar para todos sus descendientes honores y títulos; y como no quedaban en Europa más reinos por repartir, para el pequeño Luis Antonio le reservó altos honores eclesiásticos y a los 7 años es nombrado arzobispo de Toledo. El papa Clemente XII no había visto con buenos ojos este nombramiento pero tiene que claudicar y concederle el capelo cardenalicio y 4 años después es, también, nombrado arzobispo de Sevilla. Estos dos cargos eclesiásticos eran los que mayores rentas disponían en toda España.
A los veintinueve años renunció a los honores eclesiásticos, que había recibido cuando era un niño, porque su conciencia no le permitía vivir una vida que no fuese acorde con las altas dignidades que ostentaba... aunque, bien es verdad, con ello no perdió las rentas de las mitras de Toledo y de Sevilla, que le permitieron realizar el sueño de construirme una pequeña corte en Arenas de San Pedro y terminar de construir el palacio de Bobadilla que había diseñado su amigo Ventura Rodríguez.
Su padre llegó a ser rey de España por una carambola del destino, y él o sus herederos no lo fueron por las artimañas de su hermano Carlos III que se encargó de urdir una sofisticada trama que se plasmó en la real Pragmática que se publicó el 27 de marzo de 1776.
Cuando el Infante tomó la decisión de contraer matrimonio, su hermano, vio amenazado el derecho de sus hijos al trono, porque según la ley Sálica no podían reinar los no nacidos en España, y ellos habían nacido en Nápoles, y se negó sistemáticamente a que me casase con mujer de igual condición. Al fin, permitió la boda con doña María Teresa Vallábriga, que era demasiado joven; él tenía entonces 49 años y ella sólo 17.
Se casaron en Olías del Rey el día 27 de junio de 1776, en el Palacio de Fernardina, y en la ceremonia se estrenó la Serenata en Re Mayor que había compuesto Boccherini expresamente para ese día.
Tuvieron cuatro hijos. El primero Luis María, que nació en el palacio de Villena de Cadalso de los Vidrios, el 22 de mayo de 1777.
Luego, en Arenas de San Pedro, nació, el 6 de marzo de 1779, su segundo hijo que llamamos Antonio María, y que fue apadrinado por el obispo de Ávila, Don Miguel Fernando Merino; aunque sólo viviese unos meses y murió en diciembre de ese mismo año y decidió que fuese enterrado en la cripta de la Iglesia de Chinchón. Allí don Miguel Ramón, que entonces era el párroco de Chinchón, mandó colocar una lápida en la que se leía:

ANTONIO MARIAE AEXIMIAE VENVSTATIS CVMVL QVI COCLO DIGNVS TERRAM NONDUM ACCAM COMPLETIS MESIBVS TENVIT DILECTISSIMO FILIO LVDOVICVS HISPANOVM INFANS ET MARIA TERESA DULCISSIMA CONJVS HOC SVAE PIETATIS TESTIMONIVM ET MAXIMI AMORIS MONIMENTVM. R

Aunque hay algunas palabras que deben estar mal copiadas, la traducción aproximada, podría ser:

LUIS, INFANTE DE LOS ESPAÑOLES,
Y MARÍA TERESA, SU DULCÍSIMA ESPOSA, DEDICAN ESTE MONUMENTO COMO TESTIMONIO DE SU PIEDAD
Y SU MÁXIMO AMOR A SU QUERIDO HIJO ANTONIO MARÍA

CÚMULO DE EXIMIA BELLEZA QUIEN VIVIÓ CON DIGNIDAD APENAS DIEZ MESES

Sus otras dos hijas nacieron en el palacio de Velada: el 26 de noviembre de 1780 nació María Teresa Josefa y el 6 de junio de del año siguiente, María Luisa Fernanda.

