sábado, 2 de mayo de 2020

CUENTOS DEL CORONAVIRUS. 9



Cuento número 9.- Gráfila-Josefa encuentra su vocación.

Gráfila-Josefa; este no es su verdadero nombre; era muy joven , allá en un pequeño pueblito del norte de Palencia, cuando encontró su vocación.
Su hermana Ursicina-Emília ( Este tampoco es su verdadero nombre) quería ser escritora y ella decidió que sería enfermera. Su hermana quería una familia numerosa y ella decidió que no tendría hijos: y las dos vieron cumplidos sus deseos.
Yo la conocí en la Segunda Planta del Hospital Gregorio Marañon, cuando, durante un mes, estuve luchando con el CORONAViRUS.
Lo de conocerla es un decir, porque sin el “camuflaje” de protección que llevaba, sería casi imposible reconocerla. Luego yo le fui contando mi vida, porque en esas circunstancias uno es más dado a las confidencias, y ella me contó lo de su hermana y lo del pequeño pueblo palentino.
Un día me enseño una fotografía suya y nunca habría admitido que podía ser la misma que llegaba todas las mañanas a la habitación, totalmente cubierta de batas, gorros, gafas, guantes y mascarillas.
Pero a Gráfila-Josefa (ya os he dicho que no es su verdadero nombre y que realmente se llama Azucena) esto del CORONAViRUS le ha afectado más de lo que ella pensaba. Desde hace unos meses se apuntó a una academia de pintura en el Centro cultural de su barrio y se está especializando en la pintura de Urculo  y ya está haciendo unas copias preciosas.
No digo mas que se está planteando seriamente lo de cambiar de vocación y hacerse pintora.

viernes, 1 de mayo de 2020

CARTEL DE TOROS



En varias ocasiones he hablado en este mismo blog de los programas de Fiestas de Chinchón. Como tales programas se inició su publicación en el año 1939, año de la finalización de la guerra civil. 
Sin embargo, anteriormente se publicaban los “Carteles de Toros” anunciando las corridas de toros que se celebraban con motivo de las fiestas, pero en los mismo también se incluían los actos sociales y religiosos que iban a tener lugar en esos días.
Como muestra, el “Cartel de Toros” de las Fiestas del Rosario del año 1880, que recoge la corrida benéfica que organizó y protagonizó Salvador Sánchez “Frascuelo” que se conserva en el Ayuntamiento de Chinchón, que descubrió Alvaro Bravo y que se adquirió por la “Cultural” junto con otras asociaciones culturales de Chinchón y la Hermandad de la Virgen del Rosario. En este cartel de toros se recogen todos los actos que se celebraron durante esas fiestas durante los días 19, 20 y 21 de septiembre de 1880.
El otro día, me llegó a través de Juan Maria Catalán Huete, un cartel de toros del  21 de septiembre de 1908, con motivo también de las Fiestas del Rosario, en el que se hace reseña de los actos culturales y religiosos que se celebraron durante las fiestas, además de hacer el anuncio de la corrida de toros que se iba a celebrar.
Quiero resaltar la importante labor de divulgación que está realizando Juan Maria Catalán Huete, no solamente con la publicación de fotografías y vídeos realizados por él, sino también por los documentos que se está dedicando a recopilar, que aportan informaciones muy interesantes para conocer mejor la historia de nuestro pueblo.
Pero hoy vamos a detenernos en la corrida de toros que se celebró ese día. Se anunciaban 4 toros de la ganadería del Excmo. Sr. Marques viudo de Salas, hoy don Manuel Santos, para los diestros Antolín Arenzana (Recajo) y Ambrosio Sarmiento. También se anunciaba la participación de El Invencible Temerario, el célebre Juan Domingo, “que montará sobre el cuello del segundo toro, aguantando impasible las acometidas de la fiera.”
En el cartel también se comunica que la empresa sólo dispone de 4 cabellos, y que muertos estos, se suprimiría la suerte de varas.
El precio de la entrada: 1,30 Pesetas, y la corrida empezaba a las Cuatro de la tarde.
Pero me he detenido en informarme sobre los diestros.
No alcanzaron la fama de primeras figuras, pero si tenían un cierto cartel, y lidiaron algunas corridas juntos, como la celebrada en Astillero el 19 de junio de 1909.
Antolín Arenzana (Recajo) toreó por lo menos dos veces más en Chinchón, con motivo de las Fiestas De Santiago Apóstol de los años 1909 y 1910.

Y es precisamente la vida de este torero la que me ha llamado la atención y he pensado que podría ser interesante recordarla.

