viernes, 4 de octubre de 2019

LA LLAMADA



Dicen los cómicos que, en tiempos de paro laboral, se pasan el día sentados junto al teléfono a la espera de la llamada de su representante o de un productor que les ofrezca una actuación o siquiera un cameo en una película o una serie de televisión.
Algo parecido les pasa a los que estando en el paro han enviado cientos de curriculum y esperan ansiosos esa bendita llamada que les de la oportunidad de relanzar su vida laboral.
Sin embargo, cuando no eres cómico en paro y ya estas jubilado, cuando suena la llamada del teléfono sientes un gran desasosiego, porque estas llamadas las carga el diablo y no suelen ser, casi nunca, buenas noticias.
Claro que también puede ser que te llame alguien que quiere venderte algo; ya sea una nueva compañía telefónica, un seguro o una crema para los pies, que según te dicen te los deja como cuando tenías veinte años.
El otro día me llamó una señorita muy amable que me ofrecía un jabón maravilloso que te quitaba toda clase de dolores propios de la edad, pero antes me dijo que el motivo de la llamada era hacer un estudio de la calidad de vida de los mayores en la zona donde vivo. 
Como estaba ocioso y no tenía nada mejor que hace, accedí a su propuesta y nos enrollamos durante casi media hora, aunque al final termine diciendo que lo del jabón no me interesaba; lo que sorprendentemente no le molestó demasiado y me agradeció que le hubiese atendido, porque no es normal que nadie esté dispuesto a perder su tiempo en estos menesteres. 
El caso es que desde entonces ando pendiente del teléfono para ver si me llama otra señorita para venderme algo y me hace pasar una media hora tan agradable como la de la señorita del jabón.

martes, 1 de octubre de 2019

VOTAR O NO


“Aun comprendiendo el malestar creado por el escenario al que nos ha conducido la torpeza de nuestros dirigentes, me resultan extrañas las connotaciones teológicas que observo en el desengaño colectivo”.

Un artículo de Juan Jose Millás.
El Pais de 27-9-2019.


La política tiene efectos tan devastadores sobre las amistades, la familia y los grupos sociales porque suele vivirse como una religión, más que como un conjunto de fórmulas para organizar la convivencia. Se puede estar de acuerdo con Íñigo Errejón sin necesidad de elevarlo a los altares, o en desacuerdo con él sin desearle una muerte lenta y dolorosa. Quien dice Errejón dice Joan Baldoví, Iglesias, Sánchez, etcétera. Aun comprendiendo el malestar creado por el escenario al que nos ha conducido la torpeza de nuestros dirigentes, me resultan extrañas las connotaciones teológicas que observo en el desengaño colectivo. Hay quien asegura que se abstendrá con el desagarro con que otros se enfadan con Dios frente a una desdicha personal. Para enfadarse con Dios es preciso creer en él, claro.

Se puede no votar, desde luego. Constituye de hecho una de las opciones que ofrece el sistema, pero nunca porque tu líder o tu partido carezcan de la omnipotencia que les atribuías. Hablamos de gente normal y de organizaciones normales, afectadas de las mismas carencias y contradicciones que observamos a nuestro alrededor y en nosotros mismos. No lo pueden todo, pobres. Son con frecuencia un desastre absoluto, sobre todo en la época en la que nos ha tocado vivir, donde la inteligencia política, por la razón que sea, es el producto menos abundante de la naturaleza. Pero qué le vamos a hacer. Tenemos que bregar con lo que hay. Yo, de momento, pienso acercarme al colegio electoral el día de autos. Lo haré sin ningún entusiasmo religioso, pero aplicando el máximo de racionalidad civil del que dispongo. De aquí a entonces, no romperé ningún lazo familiar ni ninguna amistad por una discrepancia de carácter partidista. No me busquéis ahí.

domingo, 29 de septiembre de 2019

DE VUELTA A CASA

Capítulo 7

Y era el momento de tomar el avión, mientras reteníamos en nuestra memoria las imágenes que nos habían acompañado durante estos cinco días.





Todavía hubo tiempo para que algunos de los miembros del grupo se diesen una vuelta por París para visitas la torre Eyffel, los Campos Elíseos y el Arco del Triunfo..





Pero antes de salir de París, en el aeropuerto de Orly, tuvimos que asistir a un aviso de bomba que hizo que nos desalojasen del restaurante donde estábamos comiendo, aunque no hubo ninguna incidencia y el vuelo salió a la hora establecida.


Y ya en casa nos queda el recuerdo de estos días pasados en familia, en los que pudimos comprobar que sí es posible tener todavía ilusiones y disfrutar de la fantasía y de la magia, si sabes observar los ojos y la sonrisa de tus nietos.