La toma de posesión del condado se realizó con fecha 11 de junio de 1761, estando representado el conde por el Caballero de Santiago don Sebastián Fernández de Helices. Asistieron a la ceremonia representantes de todas las villas del Condado y Estado de Chinchón, y se celebró en el salón de juntas del Ayuntamiento. El testimonio de este acto lo redactó el escribano Manuel Machuca, y por él sabemos que los representantes de Chinchón en este acto fueron el Corregidor don Francisco Rivero Ramírez de Arellano, abogado de los Reales Consejos, don Francisco Irala alcalde ordinario del estado noble, Juan Antonio González Recas, alcalde del estado general, don Blas Dusmet y don Vicente Carrasco regidores del estado noble, y don Gabriel Díaz y don Francisco Ortego, del estado general. Asistieron como testigos muchos caba- lleros y personas de distinción de todas las clases, como don Juan Carrasco y Latorre, don Bernardino de Calba, y don Francisco Ortiz de Zárate, de Chinchón y los representantes del conde don Juan Antonio de Pinillos, don Manuel Moreno y don José de Echevarría.
Después de este acto, el apoderado del Infante acompañado de todos, tomó posesión de los distintos patronatos: Capilla mayor de la parroquia; Capilla de la Piedad en la iglesia nueva, representada por el capellán mayor don José de Fominaya Monterroso; Convento de Santa Clara representado por la madre abadesa Sor María Antonia de la Santísima Trinidad y por el padre vicario Fray José de Cobos, y la capilla mayor del convento de San Agustín, representado por su Prior Fray Francisco Salcedo.
A las seis de la tarde pasó al castillo, en cuya puerta estaba el gobernador de estos Estados don Blas Manuel Dusmet que le entregó las llaves de la fortaleza, recorriendo el apoderado del infante sus estancias, paseando por sus almenas y abriendo y cerrando puertas en señal de posesión. Devolvió después las lla- ves al gobernador para que las tuviera a orden y disposición del Infante.
D. Luis, utilizó el título de Conde de Chinchón, en vez de otros de mayor rango, y se preocupó de los asuntos del pueblo. Envió a su arquitecto personal, Ventura Rodríguez, para que se encargase de la restauración de la Iglesia.
Efectivamente, en el año 1782 don Miguel Ramón Linacero, cura párroco de Chinchón es el promotor de la remodelación y ornamentación de la Iglesia de la Piedad. Consigue que el Conde, el Infante don Luis, envié a Chinchón a su arquitecto Ventura Rodríguez, que se encarga de planificar las obras, haciendo grandes cambios en todo el templo, sobre todo en el presbiterio.
Fue protector de Francisco de Goya, quien le visitaba frecuentemente en el Palacio y quien hizo varios retratos de toda su familia.
Gracias a su intervención, don Camilo de Goya y Lucientes, hermano del pintor, fue nombrado capellán de la Iglesia de la Piedad de Chinchón.
Falleció el 7 de agosto de 1785, en el Palacio de Mosquera de Arenas De San Pedro. 

martes, 19 de mayo de 2020

12º CONDE DE CHINCHÓN: DON FELIPE DE BORBÓN Y FARNESIO.



XII.- Felipe de Borbón y Farnesio (1738-1761)

Con la autorización del Rey Felipe V, el 25 de octubre de 1738, Don José de Sforza y Cesarini, duque de Genzano, vende el título y Estado de Chinchón, con Ciempozuelos, San Martín de la Vega, Seseña, Villaconejos, Valdelaguna, Villaviciosa de Odón, Moraleja la Mayor, Moraleja de Enmedio, Sacedón y Serranillos, al Infante don Felipe de Borbón y Farnesio, hijo del rey Felipe V.
El Infante había nacido en Madrid el 15 de mayo de 1720 y tenía 17 años cuando se convierte en el duodécimo conde de Chinchón.
Como es de suponer, la noticia de la compra del Condado por el hijo del Rey causó una gran conmoción en todos los pueblos mencionados. Eran conscientes de las posibilidades que se abrían al pasar a ser posesión de la familia real. Además, por su proximidad a la corte y al real sitio de Aranjuez, lugares de residencia de los reyes, ofrecía una oportunidad para que en estos pueblos se fuesen asentando familias que pretendían, por unas u otras causas, estar cerca de la realeza.
Aunque la fecha oficial de la venta fue el día 25 de octubre, desde unos meses antes la noticia es conocida en el Condado y, como era normal en estas circunstancias, los representantes de todos los pueblos se apresuran a solicitar autorización para organizar grandes fiestas conmemorativas del acontecimiento. Como contestación a estas solicitudes, con fecha 21 de septiembre de 1738 don Miguel Herrero de Espeleta, representantes del Infante, dirige al Ayuntamiento de Chinchón un escrito en el que se indica que "ante la solicitud de los distintos pueblos del condado para celebrar fiestas públicas por la felicidad que van a adquirir en ser vasallos de tan grande y benigno príncipe, y deseando al mismo tiempo que estas demostraciones no excedan de los límites de la actual posibilidad, autorizan a Chinchón a celebrar con este motivo los siguientes actos: Dos fiestas de toros, sin caballero, en la Plaza, y demás circunstancias al arbitrio de la villa. Tres noches de fuegos y luminarias, moderando el gasto de los fuegos. Dos comedias y una mojiganga". A continuación detalla las fiestas que pueden realizar los restantes pueblos.
En otro escrito de la misma fecha se comunica que el príncipe ha permitido que se entregue al pueblo un retrato de su Real Persona, para que sea colocado en el lugar que se indicará.
Y el 1 de octubre de 1738 solicita al Ayuntamiento de Chinchón que nombre una comisión que ha de recibir al Cardenal don Gaspar de Molina y Oviedo, cuando llegue a Chinchón para tomar posesión del condado en nombre del Infante don Felipe de Borbón.
Se publicó un librito en verso, titulado “Ya es nueva corte Chinchón", en la que "Descríbense, en compendio, las plausibles fiestas que en muestra de su amor y regocijo, hizo la Villa de Chinchón, al rendir su obediencia y posesión al Serenísimo Señor Infante don Phelipe de Borbón, Gran Prior de San Juan, Almirante de la Mar, Conde de Chinchón y de Odón, Marqués de San Martín, etc. Por medio del Eminentísimo Señor D. Fray Gaspar de Molina y Oviedo, Cardenal de la Santa Romana Iglesia, Obispo de Málaga, Gobernador del Real y Supremo Consejo de Castilla y Comissario General de la Santa Cruzada, por D. Diego Sánchez Agudo, natural de la misma villa, quien la dedica a S.A.R., por mano de su Eminencia".
Su autor, como se dice, es Diego Sánchez Agudo, y está editado en el año 1738 en Madrid, por la Imprenta de Lorenzo Francisco Mojados. Es un pequeño libro de sólo 36 páginas, de 21x35 cm. Contiene tres grabados de colofones y sus páginas están orladas.