Antolín Arenzana (Recajo) era natural de Bilbao y después de una trabajada carrera por las plazas de toda España, el 23 de febrero de 1913, en la plaza de toros Vista-Alegre de Bilbao, toreando reses de Amador Garcia junto a Zacarías Lecumberi; sufrió una terrible cogida, y aunque los médicos le salvaron la vida, nada pudieron hacer para evitar la amputación de la pierna derecha que a los pocos días se gangrenó, quedando inválido.

Unos meses después, el 2 de junio de 1913 en Bilbao, se celebró una corrida de toros a su beneficio, con la participación de Cocherito, Chiquito de Begoña y Torquito, todos de manera gratuita. El beneficio obtenido fue de unas 15.000 pesetas,y unas 6.500 pesetas que se obtuvieron en la corrida durante los brindis y la colecta.
Después fue asesor de la plaza de Madrid, recibiendo un banquete homenaje en una ocasión por su buen hacer.
Falleció en el año 1925.
Espero que el conocer estos pequeños detalles de un acontecimiento celebrado en nuestro pueblo hace ya casi 112 años, os haya servido para pasar un rato entretenido en este confinamiento forzoso en el que nos encontramos.

jueves, 30 de abril de 2020

CUENTOS DEL CORONAVIRUS, 8



Cuento número 8.- Ursicina se contagia.

A Ursicina; la pobre no tiene la culpa, le puso este nombre el secretario del Ayuntamiento de su pueblo, Huerta del Rey, un pequeño pueblo de la provincia de Burgos  de tan solo 1028 habitantes que, entre otras cosas era un poco cachondo y tenía un raro sentido del humor.
Cuando Ursicina salió del pueblo y llegó a la capital, no tuvo más remedio que cambiárselo harta de tener que repetirlo, porque ni Dios lo cogía a la primera.
Y se puso María del Carmen, que poco tenía que ver con el suyo, pero que todos lo entendían a la primera.
Entro en la escuela de enfermería y después de pasar por varios hospitales, terminó trabajando en la segunda planta del Gregorio Marañon, que estaba dedicada a la urología, hasta que llegó la crisis del CORONAViRUS, que prácticamente acaparó toda la actividad del Hospital.
Ella tenía la rara, casi tan rara como su nombre; digo que tenía la rara condición de presentarse  voluntaria a todos los trabajos, aunque fuesen los más duros y peligrosos.
Y ocurrió lo que tenía que ocurrir, que Mari  Carmen, de la que nadie ya sabía su verdadero nombre, termino contagiándose del maldito virus; y está recluida en su casa; sola, a la espera de recuperarse.
Pero allí, en la soledad de su hogar, anda dando vueltas a la idea de recuperar su verdadero nombre, porque en el fondo está muy orgullosa de llamarse Ursicina.

miércoles, 29 de abril de 2020

“COMO HACERSE PASAR LA TONTERÍA”



de Iñigo Domínguez en el Pais del 22 de abril de 2020.

(Para que descanséis un poco de mis ocurrencias, os transcribo este artículo que publicaba el otro día el periódico El País, y que me parece simpático)

Pasan los días y te das cuenta de que lo más duro de combatir no es la soledad, ni el aburrimiento, es la apatía, cuando todo te da un poco igual. ¿15 días más de encierro? Pues vale. ¿Qué quizá se pueda hacer deporte en mayo? Ya casi me da pereza. De imaginarme con ilusión el día de salir ahora me ha entrado una desgana tremenda: volver a estresarse, a hacer listas de cosas que tienes que hacer. Fuera, los animales empiezan los cortejos de apareamiento, mientras nosotros somos ya de interés científico y quizá estudien si nos reproducimos en cautividad. El otro día uno de mis hijos me preguntó qué es un orgasmo. “Lo contrario de una cuarentena”, dije, es un bajón interminable. Cualquier novedad te parece la bomba (¡ya hay nísperos!) y estoy a punto de apostarme que me como 50 huevos duros, como Paul Newman en la prisión de La leyenda del indomable (Rosenberg, 1967).

Por eso hay que agradecer los bulos demenciales, los desparrames de la Generalitat, los tuits de VOX y del PP en modo 11-M, nunca unos pocos tan tontos hicieron tanto por tantos al recordarnos lo que está en juego, y que ellos se crecen, y crecen, en la adversidad. Conocen la afasia, sí, pero la apatía no. Despropósitos tan estimulantes dan ganas de vivir. Y de beber, la verdad, hay noches que te tienes que tomar un whisky para limpiar toxinas. El otro día decía que con algunas declaraciones por primera vez en años tuve ganas de fumar un porro, pero tras ver algunas portadas, saber que nos han colado otro cargamento chino de test de pego, seguir en Moncloa el toreo diario a los periodistas, ver a un General de la Guardia Civil poniéndose colorado y escuchar a Pablo Casado: (“La unidad no es garantía de que una pandemia se resuelva mejor, si fuera así todos los países optarían por regímenes no democráticos”) me planteé darme al crack o inflarme a nocilla.

