viernes, 19 de julio de 2019

¿DONDE ESTÁN LOS VENCEJOS?


Desde que llegaba la primavera hasta el 25 de julio, después del encierro del día de Santiago, los cielos de Chinchón se llenaban de grandes bandadas de vencejos que se encargaban de limpiar el aire de insectos, en competencia con las golondrinas.
Este año casi han desaparecido. ¿Por qué?
Hay quien dice que por los insecticidas que han disminuido sensiblemente los insectos; el caso es que el cielo de Chinchón se ve más limpio de pájaros, con la excepción de las palomas que siguen campando a sus anchas.
El próximo día 25 ya no tendremos que despedir a los vencejos hasta el año que viene.

lunes, 15 de julio de 2019

LÁPIDA DEL INFANTE DON LUIS DE BORBÓN Y FARNESIO EN CHINCHÓN.


Tomado del trabajo “Chinchón: Piedras con historia” de Manuel Carrasco.

En la fachada de la casa número seis de la calle de Morata, nos encontramos con una lápida conmemorativa, con el trazo inconfundible de Manolo Gómez Zía. Está dedicada al conde de Chinchón don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio.
En esta placa o mural realizada en azulejo policromado, está el busto del infante y se puede leer:

D. LUIS ANTONIO DE BORBÓN Y FARNESIO. 1723-1785. INFANTE DE ESPAÑA Y CONDE DE CHINCHÓN FUE NOMBRADO CARDENAL Y ARZOBISPO DE TOLEDO A LA EDAD DE 12 AÑOS. RENUNCIÓ A SUS CARGOS ECLESIALES POR UNA MUJER, Da MARÍA TERESA VALLABRIGA, CON LA QUE CONTRAJO MATRIMONIO Y POR TAL MOTIVO SUFRIÓ DESTIERRO DE LA CORTE.
LA CASA DE LOS CONDES LE DEDICA ESTE MURAL A QUIEN POR AMOR LO DEJÓ TODO Y RECUERDA LA COPLA DE LA ÉPOCA:
AL CONDE DON LUIS ANTONIO
LA MITRA NO LE INTERESA
CAUTIVO ESTÁ DE LOS OJOS
DE UNA HERMOSA ARAGONESA.
1995.

Esta placa de indudable atractivo artístico, tiene, sin embargo, unos errores históricos evidentes.
Don Luis, al que le gustaba ser llamado Conde de Chinchón, había nacido en el 25 de julio de 1727, (no en el año 1723 como se dice en la lápida) hijo de Felipe V y de su segunda esposa Isabel de Farnesio. Sus primeros años los pasó en Sevilla, porque allí se había trasladado la corte para que el rey pudiese superar uno de sus estados de postración en los que caía frecuentemente. A los seis años regresa a Madrid y vive en el Palacio del Buen Retiro y en los distintos Sitios Reales, bajo la tutela de su viejo ayo, el marqués Anibal Scotti, demasiado mayor para imponer ninguna clase de disciplina al displicente infante, que no mostraba demasiado entusiasmo por el aprendizaje.
Su madre, autoritaria y ambiciosa, se había ocupado en buscar para todos sus descendientes honores y títulos; y como no queda- ban en Europa más reinos por repartir, para el pequeño Luis Antonio le reservó altos honores eclesiásticos y a los 7 años es nombrado arzobispo de Toledo. El papa Clemente XII no había visto con buenos ojos este nombramiento pero tiene que claudicar y concederle el capelo cardenalicio y 4 años después es, también, nombrado arzobispo de Sevilla. Estos dos cargos eclesiásticos eran los que mayores rentas disponían en toda España.
A los veintinueve años renunció a estos honores eclesiásticos, porque su conciencia no le permitía vivir una vida que no fuese acorde con las altas dignidades que ostentaba. Al menos estos fueron sus argumentos en una carta que escribe a su hermano, el rey Carlos III, comunicándole su renuncia.
Veinte años después, cuando el conde tenía 49, se casa con doña María Teresa Vallabriga y Rozas, en Olías del Rey el día 27 de junio de 1776, en el Palacio de Fernardina, y en la ceremonia se estrenó la Serenata en Re Mayor que había compuesto Boccherini expresamente para ese día.
María Teresa tenía 17 años, por lo tanto, difícilmente pudo el conde renunciar a su mitra por ella, cuando todavía no había nacido.
Este puede ser un ejemplo de cómo errores históricos, reseñados en escritos o monumentos, hayan sido aceptados, pasado el tiempo, como hechos verídicos. Quede, pues, la constancia de este error, para el conocimiento de los hechos históricos tal y como ocurrieron.
El infante don Luis fue un hombre taciturno y melancólico como su padre, aficionado a la caza como su hermano Carlos III, pero a diferencia de éste, demasiado propenso a frecuentar la compañía de toda clase de mujeres. Primero su madre y después su mujer le tuvieron sometido a su voluntad, pero él no compartió la ambición de ninguna de ellas. Era, sin embargo, cultivado y amante de las ciencias y de las artes y se rodeó de gran cantidad de artistas
en su palacio de Arenas de San Pedro, creando una pequeña corte
en la que se dieron cita músicos, científicos, arquitectos y pintores, entre los que podemos destacar a Francisco de Goya.
El infante se encargó de encontrar acomodo a sus colaboradores y amigos. Así nombró bibliotecario de su corte al Capellán Mayor y cura párroco de Chinchón, D. Miguel Ramón y Linacero; y capellán de la Capilla del Conde en Chinchón a don Camilo Goya gracias al afecto que profesaba al pintor.
D. Luis debía haber sido el heredero del trono de España, ya que los hijos de Carlos III habían nacido fuera del país. El rey, conocedor de la debilidad de su hermano por las mujeres, se encargó de urdir una sofisticada trama que se plasmó en la real Pragmática publicada el 27 de marzo de 1776. Con esta real orden, el conde perdía todos sus derechos dinásticos al obligarle a casarse con una mujer de menor rango como era María Teresa Vallabriga. Por lo tanto, este matrimonio tuvo poco de romántico y bastante de alta política.
D. Luis, utilizó el título de Conde de Chinchón, en vez de otros de mayor rango, y se preocupó de los asuntos del pueblo. Envió a su arquitecto personal, Ventura Rodríguez, para que se encargase de la restauración De la Iglesia de Chinchón.
Falleció en Arenas de San Pedro el día 7 de agosto de 1785.
Fue el padre de don Luis María de Borbón, Cardenal de Sevilla y Regente de España, que tuvo protagonismo en la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812 y firmó el decreto de disolución de la Inquisición. También ostentó el título de conde de Chinchón.
Su otra hija, doña María Teresa de Borbón y Vallabriga, que se casó con Manuel Godoy, es la más famosa de las condesas de Chinchón, gracias al incomparable retrato que le hizo don Francisco de Goya.