El Cardenal permaneció, como ya se ha dicho, alojado en el Convento de los padres agustinos durante los días que duraron los actos de toma de posesión, que se prolongaron hasta el día 9 de noviembre.
En esta época del año suele hacer mal tiempo en Chinchón y 1738 no debió ser una excepción; debió llover durante esos días, según se desprende del acta de una junta celebrada por la corporación municipal el día 5 de noviembre. En la misma se dan instrucciones para la organización de las fiestas que se están celebrando esos días con motivo de la toma de posesión, indicándose que se arregle la plaza echando paja y grava, que se disponga para que los balcones sean ocupados por las personas más importantes, y que se corran los catorce toros; y si no fuese posible matarlos todos el mismo día, que se encierren para correrlos al día siguiente, y que la otra corrida (para la que también tenían autorización) se posponga hasta nuevo acuerdo.
El Cardenal debió informar al Rey de los fastos que se habían organizado y la acogida que le habían dispensado y el monarca tampoco habría olvidado las muestras de lealtad que a él mismo le había dispensado el pueblo cuando pernoctó en Chinchón en el año 1706, así como su apoyo durante la guerra de sucesión. Por eso, al mes siguiente, el 26 de diciembre, decide conceder a Chinchón la gracia de que se titule “La Muy Noble y Muy Leal".

El 1 de julio de 1747 el infante-conde hace cesión de todos sus derechos sobre de todas las dehesas y baldíos del término municipal de Chinchón, mediante la pensión anual de setenta reales, que había de pagar la villa el 22 de marzo de cada año. Esta cesión se firmó en Chinchón, en escritura ante el escribano don Manuel José de Herrera, representando al infante el licenciado don Andrés Rodríguez, abogado de los Reales Consejos y de Cámara de la Alteza, y a la villa, los regidores por ambos estados, don Bernardino de la Calva y Frías y don José Bravo. Estos terrenos los había recibido el príncipe por un Real Decreto, al que ya hicimos referencia, dado por el Rey Felipe V, en San Ildefonso el día 20 de agosto de 1740.

lunes, 18 de mayo de 2020

9º, 10º y 11º CONDES DE CHINCHÓN: LOS CONDES ITALIANOS.


IX.- Julio Savelli y Peretti (1683-1712)
X.- Juan Jorge Sforza Cesarini Savelli (1712-1729)
XI.- José Sforza Cesarini Savelli (1729-1738)