Pensaba sinónimos de apatía para escribir esto y recordé una palabra que salía mucho en Mortadelo: grogui. La busqué en el diccionario: “Atontado por el cansancio o por otras causas físicas o emocionales”. Me pareció muy apropiada, con el diccionario te sientes menos solo, fíjense lo que se llega a pensar. Es una satisfacción descubrir que hay una palabra para lo que sientes, que a alguien le ha pasado antes, aunque es peor cuando no la encuentras, como a veces en estos momentos. Grogui viene del grog, un cóctel de batalla que sale en libros de aventuras. Es una mezcla de ron y agua que la armada británica empezó a dar a sus tripulaciones en el siglo XVII para que no se estropeara (el agua) y mantener la moral de la tropa, pero sin pasarse. Aunque a veces se pasaban y eso, se quedaban groguis. Este brebaje se llamó así por el almirante que reglamentó las dosis, apodado Old Grog por su viejo abrigo, de una tela llamada grog. Desde entonces todos los días, a la misma hora, cada marinero tenía su sorbito de grog. Fue así hasta 1970, cuando fue abolido por el parlamento de Londres en una triste sesión. El 31 de julio de ese año, a las once de la mañana, todos los marineros británicos se presentaron en cubierta con un brazalete negro y, a modo de digna sepultura, lanzaron el último trago por la borda. ¿Se podría plantear el ministerio de Sanidad distribuir entre la población, además de mascarillas, unos chupitos de lo que sea? Para rebajar un poco la tensión, digo. La etiqueta #Golpedeestado está siendo trending topic. Por lo menos hasta que podamos tirar la mascarilla por la ventana, como adiós a esta entrañable cuarentena.

No obstante, la apatía, el aburrimiento, son un privilegio casi frívolo de quienes tenemos la suerte de que no nos haya pasado nada. Nos rodean historias de buena y mala suerte que te ponen en tu sitio. He conocido una de un matrimonio filipino que trabaja en casa de un familiar. Tras lograr acumular unos ahorros durante décadas, por fin cumplieron el sueño de su vida y se compraron una casita en una bonita isla de su país. Al poco tiempo entro en erupción el volcán Taal, no sé si lo recuerdan, fue en enero: pues bien, su casa está justo debajo. Ella viajó hasta allí, a ver qué se había salvado, y en eso llegó el coronavirus. No puede volver, su marido se ha contagiado y pasa la cuarentena solo.
Una amiga, con su marido en el hospital y dos hijos en casa, se puso fatal, y peor con el miedo de que la ingresaran también y a ver qué hacía con los niños, sin familia aquí. Se cronometraba cada día a ver si aguantaba 10 segundos sin respirar, un test casero. Luego respiraba, casi más de alivio que de oxígeno. Luego resulta que esto es un bulo, no quiere decir nada, pero a ella se le pasaba la vida por delante en esos 10 segundos. Ahora ya están todos en casa, sanos, y es feliz. Vete a decirle que te aburres. Con estas historias se te pasa la tontería, son la mejor droga para este sentido problema de nuestro tiempo.

martes, 28 de abril de 2020

CUENTOS DEL CORONAVIRUS, 7



Cuento número 7.- Y Sindulfo se quedó solo.

(No estoy muy seguro, si esto está basado en hechos reales, o me lo inventé la otra tarde)

Aquella noche, Sindulfo tuvo problemas para dormirse. Angela la enfermera a la que él llamaba cariñosamente “su vampirina” porque era quien de madrugada llegaba para sacarle sangre para hacerle las analíticas, le había anunciado que a la mañana siguiente le tocaba de nuevo; y esto debió soliviantarles. El caso es que dio las buenas noches a su compañero Filadelfo y, por fin se quedó totalmente dormido.
No supo muy bien el tiempo que había pasado; debían ser, por lo menos, las dos de la mañana. Algo le sobresalto y se despertó bruscamente. La habitación estaba en semipenumbra, pero se percató de que su compañero Filadelfo no estaba en la cama. La luz del baño estaba apagado por lo que dedujo que allí no podía estar.
Se levantó con mucho esfuerzo y se asomó a la puerta del pasillo. Solo estaban encendídas esas lucecitas que están junto al zócalo del pasillo.
No vio a nadie. Las habitaciones tenían las puerta abiertas, pero dentro no había nadie; todas las camas estaban vacías.
Sindulfo empezó a inquietarse. Una angustia, hasta ahora desconocida, le oprimía la garganta; hacía días que le habían retirado el oxígeno y se podía mover con una cierta libertad, aunque en la mano izquierda todavía llevaba la guía en la vena.
Se atrevió a seguir por el pasillo; también el cuarto de las enfermeras estaba vacío.
No conocía la planta, desde que llegó no había salido de la habitación. Su compañero le había comentado que al final del pasillo había una fuente, y efectivamente allí estaba, pero sin ningún asomo de presencia humana, y entonces se asustó mucho más; no pudo seguir y volvió sobre sus pasos camino de su habitación que era lo más familiar que conocía.
Sindulfo, muerto de miedo, se acurrucó de nuevo en la cama y después de más de tres horas temblando volvió a quedarse dormido.
A la mañana siguiente, fue “la vampirina” quien le despertó:
Perdona, Sindulfo, anoche hubo un simulacro de evacuación del hospital, porque había terminado el CORONAViRUS y, pobrecito, nos olvidamos de ti. 
Desde esa noche tiene que dormir con las luces encendidas y su compañero Filadelfo tuvo que prometerle que de ninguna manera le dejaría solo en lo sucesivo.

lunes, 27 de abril de 2020

SOLO, PERO SOLO


Dice Azucena; y es su nombre real porque esto no es un cuento de los míos, que siempre tienen nombres raros; que todos, ellas las enfermeras y nosotros los enfermos tardaremos en procesar lo que está ocurriendo
Entre tanta información que se vierte a diario en las televisiones y en los periódicos; entre tanto dato abrumador de contagiados, fallecidos y dados de alta; se pierde la perspectiva de las personas que solos, completamente solos, nos hemos tenido que enfrentar a una situación totalmente imprevista, nueva y con un desenlace imprevisible.
Desde el Confinamiento de sus casas, también los familiares están viviendo la angustia de la incertidumbre; y seguro que nuestra mujeres, nuestros hijos, nuestros nietos y nuestros amigos están sufriendo esta situación desconocida hasta ahora; pero ellos, afortunadamente, están sanos y conservan, cómo no podía ser de otra forma, intactas las ganas de vivir.
Pero los sanitarios, aunque parece que estarían acostumbrados a enfrentarse a diario con la enfermedad, incluso con la muerte; confiesan que ellos están viviendo una experiencia traumática que les costará asimilar primero y superar, después; a pesar de esa actitud encomiable, esa profesionalidad y ese cariño que ponen en su quehacer diario.
Posiblemente, nosotros los enfermos, sea distinto; estamos viviendo la experiencia sumidos en una situación de precariedad física y vital, por lo que es posible que lo podamos procesar como un mal sueño, que realmente no iba con nosotros, si al final logramos superarlo.
Hace unos días me llegó la noticia de que un amigo que había sido ingresado unos días antes, había fallecido. Posiblemente pueda ser el número 16970 de los fallecidos o algo así, pero no; era mi amigo y se llamaba Antonio; pero eso quedará diluido en las estadísticas, y, desgraciadamente, solo servirá para que los políticos se sigan tirando los trastos a la cabeza.
Ya dije que yo podía ser el infectado numero 153.032 o algún número similar. Pero no, me resisto a admitirlo; yo soy una de tantas personas anónimas que hemos vivido o están viviendo, completamente solos, este mal sueño que espero termine pronto para todos.

domingo, 26 de abril de 2020

CUENTOS DEL CORONAVIRUS, 6



Cuento número 6.- Eutiquio no sabe dónde está.
( También está basado en hechos reales, y además de a Eutiquio, le está pasando a muchos enfermos)

Eutiquio lleva quince días  en la habitación 2532 de la segunda planta del Gregorio Marañon. Desde que llegó a la habitación se encontró con un compañero, más o menos de su edad que también estaba infectado del maldito CORONAViRUS. 
Eutiquio, de por sí, siempre fue parco en palabras y su compañero no era mucho más hablador. Apenas si se comunicaban, más que nada, porque Eutiquio andaba como perdido y no tenía claro realmente dónde estaba.
Las enfermeras siempre le llamaban por su nombre y se esforzaban en, al menos, hacerle sonreír. Pero el seguía perdido en su mundo irreal del que no podía escapar.
No comía, apenas si podía tragar un sorbito de agua y tomar las pastillas era un verdadero suplicio.
No paraba de recibir Whatsapp de su familia y de sus amigos, pero a lo más que  llegaba era a contestar con monosílabos y a todos decía que era mejor que nadie le llamase por teléfono.
Había llegado a la soledad total; a la total ausencia de estímulos; a solo poder esbozar una sonrisa, que más parecía una mueca, que dirigía a quien era amable con el.
Una noche se despertó sobresaltado y, por primera vez en muchos días fue consciente de su realidad y empezó a atisbar dónde podría estar o, al menos, empezar a saber quien realmente podría ser.
Ya han pasado unos días y el caso es que Eutiquio yo creo que empieza a saber dónde está; y lo más importante, empieza a saber quién es.