La línea de sucesión colateral italiana de los Cabrera Bobadilla, estaba representada por don Julio Saveli Fernández de Cabrera y Bobadilla, príncipe de Albano y Venafo, que era Guarda del Cónclave en el Vaticano, y grande de España de primera clase. Para gobernar sus posesiones en Chinchón nombró a don Lucas Pastor.
Hay que decir que con motivo de la Guerra de Sucesión, el pueblo de Chinchón se alinea con Felipe V y en contra del Archiduque Carlos.  No obstante, el reconocimiento al rey por parte del pueblo de Chinchón no era compartido por su Conde italiano a quien, por un decreto de 30 de septiembre de 1707, le fueron secuestrados los Estados que poseía en España, por haber reconocido y prestado acatamiento al Archiduque Carlos, cuando sus tropas entraron en Nápoles.
Por este motivo la administración del Estado de Chinchón fue confiada, con goce de frutos, a don Carlos Manuel Homo-Dei Pacheco Lasso de la Vega, marqués de Almonacid de los Oteros, embajador de Felipe V y Caballerizo Mayor de la reina María Luisa de Saboya.
A la muerte sin descendencia del conde don Julio Saveli el día 5 de marzo de 1712, se promovió un largo pleito para determinar el derecho a la sucesión en el Mayorazgo y Estado de Chinchón, entre las siguientes personas:
Don Juan Jorge Cayetano de Sforza, Duque de Cesarini y su hijo José Sforza, vecino de Roma.
Doña Sinforosa Manrique de Lara Cabrera Bobadilla, duquesa de Nájera, representada por su marido don Gaspar Manuel Manrique de Lara Portocarrero y Moscoso.
Don José Fernández Pacheco Cabrera Bobadilla, marqués de Vezmar y Moya. Doña Gloria Cesarini, don José Francisco de Herrera y don Virgilio Colonna que fueron declarados en rebeldía.
En el año 1728 fue ganado el pleito por Don Juan Jorge Cayetano Sforza y con sus poderes y después con los de su hijo, administraron el Condado de Chinchón don Ambrosio María Adriani y don Juan Bautista Dusmet.
No queda constancia si los condes italianos visitaron en alguna ocasión sus posesiones en Chinchón. A la muerte de su padre hereda el título don José de Sforza y Cesarini, duque de Genzano, quien el 25 de octubre de 1738 vende el título y Estado de Chinchón, con Ciempozuelos, San Martín de la Vega, Seseña, Villaconejos, Valdelaguna, Villaviciosa de Odón, Moraleja la Mayor, Moraleja de Enmedio, Sacedón y Serranillos, al Infante don Felipe de Borbón y Farnesio, hijo del rey Felipe V.
Por tanto, durante los 55 años que transcurren entre 1683 a 1738, el Condado de Chinchón perteneció a la rama Italiana de la Familia Cabrera-Bobadilla.
Aunque hemos dicho que no hay constancia de que alguno de los titulares del Condado visitasen Chinchón, sí es posible que alguna familia italiana se pudiese asentar en nuestro pueblo, aunque tampoco queda constancia de ello, a excepción de la Familia del Nero, cuyos descendientes aún siguen residiendo en Chinchón.

domingo, 17 de mayo de 2020

6º, 7º y 8º CONDES DE CHINCHON: TRES CONDESAS DE TRANSICIÓN:



VI.- Inés de Castro Cabrera y Bobadilla (1665-1665)
VII.- Francisca de Cárdenas Cabrera y Bobadilla (1666-1669)
VIII.- Francisca de Castro Cabrera y Bobadilla (1669-1683)

Al morir sin descendencia don Francisco Fausto, hereda el condado su prima doña Inés de Castro y Rivera.
Era doña Inés hija de don Andrés de Castro y Rivera y de doña Inés de Rivera Enríquez y Suárez de Castilla, y nieta de doña Teresa Cabrera y de la Cerda y de don Pedro de Castro, conde de Lemos, y biznieta del segundo conde de Chinchón. Era también viuda de don Alejo de Cárdenas, marqués de la Mota y de la Puebla.
Poco más de dos meses tuvo el título la sexta condesa de Chinchón, pues murió el día 27 de diciembre de ese mismo año, sucediéndola su hija doña Francisca de Cárdenas y Castro, bajo la tutela de su abuela doña Inés de Rivera Enríquez.
Esta señora murió en Chinchón el 10 de junio de 1669 siendo enterrada en la capilla de la Piedad. Unos meses después, el 27 de octubre de ese mismo año muere la joven condesa, estando soltera y sin descendencia, por lo que el condado de Chinchón pasa a su tía doña Francisca de Castro y Enríquez de Rivera que se convierte así en la octava condesa de la casa.
Al año siguiente se casa doña Francisca con su primo don Francisco de Guzmán Cabrera Bobadilla, que muere sólo dos años después, el día 29 de julio de 1672. Se casa de nuevo en el año 1677 con don Enrique Benavides, marqués de Bayona, que ostentaba el cargo de General de las Galeras de España y era del Consejo de Su Majestad.
No tiene descendencia en ninguno de los dos matrimonios y a su muerte en enero de 1683, pasan los títulos, la Casa y el Mayorazgo de Chinchón a la línea de sucesión colateral italiana.